JUAN BOSCH


BOSCH: LA HISTORIA CONFLICTO HISTÓRICO RD. Y HAITÍ.

EN SU 108 ANIVERSARIO DE SU NACIMIENTO. ¡JUAN BOSCH UN HOMBRE DE SIEMPRE!




A continuación presentaremos la historia de un conflicto entre la República Dominicana y la República de Haití, precisamente en el gobierno del Profesor Juan Bosch,en el año 1963. El conflicto pudo devenir en una guerra entre los dos Estados. Dejemos al propio Profesor Juan Bosch que nos narre los pormenores de esa historia. 


TOMADO DEL CAPITULO XVII DEL LIBRO: "CRISIS DE LA DEMOCRACIA DE AMÉRICA EN LA REPÚBLICA DOMINICA" 




XVII-- EL CONFLICTO CON HAITÍ 


Hoy se le llama a Cuba la “Perla de las Antillas”; ese sobrenombre, sin embargo, había sido originalmente dado a la isla Española, antigua Santo Domingo o Saint-Domínguez.


En realidad, la altura de sus montañas, la densidad y la riqueza de sus bosques, la abundancia de aguas, la extensión, el número y la asombrosa fertilidad de sus valles justificaba que se le llamara así. Fue un hecho político lo que la degradó a los ojos de los viajeros y los estudiosos; y ese hecho político consistió en la división de la isla en dos países de historia, lengua y origen diferentes: Haití y la República Dominicana.


Cuando la isla quedó dividida, dejó de llamarse la “Perla de las Antillas”.
La presencia de Haití en la parte occidental de la isla Española equivalió a una amputación del porvenir dominicano. Lo que era el porvenir visto desde mediados del siglo XVI es, en la segunda mitad del siglo XX, un pasado de más de trescientos años. Así, los dominicanos no podemos escribir nuestra historia ignorando ese pasado, pues todo el curso de la vida de nuestro pueblo en las tres últimas centurias ha sido configurado por ese hecho: la existencia de Haití al lado nuestro, en una isla relativamente pequeña.




La existencia del Pueblo dominicano fue el resultado de la expansión española hacia el oeste; la de Haití, el resultado de las luchas de Francia, Inglaterra y Holanda contra el imperio español. De manera que al cabo de los siglos, los dominicanos somos un pueblo amputado a causa de las rivalidades europeas. Nuestra amputación no se refiere al punto concreto de que una parte de la tierra que fue nuestra sea ahora el solar de otro pueblo; es algo más sutil y más profundo, que afecta de manera consciente o inconsciente toda la vida nacional dominicana. Los dominicanos sabemos que a causa de que Haití está ahí, en la misma isla, no podremos desarrollar nunca nuestras facultades a plena capacidad; sabemos que un día u otro, de manera inevitable, Haití irá a dar a un nivel al cual viene arrastrándonos desde que hizo su revolución. En aquellos años finales del siglo XVIII y los primeros del siglo XIX, nadie quiso invertir un peso en desarrollar, por ejemplo, la industria azucarera dominicana, por miedo a las invasiones de Haití. El azúcar y el café de Haití habían dejado de fluir a los mercados de Europa y de los Estados Unidos, y aunque ninguna tierra era más apropiada para producirlos que la de Santo Domingo, los capitales para suplir la producción haitiana prefirieron ir a Cuba. El desarrollo de Cuba comenzó entonces; en cambio, el de nuestro país se estancó, primero, y descendió luego, pues la gente más capaz y más acomodada económicamente abandonó la parte española de la isla por miedo a la revolución haitiana.


La isla Española tenía frente a su costa noroccidental una pequeña isla adyacente, La Tortuga; el Gobierno colonial español abandonó La Tortuga porque le era costoso en hombres y en dinero defenderla de incursiones inglesas y francesas, y así fue como La Tortuga pasó a manos de piratas franceses y más tarde a manos del Gobierno francés. Desde La Tortuga, poco a poco, los blancos franceses fueron acomodándose en los pequeños valles fértiles de la parte norte del oeste de la Española; fueron llevando esclavos y organizando plantaciones de caña y de índigo, de manera que cuando España vino a darse cuenta, ya había en su colonia una población de franceses que se consideraban por derecho de conquista colonos franceses, parte del imperio colonial de Francia, sin deber de obediencia al Gobierno español. Al principio, esa colonia francesa de facto se llamaba Saint-Domínguez; después pasó a llamarse Haití. Al principio, España la dejó estabilizarse por indolencia; después, tuvo que reconocer su existencia, y al cabo, en el siglo XVIII, debilitada por su continuo guerrear en Europa, España admitió que Haití era de derecho colonia de un poder extranjero.


He contado con ciertos detalles lo que pasó en la colonia de Haití cuando los esclavos se rebelaron contra sus amos a consecuencia de la agitación que produjo en la colonia la Revolución Francesa; lo hice en mi libro Trujillo: causas de una tiranía sin ejemplo. No voy, pues, a repetirme; pero sucintamente explicaré que de esa rebelión surgió, al comenzar el siglo XIX, la República de Haití, y que ésta tenía ya dieciocho años de vida cuando los dominicanos se declararon independientes de España y protegidos de Colombia.


Menos de dos meses después de esa acción política dominicana, los ejércitos de Haití cruzaron la frontera y extendieron su gobierno a toda la isla. Así se explica por qué la República Dominicana, establecida en 1844, surgió en guerra contra Haití y no contra España, que había sido su metrópoli original.


Esa guerra, que en la historia dominicana se conoce con el nombre de “guerra de independencia” —aunque en los días en que se llevaba a cabo se llamaba, con mayor propiedad, “de separación”— fue la culminación de una lucha larga, que se había iniciado desde el siglo XVII, que se mantuvo prácticamente todo el siglo XVIII, y que tuvo a principios del siglo XIX páginas sombrías con las invasiones de Toussaint, de Dessalines y de Cristóbal. Los dominicanos, pues, formaron su sentimiento nacional peleando, primero contra los franceses de la región occidental, y después contra sus herederos, los haitianos.


Me veo en el caso de repetir ahora lo que dije en mi libro sobre Trujillo acerca de la revolución haitiana: ha sido la única revolución en la historia moderna que fue a la vez guerra de independencia —de colonia contra metrópoli—, guerra social —de esclavos contra amos— y guerra racial —de negros contra blancos—. La violencia de esas tres guerras en una resultó devastadora; en términos absolutos, no relativos, los antiguos esclavos destruyeron toda la riqueza acumulada en Haití durante la colonia, y esa riqueza era mucha. Sin embargo —y esto no lo dije en aquel libro porque estaba haciendo el análisis de un problema dominicano, no haitiano— sucede que en cierta medida, el aspecto destructor de la revolución haitiana ha sido continuo; de hecho, Haití ha seguido, a lo largo de su vida independiente, en guerra constante contra todo núcleo humano y social que pudiera convertirse, por cualquier vía, en sustituto de los colonos franceses.


Esa especie de guerra social perpetua, que en su origen fue de negros contra blancos —debido a que los negros eran los esclavos y los blancos los amos—, derivó después hacia la matanza de los mulatos y se ha conservado como lucha sin cuartel de los negros contra los mulatos. Las carnicerías de los tiempos de Soulouque, en que los mulatos eran las víctimas, encogen el ánimo del que estudia la historia de Haití. Ahora bien, sucede que los mulatos eran los que —tal vez por ser hijos de blancos, y por tanto disponían de más medios— se preparaban para ser burócratas, comerciantes, profesionales; formaban élites que al principio no tenían sustancia económica pero que al final adquirían bienes, con lo cual amenazaban convertirse en minorías con poder económico. Al mismo tiempo que esas matanzas, con sus naturales consecuencias de inestabilidad política, retardaban el desarrollo del país, los gobernantes usaban el poder para hacer negocios, para enriquecerse y sacar dinero hacia Europa o —más recientemente— hacia Estados Unidos; de donde resultaba que se expoliaba a un pueblo pobre, se le robaba a la miseria. Y al tiempo que eso iba sucediendo década tras década, la población haitiana crecía, su tierra se erosionaba, los medios del Estado eran cada vez menos de los que se necesitaban para darle al Pueblo educación y salud. Fue así como de manera natural, como rueda una bola por un plano inclinado, Haití vino a caer bajo la tiranía de François Duvalier, quien tenía ya años gobernando cuando se estableció en la República Dominicana el régimen democrático que me tocó presidir.


Duvalier corresponde a un tipo psicológico que se halla en las sociedades primitivas; el hombre que a medida que va adquiriendo poder de cualquier clase va llenándose por dentro de una soberbia que lo transforma día a día físicamente, lo envara, le da insensiblemente la apariencia de un muñeco que se yergue y se yergue hasta que parece que va a caerse de espaldas o que va a volar; al mismo tiempo, los párpados bajan, la mirada se torna fría y adquiere un brillo como de hechicería, el rostro se inmoviliza gradualmente y la voz va haciéndose cada vez más imperativa y sin embargo más baja y escalofriante. En esos seres, la conciencia del poder se traduce en transformaciones físicas; crean en torno suyo una atmósfera que es como una emanación de brujos, y como sucede que a esos cambios van correspondiendo otros en el seno de su alma, mediante los cuales se hacen gradualmente insensibles a todo sentimiento humano hasta llegar a ser puros receptáculos de pasiones sin control, esos hombres acaban siendo peligrosos porque se niegan a aceptar que son simples seres humanos, mortales y falibles, y no delegados vivos de las oscuras fuerzas que gobiernan los mundos.


El que desee comprobar la verdad de lo que acabo de decir no tiene sino que tomar una fotografía de François Duvalier hecha en 1955, por ejemplo, y otra hecha en 1964. Son dos hombres diferentes, versión haitiana de los dos Dorian Gray de Oscar Wilde.


En el lado sur de la frontera que divide a la República Dominicana de Haití se ven de tarde en tarde tipos a lo Duvalier; labriegos que eran gente corriente y moliente hasta la hora en que se sintieron poseídos por un poder que ellos llaman “religioso”, y empezaron a dictar recetas, a recomendar curaciones, a crear ritos propios, y con ello comenzaron a cambiar de aspecto hasta convertirse en estampas de caudillos de pueblos de la selva. Son locos con poderío, como en un nivel más alto lo fue Hitler.


Ignoro debido a qué, tan pronto resulté electo Presidente, Duvalier resolvió matarme. Tal vez soñó conmigo e interpretó el sueño como una orden de quitarme la vida; quizá en un acceso de hechicería vudú uno de sus espíritus protectores le dijo que yo sería su enemigo. Es el caso que escogió un antiguo agente del espionaje de Trujillo, que había sido Cónsul de Haití en Camagüey —Cuba— y le encargó mi muerte. Durante toda la campaña política, yo no me había referido ni una sola vez a Duvalier. La Unión Cívica hizo varias declaraciones acerca de su tiranía, y si no recuerdo mal el doctor Fiallo se refirió también a él. Pero yo no lo hice porque no me parecía prudente meter en Santo Domingo problemas ajenos y además, porque si yo resultaba elegido Presidente de la República, no era cuerdo que llegara a esa posición comprometido en el orden internacional por declaraciones hechas al calor de la campaña política. Yo no me había ganado, pues, enemistad de Duvalier; era gratuita, aunque debe presumirse que de origen extrahumano. Por todo lo que he dicho acerca de la actitud del Pueblo dominicano en relación con la existencia de Haití, y por lo que he relatado brevemente sobre las largas hostilidades entre dominicanos y haitianos, debe presumirse cuál fue la reacción de los dominicanos cuando de buenas a primeras llegó a Santo Domingo, dada a través de una estación de radio, la noticia de que fuerzas policíacas de Duvalier habían asaltado el local de nuestra embajada en Puerto Príncipe, capital de Haití. En una hora, el Pueblo estaba agitado, los partidos políticos se reunían, las estaciones de radio lanzaban boletines al aire y al Palacio Nacional llegaban montones de telegramas denunciando la agresión.


Hacía algunas semanas que en Haití se producían actos de terrorismo contra el Gobierno de Duvalier; éste había solicitado el retiro de la misión militar norteamericana; altos jefes militares eran depuestos y encarcelados; un señor Barbot, que había sido el fundador de la milicia armada de Duvalier —los tonton macutes, asesinos tenebrosos— daba asaltos aquí y allá, en los alrededores de Puerto Príncipe; civiles y militares perseguidos se asilaban en las representaciones diplomáticas de la América Latina, y la dominicana tenía varios asilados.


Un día llegó a la embajada de nuestro país un teniente haitiano de apellido Benoit y pidió asilo, que se le concedió, desde luego; al día siguiente, los hombres de Barbot dispararon contra el automóvil de Duvalier, que llevaba a los hijos del dictador a la escuela. La respuesta de Duvalier fue instantánea: mandó asaltar la Embajada dominicana y al mismo tiempo sus matones entraron en la casa de la familia de Benoit, dieron muerte a todos los que había allí —incluyendo la madre de Benoit y una niña— y quemaron la vivienda. Duvalier, pues, había agredido a la República Dominicana en su representación diplomática.


Ese día era domingo, y si no recuerdo mal, estábamos a principios de mayo. De súbito comenzaron a llegar noticias que daban indicios de que Duvalier tenía un plan: familiares de Trujillo estaban arribando a Haití, guardias haitianos armados rodeaban la Embajada dominicana, los correos diplomáticos dominicanos habían sido detenidos antes de llegar a la frontera, el Cónsul nuestro en la villa fronteriza de Belladere, estaba preso.


En la noche hablé por radio y televisión y denuncié ante el Pueblo todos esos actos de locura que estaba realizando Duvalier, y mientras en la Cancillería se trabajaba redactando cables a Puerto Príncipe y a la OEA y notas para la prensa, yo elaboraba, después de haber hablado, un plan de acción que podía librar a haitianos y a dominicanos de los peligros que podía desatar sobre ambos países un gobernante que no estaba en sus cabales. El plan era simple y no costaría una gota de sangre: la República Dominicana movilizaría tropas y las concentraría en la frontera del sur, en el punto más cercano a la capital de Haití, y la movilización se haría en tal forma que diera la impresión indudable de que esas fuerzas iban a avanzar por Haití; una vez creado el clima adecuado, la aviación militar dominicana volaría sobre Puerto Príncipe y dejaría caer hojas sueltas en francés pidiendo al Pueblo de la capital vecina que evacuara los alrededores del Palacio Presidencial, porque los aviones dominicanos iban a bombardear en un plazo de horas. Yo estaba seguro de que, dado el estado de agitación que había en Haití y la preparación del ambiente que estábamos haciendo en Santo Domingo, Duvalier huiría sin que hubiera necesidad de disparar un tiro.


Pero este plan tenía un punto débil: yo no podía confiárselo a nadie, ni siquiera a los jefes militares que iban a participar en él. Si le decía a alguien que todos los movimientos dominicanos serían aparentes, que no íbamos a llegar a la guerra, no tardaría en saberse, y había que contar con la irresponsabilidad de la mayoría de los líderes de la llamada oposición; uno de ellos, tal vez dos, quizás tres, se plantarían, con toda seguridad, frente a un micrófono y me acusarían de comediante y denunciarían el plan. De hecho, en medio de la crisis, uno de esos líderes dijo que todo aquello lo había inventado yo porque quería figurar en la historia como el conquistador de Haití, valiente majadería, pues el día que los dominicanos hagan la conquista de Haití —si ello fuere posible alguna vez— lo que harían sería comprar a precio alto los problemas de Haití para sumarlos a los problemas dominicanos.


Los campesinos dominicanos dicen, cuando algo no está completamente terminado, que “falta el rabo por desollar”, con lo cual aluden al rabo del cerdo muerto, y en el caso de mi plan había un rabo por desollar: ¿qué podía suceder si el dictador haitiano no emprendía la fuga? No había sino una respuesta: las tropas dominicanas debían avanzar sobre Haití; pero avanzar poco, unos kilómetros, lo suficiente para dar la sensación de que iban a atacar de veras. Yo estaba seguro de que la población haitiana de la región fronteriza no haría resistencia; si se hacía indispensable, la aviación dispararía dos o tres bombas en sitios donde no causaran bajas.


En ese punto, ocurrió un misterio: los generales dominicanos llegaron a decirme que los camiones del ejército no tenían repuestos de llantas, que no estaban en condiciones de transportar las tropas. ¿Quién les había aconsejado que usaran esa coartada? Hasta la noche antes habían estado muy entusiasmados con la movilización, y de pronto, “los camiones militares no servían”.
El embajador Martin fue a verme, alarmado, y era la primera vez que le veía alarmado. La posibilidad de una guerra domínico-haitiana lo había inquietado, sin duda porque había inquietado al Departamento de Estado. En esos mismos momentos, Moscú, Pekín, La Habana y el MPD en Santo Domingo me acusaban de ser un muñeco en manos del “imperialismo yanqui” para agredir a Haití. La situación era tristemente cómica, pues era precisamente el llamado “imperialismo yanqui” el que obstaculizaba la decisión dominicana de resolver el problema haitiano.


De pronto, unos días después, el embajador Martin me visitó en mi casa para decirme que su Gobierno esperaba en pocas horas la salida de Duvalier de Haití; me dijo que ya estaba en el aeropuerto de Puerto Príncipe un avión de la KLM en el cual Duvalier viajaría hasta Idlewild, de ahí a Amsterdam y de Ámsterdam a Argelia, donde Ben Bella le había ofrecido asilo. Le expresé mis dudas al embajador Martin.


“Duvalier no se va”, le dije; él me aseguró que sí. Durante el día me visitó otra vez, en la noche me telefoneó dos veces para mantenerme informado de lo que estaba sucediendo en Haití; por la mañana fue a verme a las cinco, convencido de que Duvalier se iría. En todos los casos le respondí lo mismo: “No se va”. Y no se fue.


Pocos días después, por un cubano exiliado me enteré de que en una zona militar, en el interior del país, oficiales dominicanos estaban entrenando haitianos. ¿Cómo era posible que estuviera haciéndose tal cosa sin mi conocimiento?
Llamé al Ministro de las Fuerzas Armadas, lo interrogué, me dijo que era verdad y le ordené disolver el campamento.


Una cosa era librarse de Duvalier en una coyuntura favorable, a la luz del sol, como debe operar siempre una democracia, y otra cosa era preparar fuerzas de haitianos para lanzarlos a una invasión; esto último era violar el principio de no intervención, lo cual podía quitarnos autoridad si en esa hora convulsa del Caribe algún Gobierno decidía hacer lo mismo con nosotros. A partir de ese momento, decidí esperar una oportunidad propicia para buscarle solución al problema que planteaba la presencia de Duvalier en el Gobierno de Haití.
Sin embargo, he aquí que un buen día, al leer la prensa en las primeras horas de la mañana me enteré de que el general León Cantave había invadido Haití por la costa norte.


El general Cantave había estado a verme para pedirme ayuda y yo le había respondido que el Gobierno dominicano no podía hacerlo. ¿De dónde salió la expedición de Cantave; quién la armó, quién la respaldó? Eso era un misterio que debía aclararse. Hice una reunión de jefes militares, les interrogué sobre todas las posibilidades que se me ocurrían; pedí detalles acerca de los tipos de armas que usó Cantave. Nadie sabía nada. De acuerdo con sus informes, Cantave no había salido de territorio dominicano, no había recibido la menor ayuda de las fuerzas armadas dominicanas, y en los depósitos dominicanos no había armas similares a las que había llevado Cantave a Haití.


Algo andaba mal. Si el general Cantave no había salido de Santo Domingo, había salido de alguna de las islas vecinas —Las Bahamas, de bandera inglesa—, y si había salido de esas islas, ¿quién lo ayudaba? Le hice la pregunta, de manera abierta, al embajador Martin. Me respondió que él no sabía, que su Gobierno no sabía, pero que algunos de sus ayudantes presumían que Cantave había contado con la ayuda de Venezuela. Eso me pareció imposible; primero, porque el presidente Betancourt tenía encima las guerrillas comunistas y no iba a autorizar, con esa acción, un acto parecido al de Fidel Castro contra su Gobierno; segundo, porque si Betancourt hubiera tenido que ver en la invasión de Cantave, me lo hubiera hecho saber. “¿Hay en la Florida algún lugar que se llame Venezuela?”, le pregunté riendo al embajador Martin. “No, no lo hay”, respondió él, riendo también.


Pocos días antes del golpe de Estado, quizá tres días antes, me hallaba en mi despacho del Palacio Presidencial cuando a eso de las seis de la mañana me dijo el jefe de los ayudantes militares que los haitianos estaban atacando Dajabón, villa dominicana en la frontera del norte. Efectivamente, en las calles de Dajabón caían balas que procedían del lado haitiano, de la Villa de Juana Méndez —Ouanaminthe, en el patois de Haití—, que queda frente a Dajabón, a menos, tal vez, de dos kilómetros. Cuando la situación se aclaró, unas horas después, se supo la verdad: el general Cantave había entrado en Haití de nuevo y había atacado la guarnición de Juana Méndez.


El combate fue bastante largo, con abundante fuego de fusilería y de ametralladoras. ¿De dónde había sacado Cantave, otra vez, armas y municiones?


Al día siguiente, con asombro de mi parte, vi en la prensa una foto de Cantave en un cuartel de Dajabón. Había cruzado la frontera, como la habían cruzado otros haitianos, algunos de ellos heridos; pero Cantave estaba vestido como quien iba a un baile de gala, no como quien llegaba de un combate; y eso indicaba que el general haitiano tenía ropa en Dajabón o en algún lugar cercano. Por primera vez, mis sospechas hallaban un hilo que podía seguirse hasta dar con el ovillo. Hice llamar al Ministro de Relaciones Exteriores y al de las Fuerzas Armadas. “Tenga la bondad de solicitar de la OEA que envíe una comisión para que pruebe sobre el terreno que la agresión a Haití no partió de la República Dominicana”, le dije al primero.


¿Tuvo esa decisión alguna parte en el golpe de Estado? 
A menudo pienso que sí; pues si la OEA investigaba —y mi plan era que investigara a fondo— yo llegaría a saber qué mano oculta manejaba los hilos de una intriga que nos ponía en ridículo como Gobierno, que restaba autoridad al Presidente de la República, el responsable ante el país y ante los organismos internacionales de la política exterior dominicana, y que nos exponía a los dislates de un tirano que era capaz de todo.


Espero que algún día se aclare el misterio en que están envueltos los repetidos y extraños incidentes domínico haitianos de 1963.






El 30 de Junio se define como un proyecto democrático y progresista. Tiene por propósito preservar el legado teórico de Juan Bosch, expresado en sus obras de investigación política, sociológica, histórica y cultural como en su praxis política sustentada en los valores éticos, humanistas y patrióticos que por igual sustentaron Juan Pablo Duarte, Gregorio Luperón y todos aquellos dominicanos que amaron y aman esta patria quisqueyana.




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Juan Bosch: Maestro de la Praxis de la Liberación Latinoamericana

Por: Redacción




Es difícil encontrar algún aspecto no señalado de las virtudes de una persona que se haya ganado el título de Maestro por el impacto de sus aportes a la historia del pueblo en el proceso de formación de un régimen político donde impere el valor supremo de la justicia, es el caso de Juan Bosch. ¿Cuál arista de su persona no ha sido tratada por Euclides Gutiérrez, su asistente personal y todo aquel que tuvo el honor de acompañarlo en el despliegue de su sueño por dignificar la existencia de los oprimidos y, peor aún, de los excluidos del sistema?

Por el testimonio de ellos se conoce de su integridad personal; de su valor, por dar el frente a los riesgos; de su sensibilidad ante la angustia del hambriento; de su sencillez y cordialidad de trato con el ser común del pueblo; de la prudencia al escoger el momento de ir en procura de un objetivo; del esmero y el cuidado por el detalle al plantear una estrategia; del respeto de la opinión de los demás, la capacidad de trabajar en equipo…

Frente a tal abanico de cualidades es natural la pregunta, ¿cuál será el marco categorial que determina su visión del mundo? No era dado hablar de sí mismo, en alguna ocasión, en respuesta a una pregunta sobre su norma de vida, que le hiciera un periodista en una de las tantas veces que fue entrevistado, dijo: “nunca me he detenido a pensar en mí, en cómo soy y cómo no soy…, vivo haciendo cosas y el tiempo no me da para mirarme en el espejo”.

Su obra literaria y la producción científica en los campos de la sociología, la historia y la política, responden dicha pregunta. Se observa un eje transversal en su legado histórico, una profunda sensibilidad por la condición de pobreza en la que se encuentra sumergida la población y la búsqueda de las causas y alternativas de solución. Coincidiendo en espacio y tiempo, inicio de la década del 70 del siglo pasado, con el problema fundamental del gestante movimiento filosófico latinoamericano, denominado, Filosofía de la Liberación, vigente en la actualidad y cuyo más claro exponente es el Dr. Enrique Dussel.

En los párrafos extraídos del cuento titulado, Mujer, cito: “Todo fue porque la mujer no vendió la leche de cabra, como él se lo mandara; al volver de las lomas, cuatro días después, no halló el dinero. Ella contó que se había cortado la leche; la verdad es que la bebió el niño. Prefirió no tener unas monedas a que la criatura sufriera hambre tanto tiempo” y, del preámbulo de Composición Social Dominica, “Es probable que algunos de los lectores lleguen al final de este libro con la impresión de que el pueblo dominicano ha fracasado porque al acercarse a los quinientos años de su vida como sociedad occidental no ha podido organizarse según los esquemas de esa sociedad.

Eso sería una conclusión errónea, pues lo que ha fracasado no es el pueblo dominicano; ha sido el sistema en que ha vivido”; se encuentra el problema fundamental de su existencia, se observa:

La sensibilidad por la situación carencial de un pueblo, prohijada por un sistema injusto, revelado en el cuento y analizado en libro; característica de la persona que valora la relación espacial, cara-cara sobre la relación con la naturaleza, sujeto-objeto y, que además, en su horizonte, su mundo, el sentido está dado en función del disfrute equitativo de las riquezas que aporta la naturaleza.

Se puede apreciar el alto valor que le da a la exterioridad o el horizonte del otro, por ello es capaz de presentarlo sublimado en sus cuentos y, luego, de plantear alternativas políticas para liberarlo de la situación de explotación desde su misma cultura o su misma historia. El respeto por el otro se manifiesta en no usarlo como un instrumento de mediación para el logro de beneficios personales, al contrario usó su talento para entregarse a servirle en el proceso liberador poniendo en riesgo su propia vida.

Como colofón, su agudo sentido crítico lo uso para evitar la contaminaciónideológica, de esta manera, a partir de las entrañas de la cultura popular trilló el sendero por el que junto con el oprimido encausaría el proceso de liberación nacional´.

Dos años después de Bosch formar el Partido de la Liberación Dominicana, Dussel, publica el libro titulado, Filosofía De La Liberación, en el mismo explica el marco categorial que fundamenta dicha corriente y desde el cual da respuesta a los problemas de los pueblos periféricos y subdesarrollados la modernidad. En estas categorías está el fundamento filosófico que sirve de marco a los valores que guían el accionar del compañero, Juan Bosch.

Estas categorías, son el sustento teórico del proceso de liberación de los pueblos de América y del mundo y de la construcción de un porvenir que tenga por norte la justicia social, en síntesis son: la Proximidad, privilegio de la relación con las personas, sujeto-sujeto, no con la naturaleza, sujeto-objeto; la Totalidad, cuando las personas se alejan se produce, a la vez, un acercamiento a las cosas que tienen sentido dentro del sistema, formando el mundo que le rodea; las Mediaciones, las cosas usadas para construir el proyecto de vida; la Exterioridad, es el ámbito o mundo del otro ser humano en el sistema, libre e incondicionado.

Alienación, pretensión inclusión intrasistémica de toda exterioridad posible, la aniquilación del otro y la Liberación, vista como la práctica que impacta el orden, lo perfora hacia una trascendencia que resulta ser una crítica a lo establecido.

Hoy, cuando todo parecía perdido, los pueblos latinoamericanos han marcado la ruta del proceso libertario en post del ordenamiento del sistema procurando autodeterminación dentro de sus fronteras y mayor equidad y justicia social. Mientras los filósofos procuraban interpretar para señalar el camino, Juan Bosch los precedía en la construcción del destino. Por ello, es merecedor de la proyección continental como:“Maestro de la Praxis de la Liberación Latinoamericana”.

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El valor del ciudadano común en el pensamiento del profesor Juan Bosch

Por: Aurora Castillo    

Desde su discurso de campaña electoral, pasando por sus cuentos, los métodos de estudios, su programa de gobierno hasta la Constitución que impulsó en el 1963, el ciudadano común estuvo en el centro del proyecto de país y el pensamiento del profesor Juan Bosch, que el próximo viernes 30 de junio cumplirá 108 años de su nacimiento.

Al principio del 1960, el Profesor Bosch se convirtió en el gran maestro de la sociología del pueblo dominicano y con sus intervenciones públicas popularizó los términos tutumpotes, en referencia al sector oligárquico del país, e hijos de machepa, eran los pobres y desarropados.

En sus obras literarias el personaje o los personajes centrales de sus cuentos giran en torno a un ciudadano de los estratos económicos más bajos. Así encontramos a Encarnación Mendoza el personaje desdichado que protagoniza el cuento que lleva por nombre “La Nochebuena de Encarnación Mendoza” o la madre soltera que tiene que enfrentar la vida con sus hijos en la más extrema pobreza y que el maestro retrata en su cuento “El Bohío”.

Cuando se trata de sus enseñanzas políticas y métodos de trabajo, Bosch pasa a integrar al Partido de la Liberación Dominicana (PLD) a personas comunes, gente sencilla de la capital y grandes ciudades de la República Dominicana, pero también de los campos lejanos. No tomaba en cuenta su nivel académico o social, lo que importaba era el valor moral y la decisión de integrarse al Partido Morado.

A través de los círculos de estudios, el profesor Bosch instruyó a esas personas a encaminarse por una determinada conducta y una visión de la vida en sociedad, su responsabilidad como ente social. Fue un mecanismo inteligente de participación social y política de todos los estratos de la sociedad, pero especialmente de los que sentían que no eran tomados en cuenta en las instancias de participación y toma de decisión. Con ese método, el Profesor Bosch logró que un campesino o un estudioso del campo o la ciudad y un estudiante o profesor universitario, que fueran formados en el PLD, elaborara discurso coherente, similar y con la misma visión.



La secretaria nacional de formación política y miembro del Comité Político, Alejandrina Germán, ha declarado que esa forma innovadora de Bosch para involucrar a la gente de todos los estratos sociales en su proyecto político generó preocupación en el sector dominante del país. “Dicha forma de organización fue criticada por sus opositores, quienes llegaron al extremo de manipular el término método, sustrayéndolo de su propio significado dialéctico, haciendo creer a amplios sectores de la nación que Juan Bosch intentaba formar idiotas, autómatas. Los opositores a Bosch invirtieron recursos humanos y económicos millonarios para convencer a la población de que el método era sinónimo de tiranía e imposición. Hicieron ingentes esfuerzos por cambiar el concepto por el epíteto”, expresó Germán en un artículo que publicó en vanguardiadelpueblo.do.

El gobierno que encabezó el profesor Juan Bosch, que solo duró siete meses, ha sido reconocido como una de las gestiones más progresista de la historia del país. Entre las principales medidas que tomó en su breve gobierno resaltan un plan alfabetización, cobertura de la sanidad pública, regulación de precios en la canasta familiar, concesión de préstamos blandos a pequeñas industrias, creación de zona franca, el proyecto de las escuelas vocacionales y becas para estudios superiores en el extranjero.

Pero el mayor aporte del gobierno del Profesor Bosch hacia las capas sociales materialmente menos favorecidas, fue la proclama de una nueva Constitución, una de las más progresistas del país. En la Constitución del 1963, como se conoce, fue liberal, progresista y de justicia social, pero sobre todo rompió con el concepto coyuntural que caracterizaron el constitucionalismo en el país hasta ese momento.



Entre los principios fundamentales de la Carta Magna proclamada en el gobierno del Profesor Bosch, figuran proteger la dignidad humana y promover y garan­tizar su respeto, propender a la eliminación de los obstáculos de or­den económico y social que limiten la igualdad y la libertad de los dominicanos y se opongan al desarrollo de la perso­nalidad humana y a la electiva participación de todos en la organización política, económica y social del país.

Como se puede observar, los hijos de machepa siempre estuvieron en el centro del pensamiento y la acción del profesor Bosch, fueron su inspiración literaria, la estructura en la que se fundamentó el crecimiento del Partido de la Liberación Dominicana y el centro de su gobierno.







Ideario de Juan Bosch

IDEARIO JUAN BOSCH

100 IDEAS EN LOS 108 AÑOS DE SU NATALICIO

Reedición de una rigurosa selección de las ideas de Juan Bosch.


El 30 de Junio se define como un proyecto democrático y progresista. Tiene por propósito preservar el legado teórico de Juan Bosch, expresado en sus obras de investigación política, sociológica, histórica y cultural como en su praxis política sustentada en los valores éticos, humanistas y patrióticos que por igual sustentaron Juan Pablo Duarte, Gregorio Luperón y todos aquellos dominicanos que amaron y aman esta patria quisqueyana.


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BOSCH: "UNA MANCHA EN LA HISTORIA DE LAS NACIONES UNIDAS"

CAUSAS Y ORIGEN DE LA DIVISIÓN DE COREA EN DOS COREAS, LA DEL NORTE Y LA DEL SUR.


Huerfanos buscando latas junto la via del tren en Seul.

JUAN BOSCH (OCTUBRE DE 1969)

¿Qué diría el llamado Mundo Libre si una nación tan vieja como España o Francia quedara dividida en dos, una mitad de sus hijos enfrentada a la otra y rota toda suerte de comunicaciones entre ellos? 

Pues bien, Corea, nación mucho más antigua que España y que Francia, con más de cuatro mil años ininterrumpidos de historia, se halla dividida desde 1945 y el llamado Mundo Libre parece no darle importancia a ese hecho. Al contrario, las Naciones Unidas, que son la más alta elaboración política de la sociedad moderna, es la mayor responsable, al menos en el terreno legal, de la división de Corea. Ella la sancionó desde el primer día y ella sigue sancionándola. 



En Corea, los Estados Unidos actúan y las Naciones Unidas dan el visto bueno y los miembros de la organización aceptan ese estado de cosas como si se tratara de algo normal, lógico y consecuente con los principios del elevado organismo mundial.
Corea fue ocupada por Japón en 1910 y liberada por sus propios hijos después de una larga lucha que había comenzado a raíz de la ocupación japonesa. Esa lucha empezó a tomar cuerpo a partir de 1932, cuando el actual presidente Kim Il Sung, entonces un joven de apenas 20 años, organizó la guerra de guerrillas contra el Imperio del Sol Naciente.
La liberación de Corea quedó terminada y declarada ante el mundo el 15 de agosto de 1945. Sin embargo, unas semanas después, invocando los acuerdos de Postdam, los Estados Unidos desembarcaron tropas en toda la región sur de Corea, y Douglas MacArthur proclamó, con su característica arrogancia, propia de un general del siglo XVII, que “todos los poderes del gobierno sobre el territorio de Corea, al sur del paralelo 38 de latitud norte, y sobre el pueblo que lo habita, serán... ejercidos bajo mi autoridad. Todas las personas obedecerán sin condición mis órdenes, o las órdenes dictadas con mi autoridad”; y agregaba que la resistencia “a las fuerzas de ocupación o cualesquiera actos que puedan perturbar el orden público y la seguridad serán castigados severamente y sin excepción”. El sello del conquistador aparecía al final de la proclama, en los párrafos donde decía: “Para todos los fines, mientras dure la administración militar, el inglés será el idioma oficial”.
El genocida del General Mc. Arthur isnpeccionando tropas en Kimpo, en un jepp cerca de la comandancia de Yang Yang, aproximadamente 15 millas al norte del paralelo 38, April 3, 1951.

Es bueno recordar ese documento porque puede suceder que la gente olvide, o simplemente se niegue a creerlo, que hace apenas 25 años había un Comandante en Jefe norteamericano que utilizaba el lenguaje proconsular. Ahora bien, ese lenguaje era la consagración escrita de toda una política internacional basada en el clásico poder de los cañones. Así, a cañonazos y con proclamas parecidas se habían llevado a cabo y se habían legalizado la división y hasta la aniquilación de muchos pueblos.
Para liquidar la época en que esos métodos parecían normales las mayores potencias del mundo organizaron las Naciones Unidas e invitaron a participar en su seno a todos los países de la tierra. ¿Cómo se explica, pues, que las Naciones Unidas aceptaran lo que se hizo en Corea y le dieran el visto bueno?
Esta es una pregunta para la cual las Naciones Unidas no tienen respuesta. Lo que se ha hecho en Corea bajo su nombre es precisamente todo lo contrario de lo que la organización mundial representa, de manera que al aceptarlo como bueno y válido y al respaldarlo, las Naciones Unidas actuaron contra su propia razón de existir y perdieron el derecho a hablar en nombre de un orden mundial basado en la justicia.
He aquí en pocas líneas la historia de lo que hicieron las Naciones Unidas en Corea: En 1947, el régimen militar norteamericano en Corea del Sur convocó a elecciones de Congreso y presidente de la República, con lo cual se creaba la llamada República de Corea del Sur, opuesta a la de Corea del Norte, y la Asamblea General de las Naciones Unidas legalizó esa medida mediante el acuerdo de colocar bajo la supervisión de una denominada Comisión Coreana de las Naciones Unidas las elecciones hechas bajo la autoridad norteamericana. Esa comisión estuvo funcionando hasta el año de 1950, cuando en su Quinta Sesión la Asamblea General de la ONU creó la UNCURK, siglas de la United Nations Comission for the Unification and Rehabilitación of Corea. Es decir, primero se creó una comisión para dividir a Corea y luego otra para unirla, sólo que la última fue —y sigue siendo— inoperante.
Campo de prisioneros de guerra de Naciones Unida en Pusan​​, el campamento incluye a los prisioneros de Corea del Norte Abril de 1951. 

En las elecciones celebradas el 10 de mayo de 1948, que fueron, como se ha dicho, convocadas por el gobierno militar norteamericano y legalizadas por la Asamblea General de las Naciones Unidas, resultó elegido presidente de la nueva República Singman Rhee, nacido en Corea pero ciudadano de los Estados Unidos por formación y por inclinación, pues se había cambiado el nombre para norteamericanizarlo. Al tomar el poder lo hizo comprometido a servir la política militar de los Estados Unidos a través del “Acuerdo temporal administrativo sobre asuntos militares y seguridad pública para ser ejecutado en el período provisional”, largo y complicado nombre que se le dio a un acuerdo concluido el 24 de agosto (1948) en virtud del cual el “presidente de la República de Corea... no ejercerá control sobre regiones y facilidades (bahía, cuarteles, ferrocarriles, líneas de comunicación, aeropuertos y otras semejantes) que sean considerados necesarios para (el uso de) el ejército de los Estados Unidos” [primer paréntesis, en el texto, y segundo mío, JB] y se le confiaba al Comandante del Ejército de los Estados Unidos en la República de Corea la responsabilidad de comandar todas “las Fuerzas de Seguridad de la República de Corea compuestas por todas las policías existentes, las guardias de costas y las fuerzas de la Defensa Nacional”.
Por si todo eso fuera poco, el 10 de diciembre de 1948 se hizo el “Acuerdo de ayuda República de Corea-Estados Unidos”, por el cual Corea del Sur se comprometía a aceptar que a cambio de la ayuda que recibiera, el gobierno norteamericano podría controlar todas las actividades económicas del país, incluyendo las tasas de cambio, las exportaciones y las importaciones, y hasta el derecho de racionar los alimentos. Ese acuerdo fue ampliado el 26 de enero de 1950 con el de “Defensa Mutua y Ayuda”, mediante el cual el gobierno de Corea del Sur se comprometió a “producir y transferir al gobierno de los Estados Unidos en un período determinado una cantidad fija de materias primas y mercancías semimanufacturadas disponibles en Corea del Sur cuando lo requieran los Estados Unidos por causa de su escasez o de una escasez potencial de suministros”.
¿Qué significaban todos estos acuerdos si no era el reconocimiento palmario de que Corea del Sur no era una República independiente, sino una colonia norteamericana? ¿Pueden alegar las Naciones Unidas que ignoraban esos acuerdos? ¿Cómo se explica entonces que aceptaran esa situación y la legalizaran hasta tal punto que cuando comenzó la agresión norteamericana contra Corea del Norte —el 25 de junio de 1950— las Naciones Unidas asumieron la responsabilidad de esa guerra y la convirtieron en una guerra de las Naciones Unidas contra la República Democrática de Corea? El 19 de junio, seis días antes del estallido de la guerra, Foster Dulles, Secretario de Estado de los Estados Unidos, que se hallaba en Corea del Sur, declaró, según dijo la United Press: “Los comunistas perderán al fin su dominio de Corea del Norte”. El mismo día del ataque, el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas emitió un acuerdo en que declaraba que Corea del Norte había agredido a Corea del Sur, si bien tiempo después el general MacArthur dejó malparado al Consejo de Seguridad Mundial al declarar ante los Comités de Relaciones Exteriores y de Asuntos Militares del Senado de los Estados Unidos que “el ejército de los Estados Unidos había entrado en acción doce horas antes de que las Naciones Unidas adoptaran la resolución” en que se declaraba agresora a Corea del Norte.
Las Naciones Unidas, o por lo menos su secretario general, no podían ignorar ni las declaraciones de Foster Dulles, que fueron publicadas ampliamente en los Estados Unidos seis días antes de comenzar la guerra, ni el hecho de que cuando se acordó declarar agresora a Corea del Norte las tropas norteamericanas hacía doce horas que habían atacado a Corea del Norte. Si ignoraba esas cosas, la Asamblea General de la ONU estaba actuando irresponsablemente; si no las ignoraba, estaba actuando como un órgano político del gobierno de los Estados Unidos. En ambos casos hay materia para acusar a las Naciones Unidas de falta grave a sus principios constitutivos y de abandono de sus deberes. Pero sucede que esa falta y ese abandono de sus deberes acontecieron hace ya cerca de veinte años y las Naciones Unidas siguen haciendo en Corea el penoso papel que hicieron en 1950. 
¿Hay en las Naciones Unidas alguien que pueda decirle al mundo cómo se llama eso?


JUAN BOSCH
Pyongyang, octubre de 1969.


EPISODIOS DE LA GUERRA DE COREA.

La República Popular China había advertido que reaccionaría si las fuerzas de la ONU sobrepasaban el límite de la frontera en el río Amnok. Mao buscó la ayuda soviética y vio la intervención como esencialmente defensiva. "Si nosotros permitimos que los Estados Unidos ocupen toda Corea... debemos estar preparados para que los Estados Unidos declaren... la guerra a China", esto fue lo que le dijo a Stalin. Zhou Enlai fue enviado a Moscú para agregar contundencia a los argumentos de Mao, que habían sido enviados por cable. Mao retrasó sus fuerzas mientras esperaba la ayuda soviética, y por lo tanto el ataque planeado fue pospuesto del 13 de octubre al 19 de octubre. La asistencia soviética se limitó simplemente a proveer apoyo aéreo a 60 mi (96 km) del frente de batalla. Los MiG-15 con los colores de la RPC fueron una desagradable sorpresa para los pilotos de la ONU; mantuvieron la superioridad aérea local contra los F-80 Shooting Starshasta que fueron desplegados los nuevos F-86 Sabres. La intervención de los soviéticos fue conocida por los Estados Unidos, pero prefirieron mantenerse quietos para evitar cualquier incidente internacional y potencialmente nuclear.
Un asalto chino iniciado el 19 de octubre de 1950, bajo el comando del General Peng Dehuai, con 380.000 Tropas de Voluntarios del Ejército Popular de Liberaciónrepelió las tropas de la ONU y las llevó hasta el paralelo 38, la frontera del preconflicto. El asalto chino tomó a las tropas estadounidenses por sorpresa, ya que no había sido declarada la guerra entre la RPC y los Estados Unidos. La retirada del X Cuerpo de Ejército de los Estados Unidos fue la más larga retirada de una unidad estadounidense en la historia. 
El 4 de enero de 1951, las fuerzas de China y Corea del Norte capturaron Seúl. La Batalla de la Reserva de Chosin en el invierno fue una terrible derrota para las tropas de las Naciones Unidas, compuestas principalmente por Marines de Estados Unidos. La situación fue tal que MacArthur mencionó que podían usarse armas atómicas, lo cual llegó a alarmar a los aliados de Estados Unidos.
MacArthur fue relevado de la comandancia por el Presidente Truman en 1951. Las razones de esta decisión fueron muchas y bien documentadas. Entre estas estaba la reunión que tuvo MacArthur con el Presidente de la República de China (Taiwán) Chiang Kai-shek haciendo el papel de diplomático de los Estados Unidos. MacArthur también se equivocó en Guam cuando el Presidente Truman le preguntó específicamente sobre el refuerzo de una tropa china que estaba cerca de la frontera con Corea. Además, MacArthur demandó abiertamente un ataque nuclear sobre China. También era rudo y frívolo cuando hablaba con Truman. MacArthur fue reemplazado por el General Matthew Ridgway. (WIKIPEDIA)

PINTURA DE PICASSO "LA MASACRE DE COREA"
«Masacre en Corea». 


INTERPRETACIÓN DE LA PINTURA DE PICASSO "LA MASACRE DE COREA"

Una de las intenciones de Picasso en su pintura "LA MASACRE DE COREA" fue la crítica al poder en Occidente, por una deshumanización exagerada.

Presenta una desolación general, con las ruinas al fondo. Las ruinas son un recuerdo de Hiroshima. Tratan de transmitir que los Estados Unidos son los únicos responsables de la guerra de Corea. El río es una frontera que separa a las dos Coreas, a los civiles de los soldados y a las víctimas de sus verdugos. Un contraste mayor entre los dos grupos es visible. Los civiles están desnudos, dibujados con formas redondas y líneas curvas (mujeres y niños solamente) en total oposición con los hombres, rostros ocultos, líneas rectas y quebradizas, evocando la destrucción, la violencia, la agresividad, etc. Este contraste muestra la diferencia entre los hombres y las máquinas.
Distinguimos una graduación en el miedo. De la derecha hacia la izquierda. La niña pequeña que corre, la otra que juega despreocupada. La mujer joven llena de estupor, las madres con el rostro deformado por el terror...
El grupo de soldados representa la fuerza militar. Visible por la desproporción de las armas y tecnicidad aberrante (tres agujeros alrededor de los fusiles no alineados con el trayecto futuro de la bala) la locura de la técnica. Los cascos simbolizan el obcecamiento ideológico. La manipulación de su conciencia por el jefe político, disociado de los otros, rostro que manipula a los hombres sin correr riesgos, los pies girados para huir de la guerra.



Pequeño sentado en la calle, solo y llorando después de que los marines entraran en la ciudad de incheon.




La primera víctima de la guerra fría fue el pueblo coreano. Por primera vez, el enfrentamiento entre el bloque occidental y el bloque comunista vino a concretarse en "una guerra caliente".
La guerra de Corea hunde sus orígenes en el reparto en dos zonas de ocupación de este antiguo protectorado japonés tras la derrota del régimen de Tokio en 1945. Separadas por el paralelo 38º, la ocupación soviética y norteamericana dio lugar al nacimiento de dos regímenes radicalmente enfrentados. Corea del Norte, una dictadura comunista pro-soviética bajo la mano de hierro de Kim il Sung y Corea del Sur, una dictadura de derechas pro-norteamericana bajo la dirección de Syngman Rhee. Cuando las potencias ocupantes se retiren en 1948, la URSS, y en 1949, EE.UU., dos estados antagónicos quedaron frente a frente.
El conflicto se inició con la agresión norcoreana en junio de 1950 a la que respondió la intervención norteamericana en septiembre de ese mismo año. En octubre, tropas chinas entraron en la península en ayuda de Corea del Norte, lo que finalmente llevó una estabilización de los frentes a partir de 1951.






Tropas invasoras americanas en corea agosto 1950.Desenbarco en Incho por los marines 15 septiembre 1950.


Para romper este empate táctico, el general MacArthur, al frente de las tropas norteamericanas que luchaban bajo el pabellón de la ONU en Corea, llegó a proponer el uso de la bomba atómica y el ataque a China. Estas propuestas precipitaron la reacción del presidente Truman y fue sustituido por el general Ridgway en abril de 1951. Se asistía así de nuevo a lo que ya se había visto en el bloqueo de Berlín: a lo largo de la guerra fría, las dos superpotencias fueron prudentes cuando se entrevió la posibilidad de un enfrentamiento directo entre ambas.
Finalmente, poco después de la muerte de Stalin, en julio de 1953, se firmó el Armisticio en Panmunjong. Se acordó una nueva línea de demarcación que serpentea en torno al paralelo 38º.
La guerra de Corea dio dimensión mundial a la guerra fría y convirtió a Asia en uno de sus escenarios principales. En adelante, conflictos de tipo colonial como la guerra de Indochina, comenzada en 1946 y en la que la guerrilla del Vietminh luchaba contra la potencia colonial francesa, se transformaron en conflictos insertos en la guerra fría.
Estados Unidos, donde el conflicto había alentado la histeria anticomunista orquestada por el senador McCarthy, inició un importante rearme ante el convencimiento del carácter expansionista del comunismo y la evidencia de que los soviéticos poseían la bomba atómica.
HISTORIA SIGLO 20.ORG




Coreanos durante la evacuacion de Hungnam


El gorila de General Mc. Arthur isnpeccionando tropas de ocupación 








Fotógrafos internacionales cubren la guerra de Corea en 1952. (Foto: Werner Bischof | Magnum Photos)






Cuerpo de marines de los EE.UU. con prisioneros por una calle de un pueblo. 26 de septiembre 1950






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                                  TEORÍA DEL BOSCHISMO


Definimos la teoría boschista así al conjunto general y particular de principios, interpretaciones de acontecimientos históricos, métodos y lineamientos organizativos, enunciados, analizados y creados por el compañero presidente JUAN BOSCH.

Este conjunto de principios ha constituido el fundamento teórico que ha permitido conocer e interpretar cabalmente la sociedad dominicana en sus características propias de desarrollo de capitalismo tardío, dependiente, deformado y parte integrante del tercer mundo.


JUAN BOSCH con sus obras ha enriquecido seriamente la interpretación científica de nuestra sociedad y del mundo contemporáneo, particularmente el integrado por los países de América Latina y del Caribe; todo ello enmarcado dentro de un análisis dialéctico del proceso histórico del desarrollo de la humanidad.

Esta fundamentación teórica constituye el andamiaje ideológico y político del partido y por eso fue adoptado como teoría con el nombre de Boschismo.

La teoría “El Boschismo”, además de constituir la teoría que estudia, analiza e interpreta la sociedad dominicana, constituye la base política del método que ha permitido construir al partido, capaz de transformar esta sociedad, y a su vez constituye la base que nos permite crear y aplicar una táctica correcta que haga más factible y menos costoso el alcance de nuestro objetivo estratégico que es la liberación nacional.

La teoría surge como parte de la ciencia en función de generaciones que ofrezcan una explicación correcta de los hechos y de las causas que les dan origen, y eso es lo que ha hecho el compañero presidente; “un estudio minucioso de la sociedad dominicana y de sus rasgos particulares, propios de un país subdesarrollado para, partiendo de ese análisis que servirá de herramienta, diseñar las tácticas necesarias para lograr una patria justa, digna, soberana e independiente. 

Esta teoría se manifiesta contra todo lo que pueda representar el oscurantismo, caudillismo, dogmatismo, populismo, oportunismo e improvisa­ción. 

La obra de Juan Bosch es fundamentalmente sociológica; desde su primera obra, “La Mañosa”, en la cual relata y caracteriza en forma fiel la problemática del campesino dominicano, su forma de enfocar la vida y el triste papel que ha desempeñado en una so­ciedad atrasada como la nuestra. En sus cuentos JUAN BOSCH interpreta de una manera genial nuestra idiosincracia, nuestros problemas sociales, nuestra sociedad en su forma más genuina, que era en ese tiempo la zona rural, por constar en esa época con la mayor concentración de la población dominicana. 

JUAN BOSCH, después de su regreso del exilio en 1961, al llegar al país y constatar el escaso grado de desarrollo cultural del pueblo, abandona su estilo literario para hablar a las grandes masas desposeídas en un lenguaje pedagógico, llano y directo para contribuir con ello a su educación política. 

Después de la revolución de abril de 1965 se dedica a estudiar con el método científico del materialismo histórico; investigar, partiendo de las leyes generales del desarrollo, las características particularidades del pueblo dominicano. 


Los estudios más amplios de nuestra sociedad están contenidos principalmente en los materiales de estudio del programa de educación del partido y en las siguientes obras. 

Composición Social Dominicana: 

En esta obra JUAN BOSCH hace la primera interpretación en la República Dominicana de la historia nacional hecha a la luz de las luchas que han llevado a cabo las clases y las capas que han compuesto nuestra sociedad desde la conquista del país por parte de los españoles en el siglo XV hasta la muerte de Trujillo. Esta obra no solo ha servido de base para la formación política de los peledeistas, sino que se ha convertido en una obra de estudio y consulta de profesionales y estudiantes universitarios. 

Es la primera obra en nuestro país que hace un estudio de las clases sociales que lo componen y las capas comprendidas dentro de éstas. El demuestra cómo se produjo la composición social dominicana a partir de unos orígenes que no correspondían en el momento del Descubrimiento al esquema de la sociedad occidental y cómo esa composición fue definiéndose hasta llegar a ser lo que es hoy. 

Breve historia de la Oligarquía: 

En esta hace una reseña histórica de las oligarquías desde la oligarquía griega pasando por las americanas hasta la desaparición de las viejas oligarquías y el renacer de las nuevas oligarquías, que si bien no estaba compuesta por propietarios de esclavos, lo estaba por hombres que disfrutaban de las situaciones de privilegios que se originaban en las estructuras socio-económicas que seguían siendo muy parecidas, si no exactamente iguales a lo que habían sido en tiempo de la esclavitud. 

La tesis de que en la República Dominicana y en otros de América Latina no hubo feudalismo como existió en Europa, y que mucho menos se encontraba presente en nuestras relaciones de producción en el año en que escribió este libro, 1971. Con ello aclaró y contrarrestó a muchos historiadores que si sostenían que en nuestro país se daban relaciones de producción propias del feudalismo, pero que, sin embargo, no podían demostrarlo. 

En la gran obra De Cristóbal Colón a Fidel Castro: El Caribe Frontera Imperial, en la cual el autor, como indica el título de la obra, hace una, si no la más completa, por la riqueza de datos y fuentes consultados, de la historia de los pueblos del Caribe, cómo se formaron, los autores y múltiples intervenciones a que fueron sometidos y explica a qué se deben las condiciones económicas y sociales de cada uno de ellos. 


Clases Sociales en la República Dominicana 

En este el autor hace un estudio más detallado de las clases y capas que están presentes en nuestro país, llegando a una de sus tesis más sustentadas y. que le ha permitido más interpretar los hechos sociales y políticos que se dan en nuestro país. Esta sustentada y demuestra que la población dominicana es mayoritariamente pequeño burguesa y que la pequeña burguesía nuestra está compuesta de cinco capas: la alta, la mediana, la baja, la baja pobre y la baja muy pobre. Esta tesis de JUAN BOSCH le da pie para la fundación de un Partido de Liberación Nacional, el PLD. 


Los historiadores dominicanos y especialmente la izquierda sostuvieron por muchos años la existencia en nuestro país desde el siglo pasado, y algunos aun antes, de una burguesía y, por ende, su contraparte; el proletariado. JUAN BOSCH, como ya dijimos, sostiene la tesis de que el sector social predominante en nuestro país es la pequeña burguesía y dentro de ésta la más numerosa, la baja muy pobre. Esta tesis la sostiene BOSCH no sólo en esta obra, sino en varias de su autoría. 


Partiendo del conocimiento de la sociedad es que JUAN BOSCH concibe el Partido que crea en 1973, basándose en que la etapa política que se adecúa a nuestro país es la liberación nacional, esto es, ni un Estado dependiente, ni una sociedad socialista, porque ninguna de las dos responde a las exigencias de la realidad dominicana. 



















La Pequeña Burguesía en la Historia de la República Dominicana: 

En esta el autor describe los primeros 16 años de la vida republicana en nuestro país esto es, de 1844 a 1860. En ella se analizan, fundamentalmente, las luchas que llevaron a cabo los hateros representados y encabezados por Pedro Santana y las diferentes capas de la pequeña burguesía que tuvieron por jefe político a Buenaventura Báez; las capas altas en los primeros años de la ascención de Báez a los puestos más relevantes del Estado y después las capas más bajas. 


Trujillo, Causa de una Tiranía sin ejemplo: 

Es el primer ensayo que busca las causas reales en la explicación científica de la dictadura de 31 años a que fue sometido el pueblo dominicano. 


Otras obras que contienen fundamentalmente las tesis sustentadas por BOSCH, que dan creación a la teoría Boschista son La Guerra de Restauración; Dictadura con Respaldo Popular; El Estado; Orígenes y Desarrollo; El Partido; Concepción, Organización y Desarrollo, los cuales deben constituirse en lectura obligatoria para todos los peledeístas y para todo dominicano que desee conocer las características de nuestra sociedad, y las causas que han generado nuestro subdesarrollo y cómo él concibe las formas de salir de este estado de cosas y lograr un verdadero país libre e independiente. 

Los innumerables aportes del compañero JUAN BOSCH tanto en el campo de las Ciencias Sociales, las tesis sociales y políticas que plantea para la trasformación de la sociedad dominicana hicieron que los peledeístas adoptaran a partir de noviembre de 1987 el Boschismo como teoría del PLD. 

Para ello se propuso, primero en el Comité Político con 5 votos contra 4, luego en el Comité Central, con 19 votos a favor y 15 en contra, y luego, mediante un plebiscito celebrado en las bases, se aprobó con un 91.67% de los estamentos que conforman el Partido de la Liberación Dominicana. 

La teoría Boschista se sintetiza en lo que es el Partido único en nuestra América. Lo constituyen sus métodos, que es otra creación de JUAN BOSCH; métodos que le han permitido al Partido mantener su mística, su coherencia y su decisión de alcanzar el poder para desde allí transformar esta sociedad y convertirla en lo que concibieron sus fundadores, es decir, completar la obra que ellos dejaron inconclusa y que aún hoy, a pesar del sacrificio de tantos buenos dominicanos que han ofrendado sus sacrificios y sus vidas, todavía no se ha logrado. 

Es un compromiso histórico que tenemos los peledeístas; continuar estudiando, analizando los fenómenos y las características económicas, políticas sociales de neutro país, y cómo inciden en ellos los acontecimientos que se originan en otros países de la región o del mundo, dada la particularidad de la sociedad subdesarrollada, dependiente y deformada que nos caracteriza. Eso es lo que justifica histórica y políticamente el haber adoptado el boschismo como teoría oficial para que sirva de herramienta principal y facilite la teoría con la que nos hemos comprometido. 

El Boschismo no es solamente la teoría que estudia, analiza e interpreta la sociedad dominicana, sino también es la base política del método que nos ha permitido construir el Partido capaz de transformar esta sociedad, y la base que nos permite también crear y aplicar una táctica correcta que haga más factible el alcance de nuestro objetivo estratégico, que es la liberación nacional. 


El Boschismo enriquece toda teoría que se manifieste contra el oscurantismo, el caudillismo, el dogmatismo, el populismo, el oportunismo o la improvisación, males que han mantenido nuestra sociedad atada al atraso y al abuso de políticos deshonestos que se han aprovechado de la ignorancia del pueblo. 

JUAN BOSCH se ha esforzado por educarnos para superar esos males; ese es el compromiso que tenemos con el, con el partido y con el pueblo. 

Santo Domingo, R. D. 


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Propuesta del profesor Juan Bosch  para un gobierno de dictadura con respaldo popular

Bosch: el desengaño
“Durante años y años creí que políticamente la Verdad se hallaba en la llamada democracia representativa, pero sucedió que cuando el pueblo dominicano se lanzó a morir por esa democracia que yo, entre varios pero quizá más que muchos, le había enseñado a buscar, la tal democracia representativa sacó de sus entrañas la putrefacción, el crimen, la mentira, el abuso”
“vi a la soldadesca norteamericana llegar a Santo Domingo armada hasta los dientes para bombardear a la ciudad más vieja de América, para aniquilar el impulso creador de nuestro pueblo y para exterminar, como se hace con las fieras, a los luchadores democráticos dominicanos; vi a la República desamparada, engañada por los organismos internacionales y traicionada por la OEA” Juan Bosch (Tomado del libro: “Viaje a los antípodas”)

Fracaso de los frentes oligárquicos

Los datos que aparecen en este trabajo, extraídos de publicaciones hechas por instituciones oficiales latinoamericanas, demuestran sin ninguna duda que el sistema económico y social en que vive la América Latina ha fracasado y no puede ofrecer a sus pueblos ni estabilidad ni progreso ni libertad ni justicia.
Es más, no puede dar ni siquiera trabajo a todos los adultos, y ni aún a la mayoría de los adultos latinoamericanos, aunque se tratara de trabajo escasamente pagado.

¿A qué se debe el fracaso?

A que la América Latina vive desde hace largo tiempo dominada económica, social y políticamente por frentes oligárquicos, y estos son incapaces, por su propia naturaleza, de dirigir y realizar cualquier tipo de desarrollo. La posición de cada una de las clases y de cada uno de los sectores latinoamericanos que forman los frentes oligárquicos en el campo social y su tipo de relación con los medios de producción corresponden a épocas totalmente superadas por la economía y la sociedad moderna. La única de las fuerzas de esos frentes que por razones de su capacidad técnica y de su poder económico podría dirigir y realizar el desarrollo de la América Latina es el imperio-pentagonismo, pero sucede que éste va a América Latina precisamente para actuar sin las limitaciones que le impone el tipo moderno de sociedad que hay en los Estados Unidos. El imperio-pentagonismo va a la América Latina para poner en práctica allí los métodos de explotación que se aplicaban en los Estados Unidos antes del New-Deal o Nuevo Trato de Franklyn Delano Roosevelt, no para reproducir los que se aplican hoy en su propio país. El imperio-pentagonismo edifica en la América Latina fábricas modernas, pero mantiene en el orden social y político un tipo de organización atrasada, con el cual no hay riesgo de que acaben poniéndose en función en esos países los mismos frenos que funcionan en los Estados Unidos.
El fracaso de los frentes oligárquicos latinoamericanos es de tal naturaleza que ha terminado por hacer fracasar también al sector norteamericano que forma parte de ellos. Esto fue reconocido por el presidente Nixon, como se dice en este trabajo, al declarar que la alianza para el Progreso no había conseguido mejorar la situación de la América Latina. Efectivamente, la Alianza para el Progreso no ha podido favorecer el desarrollo latinoamericano, lo que se explica porque fue concebida para ayudar al desarrollo de una sociedad burguesa atrasada o en crisis, y resulta que la América Latina no es una sociedad burguesa sino oligárquica; por otra parte, el imperio-pentagonismo, que es un integrante de la oligarquía, desvía los fondos de la Alianza en provecho suyo y de sus compañeros de los frentes oligárquicos.

El fracaso de la Alianza ha sido de carácter económico y político, pero la intervención armada de 1965 en la República Dominicana fue la expresión de un fracaso político total. Desde el año 1934, cuando abandonó la política de intervenciones militares, el imperialismo norteamericano había realizado intervenciones ocultas, en las que el gobierno de los Estados Unidos tenía el cuidado de no comprometerse públicamente y sobre todo el de no usar sus fuerzas militares, pues necesitaba mantener a los ojos del mundo la idea de que sus relaciones con la América Latina eran honorables, las de un país que respetaba la soberanía de los demás países del Hemisferio Occidental y respetaba sus trabajos y sus compromisos internacionales. Pero esa política se derrumbó en abril de 1965, cuando todo el aparato gubernamental norteamericano, encabezado por el presidente Johnson, por el Consejo Nacional de Seguridad, el Departamento de Estado, la Secretaría de Defensa, el embajador ante las Naciones Unidas, la Cámara de Representantes y muchos senadores así como la maquinaria de propaganda oficial, fue dedicado al lanzamiento del poderío militar de la nación sobre la pequeña República Dominicana. El fracaso completo de una larga política interamericana condujo a Estados Unidos a usar su poderío armado en Santo Domingo. Ese fracaso era inevitable, puesto que es imposible mantener funcionando una contradicción tan patente como la que hay en un sistema capitalista manipulado políticamente por frentes oligárquicos.

El capitalismo es una empresa de la burguesía, y si no es así, fracasa. Se equivocan aquellos que tienen siquiera la más remota esperanza de que los frentes oligárquicos pueden resolver los problemas latinoamericanos.

El sistema está herido de muerte porque la contradicción que hay en su seno acabará matándolo. Ya están a la vista de todos los que tienen ojos para ver los síntomas de la destrucción de los frentes oligárquicos de la América Latina. Esos síntomas son la revolución de Cuba, la rebelión de jerarquías y sacerdocio de la Iglesia Católica y la Rebelión de los militares del Perú. En cuanto a la primera, sólo causas de carácter excepcional, que deben calificarse —y son— como fuerzas históricas en acción, pueden explicar un hecho así, producido en una dependencia económica, social y política de los Estados Unidos, situada a sólo noventa millas de las costas de la Florida; en cuanto al caso de la Iglesia y de los militares del Perú, no puede haber duda de que se trata de roturas de los frentes oligárquicos.

La rebelión de la Iglesia

Si este trabajo hubiera sido escrito antes de 1966, la Iglesia Católica habría figurado en la lista de los componentes de los frentes oligárquicos latinoamericanos. Pero a partir de la muerte del padre Camilo Torres, ocurrida en un combate de soldados contra guerrilleros que tuvo lugar el 15 de febrero de 1966 en el municipio de San Vicente, Colombia, la Iglesia Católica comenzó a adoptar una actitud cada vez más crítica ante las oligarquías de nuestros países.

Las prédicas del obispo Dom Helder Cámara, en el Brasil, seguidas por la Asamblea de Obispos de América celebrada en Medellín, Colombia, en abril de 1968; el “Manifiesto de
los Obispos del Tercer Mundo” (ver El Nacional, Santo Domingo, 6 de octubre de 1968, p.20 ss), en el que aparecen las firmas de varios obispos latinoamericanos y en el que pueden leerse frases como ésta: “Así evitaremos que algunos confundan a Dios y la religión con los opresores del mundo de los pobres y de los trabajadores, que son, en efecto, el feudalismo, el capitalismo y el imperialismo”; la declaración de los obispos del Perú, en la que se denunciaron la injusticia y la miseria del país diciendo que esa situación “es la consecuencia de un proceso a escala mundial caracterizado por la concentración del poder económico y político en las manos de muy pocos y por la existencia de un sistema económico imperialista” (ver “Bishops indict rich minority in Peru”, The Times, London, January 29, 1969, p.5); la declaración de los obispos argentinos que acusan de pecadores a los que “por egoísmo o insensibilidad erigen o mantienen estructuras opresoras” y proclaman la necesidad de que se inicie “un proceso de liberación donde quiera que haya opresión en los dominios jurídico, político, cultural, económico y social” (ver “Les Evêques ont vivement critiqué la politique économique et sociale du Gouvernement”, Paris, Le Monde, 6 de mayo de 1969, p.10); la actitud de varios obispos de la República Dominicana, que se han colocado enérgicamente frente a los latifundistas del país; todo eso indica que la Iglesia Católica ha resuelto no sólo abandonar los frentes oligárquicos latinoamericanos, en los cuales había figurado durante más de un siglo, sino que además ha salido a participar activamente en la tarea de desmantelar esos frentes. Aunque por razones explicables las declaraciones de los obispos y de las altas personalidades de la Iglesia Católica de la América Latina son las que más se difunden, el movimiento está animado en todas partes por los sacerdotes de más bajo nivel, y entre ellos ocupan un lugar prominente los jesuitas. Uno de estos, el padre y sociólogo argentino Alejandro del Cerro, hablando en un congreso internacional en Quebec, Canadá, dijo que “la violencia es la única solución que la gente puede encontrar cuando el 70 por ciento de sus hijos sufren desnutrición”. El cable de la Associated Press en que se daba la noticia terminaba diciendo: “Agregó el jesuita que los norteamericanos deben prepararse a ver cómo toda Latinoamérica se convierte en socialista” (ver el recuadro “Violencia”, en El Nacional, Santo Domingo, 8 de octubre de 1968, p.11).

Desde antes de terminar el siglo XVIII varios sacerdotes latinoamericanos comenzaron a tomar la delantera en la lucha por la independencia de los países latinoamericanos, y a principios del siglo pasado eran numerosos los que predicaban la necesidad de conquistar la independencia y fueron también muchos los que participaron en las tareas de la independencia, tales como el padre Henríquez, de Chile, y el también padre chileno Cortés Madariaga, cuya actuación fue decisiva en la formación de la junta de gobierno de Caracas en abril de 1810; el padre Hidalgo, iniciador de la guerra independentista de México, y su continuador, el cura Morelos. La actitud de los sacerdotes rebeldes de la América Latina no es, pues, ninguna novedad y no debe disminuirse su tremenda importancia, vista la influencia que ha tenido siempre la Iglesia Católica sobre las masas de nuestros países.


El golpe militar del Perú, 1968

Desde el punto de vista de la composición de las fuerzas oligárquicas, ninguna de las nacionales es más importante que el poder militar, pues los ejércitos han sido la base nacional de cada frente oligárquico. Desde que el imperialismo tomó el control de los ejércitos latinoamericanos por medio de las misiones militares norteamericanas, de las ayudas en equipos, de la educación en Estados Unidos y Panamá y del adoctrinamiento político, las fuerzas armadas de la América Latina han reforzado el poder de los frentes oligárquicos. Puede medirse la frecuencia con que esas fuerzas armadas han derrotado gobiernos democráticos si se toma en cuenta que sólo en los años de la Alianza para el Progreso —1962 en adelante— ha habido 16 golpes de Estado en la América Latina, es decir, a razón de dos por año. Catorce de ellos se dieron bajo el pretexto de que los gobiernos derrocados eran comunistas o pro-comunistas. Sin embargo el golpe número 15 no siguió el patrón establecido. Ese patrón seguía unas líneas ya tradicionales: declaración de fe anticomunista y de sentimientos “pro-occidentales, al lado del mundo libre”; medidas para perseguir a demócratas y comunistas, disolución de partidos políticos de tendencias burguesas. Al derrocar al gobierno de Belaúnde Terry en el Perú, los autores del golpe número 15 no hicieron nada parecido, al contrario, declararon nacionalizada la empresa petrolera norteamericana International Petroleum Company y tomaron medidas para limitar el capital extranjero invertido en la banca del país; después pasaron a establecer relaciones diplomáticas y comerciales con la Unión Soviética y con otros países socialistas. El golpe peruano de 1968 fue, pues, un golpe dado al frente oligárquico. Con él quedó roto el esquema tradicional del papel que habían venido jugando los ejércitos latinoamericanos dentro de los frentes oligárquicos.

¿Por qué actuó así el ejército del Perú?

Porque a pesar de que se ha dicho sostenidamente que las fuerzas armadas de nuestros países forman una casta militar de origen oligárquico, la verdad es que desde hace años las fuerzas armadas han pasado a ser canales de ascenso social para la pequeña burguesía, y para 1968 eran mayoría los oficiales latinoamericanos que procedían de la pequeña burguesía, a menudo de su nivel más bajo. Ahora bien, como se explicó ya en este trabajo, en la pequeña burguesía hay hombres con sentimientos revolucionarios, unos de tendencia burguesa y otros de tendencia socialista. Por otra parte, el hecho de que las oligarquías impidan el desarrollo de las burguesías latinoamericanas se traduce en una radicalización de la baja —y parte de la mediana— pequeña burguesía, puesto que éstas ven cerrado por la parte más alta su canal de ascenso hacia la burguesía. En ocasiones esa radicalización se produce dentro del campo de la revolución burguesa, y determina a actuar a aquellos que tienen alguna forma de poder. Los militares peruanos estaban en ese caso y actuaron. Al hacerlo iniciaron la rebelión militar contra los frentes oligárquicos de la América Latina.
La actitud de obispos y sacerdotes católicos y el golpe de 1968 en el Perú son señales de que la América Latina ha entrado en una nueva etapa histórica. Para precipitarla y darle sentido social hay que organizar todas las fuerzas revolucionarias del Continente a fin de establecer la Dictadura con Respaldo Popular, el régimen que se encargará de desmantelar definitivamente a los frentes oligárquicos de nuestros países.

¿Qué será la Dictadura con Respaldo Popular?

La Dictadura con Respaldo Popular será un nuevo tipo de Estado que se dedicará a:

1º garantizar trabajo, salud y educación a todos aquellos que actualmente no disfruten de esos atributos;

2º garantizar absolutamente todas las libertades fundamentales del ser humano; la supresión del hambre y sus funestas consecuencias sociales; de la explotación de unos hombres por otros que tienen el dominio de los bienes de producción; del terror gubernamental, policial o de otra índole;

3º garantizar la verdadera igualdad de todos los ciudadanos, no sólo ante las leyes del Estado sino también ante aquellas que no están escritas y sin embargo mantienen divididos a los seres humanos por razones de raza, religión, estado social, cultura y sexo, y las que lanzan a luchar a unos contra otros para arrebatarse, o no dejarse arrebatar, la comida, la posición y los derechos.

La Dictadura con Respaldo Popular no será la llamada democracia representativa, sistema político propio de la sociedad burguesa, que ha venido fracasando en la América Latina durante más de siglo y medio. No lo será, porque la democracia representativa, en el mejor de los casos, no puede garantizar trabajo, salud y cultura para todo el mundo; no puede garantizar las libertades fundamentales del ser humano y no puede garantizar su verdadera igualdad, dado que se trata de un sistema político y social fundamentalmente injusto, que se organiza y se sostiene sobre el principio de que hay hombres con derecho a explotar a otros y los hay con el deber de dejarse explotar.
A fin de asegurar no sólo el respeto a las libertades de todos, sino también los derechos de cada uno y los de cada clase o sector social a disfrutar, en condiciones de igualdad con todos los demás, de los beneficios que pueda proporcionar la sociedad, en el gobierno de la Dictadura con Respaldo Popular estarán representados, a través de las personas que ellas escojan libremente, todas las organizaciones del pueblo, las políticas, las sindicales, las económicas, las culturales, las científicas, las religiosas, las deportivas, el ejército, la policía, los empleados públicos y cualquier otra organización de cualquier índole. Los representantes de esas organizaciones actuarán al nivel de todos los órganos del Estado, desde las aldeas o secciones campesinas, los barrios de las ciudades, las provincias o estados, hasta el gobierno nacional, y en ninguno de esos niveles podrá tomarse medidas que no sean aprobadas libremente por la mayoría de esos representantes.
Para establecer un Estado que pueda llevar a cabo los fines que se propone, la Dictadura con Respaldo Popular comenzará por afirmar la plena independencia del país, y por tanto tomará las medidas que sean necesarias a fin de cortar toda influencia extranjera que se ejerza sobre instituciones, empresas o personas, venga de donde viniere y sea cuál sea su ideología.

Con el propósito de desmantelar el frente oligárquico la Dictadura con Respaldo Popular procederá en primer lugar a nacionalizar las empresas que pertenezcan a extranjeros, o la parte que puedan tener firmas extranjeras en empresas nacionales, y procederá a pagarlas con un tanto por ciento de los beneficios que den esas empresas o partes de empresas; pero no nacionalizará viviendas personales ni explotaciones agrícolas o establecimientos de otra índole pequeños que pertenezcan a extranjeros ni permitirá que ningún extranjero sea perseguido por el hecho de serlo; procederá también a nacionalizar los latifundios nacionales, y compensará adecuadamente a aquellos de sus propietarios que hayan luchado en favor del establecimiento del nuevo régimen. Los latifundios serán declarados propiedades sociales y serán entregados a los campesinos para que los trabajen bajo el sistema de cooperativas; procederá asimismo a nacionalizar la banca, que seguirá siendo administrada por los que trabajen en ella, pero declarada propiedad social; y procederá a nacionalizar el comercio exportador-importador, cuya administración quedará en manos de los empleados y obreros que los están sirviendo en el momento en que se implante el nuevo régimen político, pero bajo la supervisión del Estado y con la participación de éste en los beneficios. En los casos de la banca, del comercio exportador y de otras empresas, se compensará también adecuadamente a los propietarios nacionales o extranjeros que hayan luchado en favor del establecimiento de la Dictadura con Respaldo Popular.

La Dictadura con Respaldo Popular no será un régimen antiburgués, y por lo mismo sólo podrá nacionalizar las empresas de aquellos burgueses nacionales que se opongan a su implantación o que después de establecida actúen para derrocarla; pero tampoco establecerá una sociedad burguesa, y por esa razón tomará medidas para impedir que las empresas burguesas sean ampliadas en número o en poder político y social. A nadie se le confiscarán sus capitales, pero su inversión será regulada por la ley.

Todos los propietarios de empresas burguesas, sean campesinas o urbanas, agrícolas, ganaderas, industriales o comerciales —con la excepción de las de importación y exportación— podrán seguir al frente de ellas, en asociación con sus trabajadores y con el Estado, sin temor alguno de que sean perseguidos económica, política o socialmente, y sus organizaciones tendrán representación en el Estado como cualquiera otra organización.

Las propiedades agrícolas o urbanas de la pequeña burguesía serán escrupulosamente respetadas hasta el límite en que sus beneficios no se obtengan a base de la explotación del trabajo ajeno. Los campesinos dueños de propiedades pequeñas y medianas recibirán todos los beneficios que puedan proporcionar las cooperativas campesinas, pero sólo en el caso de que deseen asociarse a las cooperativas por su propia voluntad, pues la ley no podrá obligar a nadie a participar en las cooperativas campesinas o urbanas si no lo desea. Toda empresa que funde el Estado será propiedad social, administrada por los que trabajen en ella.

La Dictadura con Respaldo Popular respetará en sus cargos a los empleados públicos que no conspiren o actúen contra ella, y en este último caso, como en todos los de este tipo que se presenten las acusaciones de conspiración o actuación contra el nuevo régimen tendrán que ser probadas en juicio público, pues todos los ciudadanos deberán vivir libres del miedo de ser perseguidos injustamente.

La Dictadura con Respaldo Popular procederá a garantizar a todos los niños y jóvenes la educación totalmente gratuita, incluyendo en este concepto libros, material escolar, transporte, atención médica y medicinas y alimentación, y organizará escuelas de todos los tipos para los adultos que deben aprender cualquier oficio y cualquier carrera, o para aquellos que desean ampliar sus conocimientos.

La Dictadura con Respaldo Popular establecerá como derechos fundamentales, el de los campesinos a la tierra, el de todos los hombres y mujeres al trabajo, el de todos los niños y jóvenes a la educación, el de todo el pueblo a la salud, a la igualdad, y  a que se respeten integralmente su libertad, su dignidad y los atributos de la personalidad humana de cada ciudadano.

Los mandos de las Fuerzas Armadas y los cuerpos policiales serán confiados a aquellos de sus miembros, sean oficiales, sargentos, cabos o rasos, que hayan dado pruebas de que defienden y hacen respetar los principios de la Dictadura con
Respaldo Popular.

No se perseguirá en ninguna forma a las personas que hayan sido adictas a los frentes oligárquicos, a menos que actúen contra la Dictadura con Respaldo Popular en el proceso de la toma del poder por el nuevo régimen o después de establecido.

Las leyes que deberán regular el funcionamiento de la Dictadura con Respaldo Popular serán elaboradas por el pueblo, a través de todas las organizaciones, mediante decisiones tomadas libre y democráticamente.

¿Con quiénes debe contarse?

La Dictadura con Respaldo Popular es un régimen llamado a beneficiar a casi toda la población, pero no toda va a luchar por ella. Habrá algún miembro de la oligarquía que lo haga, habrá burgueses que lo hagan también, porque en todas las clases sociales aparecen hombres y mujeres dispuestos a sacrificar sus privilegios en favor del bien de todos, pero debe esperarse que la oligarquía y la burguesía combatan la idea de la Dictadura con Respaldo Popular; los primeros, porque se trata de una revolución antioligárquica, y los segundos, porque la propaganda norteamericana los ha convencido de que cualquier cambio que se haga en nuestros países será en perjuicio suyo. Puede darse por descontado que en la pequeña burguesía, una parte del sector alto se opondrá a la Dictadura con Respaldo Popular con más vigor todavía que la burguesía, pues a ello la llevará su inclinación a insertarse en el mundo de la oligarquía. Pero no puede decirse lo mismo de la mediana pequeña burguesía; en ese estrato la idea de la Dictadura con Respaldo Popular hallará numerosos defensores y algunos activistas, especialmente en el campo de los intelectuales, los artistas y los profesionales. El número de los defensores y los activistas será mayor aún entre los pequeños burgueses del sector bajo, especialmente
del que se halla lindando con el proletariado, que es donde están situados los que podemos calificar como el alto semiproletariado, pues hay otro semiproletariado, al que podríamos llamar bajo, que está situado entre los obreros y los desempleados. El ala de la baja pequeña burguesía que ha renunciado a la ilusión de pasar a la mediana y a la alta, que se ha desengañado de la llamada democracia representativa, será partidaria de la Dictadura con Respaldo Popular. Tanto en la mediana como en la baja pequeña burguesía se hallarán también enemigos irreconciliables de la Dictadura con Respaldo Popular, y probablemente en mayor número, relativamente, que en la alta. Hay que tener en cuenta que, como se dijo arriba, la pequeña burguesía quiere reformas que faciliten su paso hacia la sociedad burguesa, y que en ella hay una parte reaccionaria que maquina, lucha, trabaja y conspira en favor de los frentes oligárquicos porque las oligarquías son al mismo tiempo el modelo que la atrae y el campo de negocios donde con mayor rapidez y facilidad puede hacerse de poder y de dinero; hay que recordar también lo que se dijo de una parte de la baja pequeña burguesía que para evitar caer al nivel del proletariado y aun al de los desocupados y subempleados se presta a toda clase de inmoralidades, a ser espías y asesinos a sueldo. Así, pues, los activistas de la Dictadura con Respaldo Popular que procedan de la pequeña burguesía, que no sean conocidos como revolucionarios honestos, tienen que ser sometidos a un proceso de educación revolucionario metódico, libre de prejuicios, pero encaminado a hacer de cada uno de ellos un hombre y una mujer conscientes de cuáles son sus vicios de clase y cómo debe despojarse de ellos para servir mejor al Pueblo. De todos modos, en la República Dominicana, que es el país de América Latina al cual va destinado este trabajo, se conocen en sentido general todos aquellos que tienen voluntad de cambios revolucionarios y decisión para ejecutarlos, y la obra de educarlos para que superen sus vicios de clase no será una tarea difícil; tal vez lo sea más en otros países de mayor población que no se encuentran en medio de un proceso de agitación como el que viene atravesando Santo Domingo desde 1961. Toda la clase obrera será beneficiada en conjunto por la Dictadura con Respaldo Popular porque en el caso de las empresas privadas pasará a ser asociada, lo que le proporcionará seguridad.
Es probable que entre los trabajadores haya varios, y tal vez muchos, indiferentes a la hora de luchar por la implantación de la Dictadura con Respaldo Popular, dado que en países
donde el desempleo es tan alto, los que reciben un salario y tienen las ventajas de los seguros sociales son en cierto sentido privilegiados, pero probablemente serán muy pocos los que se opongan a ellas; entre estos se hallarán sin duda los líderes que se encuentran al servicio del imperio-pentagonismo, como asalariados de los agregados, obreros de las embajadas norteamericanas y agentes de la American Federation of Labor Congress
of Industrial Organization (AFL-CIO).

La Dictadura con Respaldo Popular encontrará partidarios ardientes entre los semiempleados o subempleados del sector bajo, es decir, aquellos que proceden de los sin trabajo o chiriperos y están situados entre estos y los trabajadores. Aunque parezca extraño, en esos dos sectores sociales se forma pequeña burguesía, lo que se explica porque la generalidad no puede aspirar ni siquiera a un puesto de trabajo en una fábrica, dado que las sociedades latinoamericanas no están en capacidad de ofrecer puestos de trabajo a todos los que necesitan trabajar; y en esa situación, miembros de esos sectores
buscan medios de vida en actividades personales, como ventas ambulantes y trabajos de artesanía de escaso valor. Lo más lógico es que en esa baja pequeña burguesía que surge de lo más profundo de la porción más oprimida de nuestros países haya algunos que prosperen y otros que no prosperen; los primeros se sentirán naturalmente inclinados hacia los frentes oligárquicos, y también naturalmente deben ser enemigos muy activos de la Dictadura con Respaldo Popular, de manera que sería inútil buscar entre ellos quienes la apoyen; pero los segundos, que son la mayoría, la apoyarán resueltamente.

Todos los campesino sin tierra, y los que tengan tierra en tan poca cantidad que no les dé para mantener su familia en un nivel decente, así como los trabajadores campesinos que
sólo encuentran trabajo en épocas de cosechas, y aun en esas ocasiones son mal pagados, serán partidarios de la Dictadura con Respaldo Popular, ya que ésta les proporcionará a los
primeros tierras para ser cultivadas en cooperativas, y a los segundos les ofrecerá la ayuda de las cooperativas y precios buenos, fijos y beneficiosos para sus productos, y trabajo permanente a los terceros.

Ninguna clase social o sector de clase apoyará la Dictadura con Respaldo Popular con tanto entusiasmo como los desempleados, sin trabajo o chiriperos de las ciudades. En los países de la América Latina, estos son, en verdad, los más explotados de todos los explotados. No son ni siquiera una reserva de mano de obra barata, puesto que bajo el actual sistema económico, social y político, no tienen ni podrán tener esperanzas de mejorar su suerte; no podrán jamás vivir con decencia y seguridad. No habrá nunca suficientes industrias
para darles trabajo, ni suficientes tierras para que ellos puedan producir, ni suficientes escuelas y hospitales para ellos y sus hijos, a menos que el sistema actual sea transformado totalmente, tal como lo hará la Dictadura con Respaldo Popular.
Poner a producir a esos hombres y mujeres, que son y representan a más de cien millones de seres humanos en la América Latina, significará doblar en poco tiempo la producción de todos o casi todos los artículos de primera necesidad.
Esto es absolutamente imposible de lograr ahora, cuando 5 de cada 100 personas toman para sí 30 pesos de cada 100 que producen, pero no lo será cuando la Dictadura con Respaldo Popular implante un sistema en el que de cada 100 pesos producidos se beneficiarán todos por igual.

Por último, la Dictadura con Respaldo Popular encontrará partidarios ardientes entre los jóvenes de las capas de la población que van desde los desempleados o chiriperos hasta la alta pequeña burguesía, sobre todo los estudiantes. En la porción de esa juventud procedente de la pequeña burguesía habrá que prever que además de los vicios de clase se producirán desvíos hacia el aventurerismo y el oportunismo pero también habrá que tener en cuenta que en ella hay abundante material de líderes y decisión de lucha.

La lucha que deberán llevar a cabo nuestros pueblos para transformar de cuajo, real y verdaderamente, las estructuras latinoamericanas será larga y dura, y por esa razón sería locura rechazar cualquier fuerza que contribuya o pueda contribuir en la gran tarea. Es más, en la obra gigantesca que nos espera a todos, el que sume un enemigo a la causa de la Dictadura con Respaldo Popular estará actuando como traidor. Pero también actuará como traidor el que lleve a la lucha por la Dictadura con Respaldo Popular los vicios y las desviaciones que son parte de los hábitos de ciertas clases y sectores sociales, y actuarán con resultados tan malos como la traición los dirigentes que dejen pasar las manifestaciones de esos vicios y esos desvíos sin tratar de enmendarlas.

Principios generales y organización

La implantación de la Dictadura con Respaldo Popular debe ser el resultado de un trabajo metódico, que excluya toda posibilidad de acciones aventuradas, descabelladas y precipitadas, y que asegure la participación del Pueblo en todas las medidas que se tomen a lo largo del proceso de formación de conciencia, de organización y de conquista del poder. Toda actividad que se realice sin contar con el pueblo, a  sus espaldas y sin tomarlo en cuenta por encima de todas las cosas, es profundamente reaccionaria. Cuando a la hora de tomar decisiones se actúa creyendo que el Pueblo desea lo que desea un grupo de dirigentes, se lleva a cabo un acto de suplantación de la masa por los líderes, y esto quiere decir que ese grupo de líderes se considera superior al Pueblo, más inteligente o más autorizado que el Pueblo. La suplantación del Pueblo por aquellos que lo dirigen o aspiran a dirigirlo se paga siempre con el abandono de las masas, pues éstas saben mejor que nadie qué quieren y qué necesitan, y acaban dándoles las espaldas a aquellos que se toman a sí mismos por sus representantes sin respetar su derecho a expresarse, sin haberse ganado con una conducta genuinamente popular el derecho a representarlas. Para representar a las masas hay que convivir sincera y honestamente con ellas, hay que conocer sus problemas, sus inquietudes y sus ideas.

La Dictadura con Respaldo Popular sólo podrá alcanzar el poder cuando cuente con el apoyo de las masas, y eso sucederá cuando el Pueblo haya adquirido confianza y fe en la idea, en la organización y en los hombres encargados de llevar a la práctica la Dictadura con Respaldo Popular, al punto que identificará esa idea, a esos hombres y a su organización con su necesidad de libertad y justicia, de respeto y bienestar. La Dictadura con Respaldo Popular deberá ser, pues, eminentemente popular antes, durante y después de tomar el poder, y su única fuente de poder deberá ser la voluntad del pueblo.

Para convertirse en los depositarios de la fe del Pueblo y en sus directores, los partidarios de la Dictadura con Respaldo Popular deberán organizarse en un frente en el cual trabajen
metódicamente, con disciplina y al mismo tiempo con libertad creadora. Las tareas de desarrollar la tesis de la Dictadura con Respaldo Popular, así como de elaborar la estrategia, la táctica y los programas que deberán ser aplicados en cada ocasión, deberán ser el producto del trabajo en común de todas las fuerzas reunidas en ese frente. La presencia en el Frente de la Dictadura con Respaldo Popular de todas las fuerzas antioligárquicas, y por tanto antiimperio- pentagonistas, cada una disfrutando de su independencia pero todas unidas en un fin común, garantizará que a través de la mutua vigilancia ideológica, estratégica y táctica se mantenga perennemente vivo y alerta el propósito de transformar de cuajo las estructuras sociales de nuestros países para edificar con ellos el hogar de la libertad y el reino de la justicia.


París, 6 de mayo de 1969.


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