sábado, 29 de julio de 2017

LOS ESTUDIANTES, LA IZQUIERDA Y EL PENSAMIENTO DE MAO


Por Sebastián del Pilar Sánchez.- 
En el verano del año 1968 se había escuchado por primera vez en el barrio a un joven usando la palabra maoísmo, refiriéndose a una corriente ideológica del marxismo que impactaría muy pronto en amplios sectores sociales, al ser admitida en el seno del Movimiento Revolucionario 14 de Junio y en un partido de arraigo social como el Movimiento Popular Dominicano (MPD), los cuales desde el año 1960 se habían interesado en la excepcional evolución del socialismo en China, influidos por la extraña fascinación política que exteriorizó el Che Guevara en su visita a la ciudad de Beijing el 19 de noviembre de 1960, donde confesó -al final de su entrevista con el Gran Timonel Mao Tse Tung, el primer ministro Chou En-lai y los principales dirigentes de la potente nación oriental- su admiración creciente por el proceso de cambios que experimentaba el gigante asiático y su veneración por la gran personalidad del líder de aquella revolución.
Guevara era el presidente del Banco de Desarrollo Nacional de Cuba y estuvo allí junto a un joven periodista ecuatoriano, elegante y distinguido, llamado Fernando Maldonado Donoso, quien a los 26 años había sido electo secretario general del Partido Social Revolucionario de Ecuador; y el economista chileno, de ascendiente italiano, Albán Lataste, viceministro de Economía en Cuba, aunque poco después perdería su puesto por una riña verbal que sostuvo con el primer ministro Fidel Castro, teniendo que regresarse a Chile (su país de origen), donde se desenvolvería tiempo después como presidente del directorio del Banco del Estado.

Cuatro años más tarde, en el verano de 1964 se produjo la visita a China de un dirigente político dominicano, el joven estudiante de arquitectura Cayetano Armando Rodríguez del Prado, quien ya había palpado la experiencia socialista de Cuba y conocía a su primer ministro Fidel Castro, y llegaba ahora a la nación oriental acompañado del señor Ilander Selig, también dominicano de origen judío, atendiendo a una invitación hecha en 1962 por el líder estudiantil chino Li Chi-tao, durante el congreso de la Unión Internacional de Estudiantes, celebrado en la ciudad de San Petersburgo. 
A su llegada a China, Rodríguez del Prado tuvo la suerte de codearse con los más altos dirigentes de la revolución socialista, en su fase esplendorosa; siendo increíblemente atendido por el propio  presidente Mao Tse Tung, que los recibió -a Selig y a él- con un apretón de manos en su oficina frente a la Plaza de Tiananmen, brindándoles cigarrillos y fósforos, para que los encendieran y pudieran así pasar a la historia como los únicos dominicanos que tuvieron el honor de compartir un momento con ese gran revolucionario.

Cayetano Rodríguez del Prado había sido uno de los principales líderes estudiantiles en el momento en que se reclamaba la autonomía universitaria en 1961 y era el autor del famoso “Plan Cayetano” que se llevó de encuentro a las autoridades trujillistas de la primera universidad del Nuevo Mundo, y su visita a este territorio perseguía conocer el modelo socialista chino, ya que él era un alto dirigente del  Movimiento Popular Dominicano,
Hasta ese momento poco se conocía la palabra maoísmo en el país y vino a ser en este verano de 1968 cuando de modo inocente se hizo mención de ese término en nuestro barrio, durante una conversación de adolescentes reunidos en la nueva residencia del joven Dante Lino Galán Marte, quien había invitado a sus amigos de infancia a compartir unas horas de alegría escuchando un par de discos de larga duración con las canciones románticas que elevaron al sitial más alto de la fama a los Beatles (“Something”, “Yesterday”, “A Day in The Life”, “And I LoveHer”, etc.), cantadas por Paul McCartney y John Lennon, siguiendo la excelencia rítmica de sus guitarras y la sonoridad de una batería tocada de modo incomparable por el genial Ringo Starr, para hacer vibrar de emoción a los chicos congregados en el patio de aquella vivienda recién estrenada, edificada por el abogado y general policial, doctor Antonio de los Santos Almarante (su padre adoptivo), en un amplio solar de la avenida 27 de Febrero, en la proximidad del lugar donde poco después se construiría el Centro Olímpico Juan Pablo Duarte. 

Se aseguró allí que el maoísmo se había “regado como la verdolaga” en los barrios de Villa Consuelo y San Juan Bosco, como resultado de un trabajo de captación de simpatizantes realizado por un joven de 20 años, llamado Franklin Aponte Grullón, residente en la casa No. 21 de la antigua calle Azua, quien sorprendentemente tenía sólida identidad cristiana; pues había sido formado por los hermanos jesuitas que imparten docencia en el Colegio Dominicano La Salle, pasando luego al Colegio Universitario y estando un año en la escuela de Ingeniería Civil de la UASD, donde entró en contacto con una organización de orientación maoísta, de la que se hizo un fervoroso militante, provocando que sus padres lo sacaran del país y lo matricularan en la misma carrera, pero en el recinto de Mayagüez de la Universidad de Puerto Rico.

Luego se supo que esa labor había sido retomada por un estudiante de periodismo, de 23 años,  residente en la calle San Francisco de Macorís No. 29, del sector de San Juan Bosco, llamado Francisco Gregorio Hiciano Díaz, quien comenzaba a desenvolverse  en el campo de la comunicación como reportero de un espacio noticioso radial y era una persona muy conocida en la parte alta de la Capital.
Igualmente se mencionaba a los hermanos José y Julio Popa Santiago, unos vecinos de la calle Doctor Tejada Florentino (cerca de la Voz Dominicana), quienes habían estudiado en el colegio Don Bosco, siendo compañeros de clases de una parte de los chicos presentes en aquel acto festivo en la morada del amigo Galán Marte; y que en los años de la infancia, fueron sus adversarios favoritos en los juegos de pelota realizados en el oratorio Don Bosco, en el estadio deportivo de la escuela normal y en un viejo campo de beisbol improvisado en los terrenos donde había operado el antiguo aeropuerto de la ciudad, llamado General Andrew.

Esos hermanos gozaban de mucha simpatía en el barrio, por su sobresaliente actuación deportiva, y se contaron entre los primeros jóvenes sumados a un nuevo grupo maoísta que fue constituido el 24 de octubre de 1966 con el nombre de Partido Comunista de la República Dominicana, identificado al principio por las siglas PCRD, surgido de la Primera Conferencia de Cuadros Profesionales salidos del Movimiento Popular Dominicano (MPD),afirmando como Lenin que “no puede haber un solo  movimiento revolucionario sólido, sin una estable organización de dirigentes que mantenga la continuidad”, y que “mientras más numerosa sea la masa arrastrada espontáneamente a la lucha, constituyendo su base y participando en ella, más indispensable es esa organización y más sólida debe ser, pues de otro modo sería fácil a los demagogos arrastrar las capas atrasadas de la masa”. Esa nueva entidad salió a la luz pública postulando que el partido comunista sólo debía estar constituido por revolucionarios profesionales y que su objetivo estratégico sería una sociedad sin clases donde impere el principio de “a cada quien según su necesidad, de cada quien según su capacidad”, para construir una sociedad donde no haya explotados ni explotadores, donde llegaría inevitablemente la humanidad guiada por la clase obrera a través de la Dictadura del Proletariado.
Los Popa eran chicos populares, nacidos y criados en ese populoso sector, y no les fue difícil influir en otros jóvenes  que se abrazaron a sus ideas y se adhirieron a un proyecto orgánico juvenil, para contribuir con su esfuerzo a la formación de células de militantes que se movilizaban por todos los suburbios, llevando en el bolsillo o debajo del brazo el famoso “libro rojo” del maoísmo, dispuestos a enfrentar con valentía y fervor la restricción a la literatura marxista impuesta por el Estado; la cual penaba con cárcel y torturas la simple lectura de las citas filosóficas y las ideas políticas del líder chino Mao Tse Tung, así como sus conceptos sobre la guerra y la paz, la lucha de clases, las contradicciones sociales y otros temas inscritos en los textos de consulta recomendados por los profesores de ciencias políticas y de filosofía en las cátedras universitarias.
Otro libro influyente fue “Viva el Triunfo de la Guerra Popular”, escrito por el mariscal Lin Piao, ministro de Defensa y en ese momento principal colaborador de Mao, difundido en el país en 1969; pero sin duda que el “libro rojo” fue el factor clave en la labor política de esos jóvenes para lograr que creciera en los barrios la simpatía por esas ideas; pues como nos ilustra el brillante economista Yván Rodríguez Batista, quien fuera un militante organizado en las filas del MPD en 1968, en la preparación ideológica de esos muchachos influyó sobremanera el seguimiento constante que daban a la evolución de la Revolución Cultural iniciada en China en 1966 y el estudio continuo de las “Cuatro tesis filosóficas” y los trabajos de “Guerra Prolongada y Problemas Estratégicos de la Guerra de Guerrilla Antijaponesa”, de Mao. También fue fundamental la lectura de los tres artículos permanentes, difundidos en el semanario del partido, que eran “El Viejo Tonto que removió las montañas”, “Servir al Pueblo” y “En Memoria de Norman Bethune”, un médico canadiense amigo de Mao.
Intervino de igual modo en el auge del maoísmo el enfrentamiento entre los partidos comunistas de la Unión Soviética y de China, influenciado, entre otros factores, por el problema del culto a la personalidad de Stalin, la tesis de la coexistencia pacífica formulada por los rusos, y el hecho de que la mayoría de los grupos de izquierda (con excepción del Partido Comunista Dominicano) eran antisoviéticos.
En el empuje de esa lozana fuerza maoísta, en su fase inicial, tuvo mucho que ver que entre los promotores para fundar un grupo con el nombre de “Juventud Comunista” estuvieran los principales dirigentes estudiantiles de la época; sobresaliendo la figura cimera del bachiller Alexis Licairac Díaz, quien a la salida de Amín Abel Hasbún de la UASD, asumió el liderazgo y la secretaría general del grupo FRAGUA, siendo su candidato a presidir la Federación de Estudiantes Dominicanos (FED) en las elecciones del viernes 15 de julio de 1966, donde obtuvo Mil 587 votos, venciendo por 405 a su rival más cercano, el bachiller santiaguero Lucas Rojas, quien representando el color verdinegro del Bloque Revolucionario Universitario Cristiano (BRUC), acumuló Mil 182 sufragios, agenciándose la vicesecretaría general de la FED y otros cuatro puestos ejecutivos, mediante la aplicación de la regla de la proporcionalidad que era también una garantía para la representación minoritaria que encarnaba el Frente Universitario Radical Revolucionario (FURR), de orientación perredeísta, quien apenas pudo alcanzar 171 votos, quedando sin representación en el gremio estudiantil.
Para que se tenga una idea clara del prestigio de los líderes estudiantiles que participaron en esta justa comicial, diremos que además de Licairac y Lucas Rojas, el comité ejecutivo central de la FED quedó compuesto por seis bachilleres del grupo FRAGUA y cinco del BRUC; eran ellos, Narcisazo (Narciso) González (FRAGUA), secretario de asuntos nacionales; Eddy García (BRUC), secretario de organización; Diómedes Mercedes (FRAGUA), secretario de asuntos educacionales; Luis Ernesto Brea (BRUC), secretario de bienestar estudiantil; Carlos Dore Cabral (FRAGUA), secretario de prensa y propaganda; Julio Samuel -Jimmy Sierra Gómez (BRUC), secretario de asuntos internacionales; Nelson Moreno Ceballos (FRAGUA), secretario de asuntos obreros; Roberto Reyes Corcino (FRAGUA), secretario de Finanzas y Gustavo González (BRUC), secretario de actas y archivos.
Esa realidad nos afirma que Alexis Licairac era un gran dirigente recién acabadito de ser electo secretario general de la FED, en el instante en que encabezó la fundación de la Juventud Comunista, tras renunciar el viernes 11 de noviembre de 1966 como miembro del Movimiento Revolucionario 14 de Junio, junto a los jóvenes Carlos Amiama, Manuel Contreras, Agustín Jiménez y Belarminio -Benito- Fernández Hiciano; este último poseedor de una condición política similar a la suya, puesto que era secretario general de la Unión de Estudiantes Revolucionarios (UER),y en nombre de esa entidad y también como catorcista, participó a principios de ese año en actividades políticas y militares realizadas en China, junto al dirigente estudiantil Ramón Martí. 
Fernández Hiciano mostraba suficiente autoridad entre los estudiantes de la época, que les reconocían su correcto desempeño como combatiente en la Revolución de Abril de 1965 y su protagonismo en los hechos del 9 de febrero de 1966, encabezando a centenares de alumnos de los liceos y escuelas públicas de la Capital que durante la mañana de ese día llegaron a la puerta del Palacio Nacional, reclamando que el gobierno de García Godoy reconociera a las autoridades universitarias surgidas del Movimiento Renovador, y ordenara el desalojo de las tropas invasoras que aún se encontraban en esos centros escolares. Él había sido un héroe de aquella jornada que nuestro amigo, el exjuez y mejor abogado Hugo Isalguez, en un artículo de factura reciente publicado en el diario El Nacional, tituló “Masacre del 9 de febrero”, donde fue asesinada la joven de catorce años, Amelia Altagracia Ricart Calventi y donde murieron otros cuatro compañeros estudiantes.
El vínculo de los jóvenes mencionados con el maoísmo se había establecido siendo ellos parte de la estructura militar del Movimiento Revolucionario 14 de Junio (1J4), y se amplió luego de la llamada “Primavera de Mayo”, en Francia, donde fue notoria la participación de dos organizaciones maoístas: el Partido Comunista Francés Marxista Leninista y la Unión de la Juventud Comunista, las cuales portando imágenes de Mao y de la Revolución China, alentaban las protestas contra la represión y el consumismo escenificadas por millares de estudiantes movilizados contra el gobierno francés; lo que provocó una brutal represión ordenada por el presidente Charles de Gaulle.
Fueron muchos los jóvenes que inspirados en esos hechos decidieron seguir el camino iniciado por Cayetano Rodríguez del Prado, y continuado por los estudiantes Benito Fernández y Ramón Martí, aceptando la propuesta del Movimiento Revolucionario 14 de Junio para integrar las delegaciones que esa organización enviaba clandestinamente a China, para que sus integrantes conocieran la revolución y obtuvieran la debida formación política y el adiestramiento militar básico, al margen de las diferencias existentes con los soviéticos que promovían entonces para Europa y América Latina una política de coexistencia pacífica y de participación de los comunistas en las consultas electorales, como aconteció en Chile con Salvador Allende.
Los chinos habían puesto especial interés en promover y difundir su modelo revolucionario, para ser aplicado en América Latina y por ello estrecharon sus lazos de amistad con la dirigencia del 14 de junio en los  años citados, como lo detalla en sus memorias el dirigente catorcista Fidelio Despradel, quien fuera compañero de lucha en la guerrilla del 20 de diciembre de 1963 de su líder histórico, doctor Manuel Aurelio Tavárez Justo,  y quien posteriormente (luego de la Guerra de Abril de 1965), junto a Rafael -Fafa- Taveras, se distinguiera como una de las figuras enfrentadas por el control partidario, librándose entre ambos la conocida batalla ideológica entre transformistas y no transformistas del 1J4 que culminó con la salida de un grupo encabezado por Taveras que ingresó al MPD el 7 de diciembre de 1966.
El 1J4  había sido legalizado por el gobierno provisional de García Godoy para que participara en los comicios del 1ro. De junio de 1966, pero no había sacado los votos requeridos para conservar su estatus legal. Ahora, tras la renuncia  de los no transformistas, el sector predominante, encabezado por Fidelio Despradel, durante una reunión celebrada el 20 de enero de 1967, declaró a esa organización leninista. Y lo hizo en un artículo publicado en su órgano oficial de prensa, intitulado: “El 14 de Junio se consolida como vanguardia del proletariado sobre las concepciones del leninismo”. Agregando que la salida del grupo calificado de “liquidador”, “permitía afirmar el leninismo en el partido”.
Esa declaratoria animó a muchos jóvenes a ingresar al 14 de Junio, pese a que la popularidad de Taveras y Despradel estaba menguada por la lucha interna y por la existencia de una campaña contra el primero cuestionando su pacifismo y sus  posiciones de derecha; y otra similar, encabezada por la Juventud Comunista, que objetaba al segundo por una supuesta culpa en el fracaso de las guerrillas del 20 de noviembre de 1963, aunque éste contaba con una buena artillería de defensa en las filas del 14 de Junio, donde se resaltaba su rol de combatiente en los días de abril del 65 y su honestidad a toda prueba. 
Esa proclama del 14 de Junio la explicaría años después Despradel en sus memorias, diciendo que cuando renunciaron de esa organización Taveras, Juan B. Mejía, Norge Botello, Jimmy Durán, Pedro Bonilla, Agustín Moisés Blanco Genao, Daniel Ozuna, Julito de Peña Valdez, Amín Abel Hasbún, Guido Gil Díaz y Manuel Pozo -Lucky,  los integrantes de su corriente lograron imponer una línea de guerra como política oficial del 1J4, que se apoyó en la preparación militar de sus cuadros, tanto en Cuba como en China; señalando que él encabezó el contingente humano entrenado en la isla caribeña, siendo asistido por Roberto Duvergé y secundado por el fiero Eberto Giordano Lalane José, quien fuera delegado oficial de esa organización en Cuba, y por Amaury Germán Aristy, su representante en la primera Conferencia Latinoamericana de Solidaridad (OLAS), efectuada La Habana desde el 31 de julio hasta el 10 de agosto de 1967.
Despradel señala en su libro que ellos tenían “una visión de  la continuación de la guerra contra el poder norteamericano y la derecha dominicana”, y habían construido con paciencia su base de apoyo en la zona rural del país, ya que el auge de las actividades guerrilleras y la lucha de masas en los continentes africano y asiático, influían en ellos de tal manera, que su organización siendo consecuente con su propia formación y su prédica guerrerista, no sólo envió una gran cantidad de jóvenes a Cuba a entrenarse militarmente, sino también a China, a donde viajaron figuras como el exhombre rana Aníbal López, el doctor Arnulfo Reyes, Aniana Vargas, Orlando Mazara, Sagrada Bujosa, Lilo Coss, Antonio Beato, Argentina -Tona- Santana, Marina Espinal, Miguel Reyes Saldaña y Mirsis Aponte, quien fuera la esposa de un alto dirigente de ese grupo, llamado Guillermo de la Rosa. 
Se debe saber también que otro de los dirigentes fuertes del 14 de Junio que estuvo en Cuba y en China fue Héctor Homero Hernández, aunque en la primera ocasión -al final de la Guerra de Abril de 1965-, fue para someterse a una operación quirúrgica para recuperar la audición perdida en el asalto a la Fortaleza Ozama, producto de un disparo que le rompió el tímpano hecho por error por uno de sus compañeros constitucionalistas.  
Como señala el autor citado, la mayor parte de los jóvenes enviados a China regresaron influidos por la resonancia de la Gran Revolución Cultural y convencidos de que “el 14 de Junio tenía una concepción errónea sobre la guerra revolucionaria”; y por tanto, como portadores de una línea política y una estrategia alternativas, ellos decidieron en la primavera de 1968 implementar un cambio, constituyendo una tendencia dentro de  las filas catorcistas que tomó el nombre de “Línea Roja del 14 de Junio”, la cual acuñó las consignas históricas de la revolución china y el llamado Pensamiento de Mao Tse Tung, y se estableció formalmente como grupo político durante una asamblea celebrada el día 28 de julio de ese año.
La llamada Línea Roja del 14 de Junio sería la entidad puramente maoísta con mayor número de militantes en la República Dominicana, debido a que el Movimiento Popular Dominicano (MPD), aunque decía defender el pensamiento de Mao, difundía una línea política de marca local, planteándose el  derrocamiento del gobierno de Balaguer mediante un golpe de Estado Revolucionario, con la determinante participación de un sector de la derecha, y predicaba ante todo su tesis sobre el colonialismo ideológico.
Es decir que fueron los antiguos catorcistas ubicados en la Línea Roja del 14 de Junio, timoneados por los fundadores del Partido de los Trabajadores Dominicanos, José González Espinosa, Juan Evangelista (Iván) Rodríguez, Esteban Díaz Jáquez y el gordo José Ernesto Oviedo Landestoy, quienes sacaron la mejor  partida de su defensa del maoísmo, ya que lograron cultivar tan buenas relaciones con los chinos, que se hicieron naturales y frecuentes los viajes de sus jóvenes militantes al continente asiático en los años 70.
Nuestro buen amigo Yván Rodríguez, quien llegó a ser el más alto dirigente del poderoso grupo FRAGUA, desempeñando la secretaría general de esa organización en la UASD, estuvo encabezando en el año 1975 una de las primeras cinco delegaciones de dominicanos que estuvo en China, y recuerda que en una cena efectuada el Día de la Revolución; es decir el 1ro. de octubre de ese año, se topó allá con Juan B. Mejía y Amaury Justo Duarte, dirigentes de Bandera Proletaria, con quienes conversó amenamente sin que se les ocurriese anidar la asombrosa idea de que uno de ellos sería unos años más tarde vicepresidente del Partido Revolucionario Dominicano y otro jefe de su comisión económica.
La filosofía del maoísmo fue también defendida por otra organización de izquierda, el Movimiento Revolucionario Nueva República (MORENURE), y generó algún tipo de simpatía entre los jóvenes perredeístas, luego de que su líder único en 1969, el profesor Juan Bosch, autorizara a una delegación de jóvenes alistados por el secretario de organización del PRD, doctor Antonio Abreu Flores, hacer un viaje de tres meses a China, cuyos detalles queremos exponer en un próximo recuento de las actividades de esa organización previo a los comicios de 1970.
Eran los tiempos en que dentro del PRD se predicaba la tesis de la Dictadura con Respaldo Popular y se hacían frecuentes los elogios hacia figuras emblemáticas  del  calibre de Ho Chi Minh, símbolo de la Revolución de Liberación Nacional de Vietnam;  pero un año después, específicamente el lunes 24 de agosto de 1970, el líder perredeísta estaba autorizando a Botello a emprender una campaña contra supuestos infiltrados maoístas en el partido blanco, produciéndose un proceso de “desgarrapatización del buey que más jala”, que concluyó con la expulsión sumaria de valiosos dirigentes perredeístas, entre ellos el subsecretario general Rafa Gamundi Cordero y el dirigente de Bonao Napoleón Núñez, acusados de ser infiltrados al servicio del PACOREDO, un grupo que se decía “iluminado por el pensamiento luminoso del Camarada Mao Tse Tung”, pero que de manera increíble nunca fue invitado por China para que una delegación suya compartiese impresiones con el líder supremo o con sus herederos.

TOMADO DE ULTIMAS NOTICIAS.COM.DO


El 30 de Junio se define como un proyecto democrático y progresista. Tiene por propósito preservar el legado teórico de Juan Bosch, expresado en sus obras de investigación política, sociológica, histórica y cultural como en su praxis política sustentada en los valores éticos, humanistas y patrióticos que por igual sustentaron Juan Pablo Duarte, Gregorio Luperón y todos aquellos dominicanos que amaron y aman esta patria quisqueyana.

martes, 25 de julio de 2017

Bosch cuenta la historia PLD (Ira.parte)


Historia del PLD



(...) Empecé a elaborar el plan de reformas del PRD que no pudieron ponerse en vigor en el PRD pero se pondrían en vigor en el PLD.

Voy a explicar lo que acabo de decir. Lo que expusieron los comisionados, con la excepción de Miguel Soto, me impresionó negativamente a tal punto que me dejó convencido de que el pueblo dominicano no podía esperar del PRD nada bueno porque sus dirigentes ignoraban totalmente los problemas del país y ninguno de ellos tenía interés en conocerlos. El trabajo de reorganización del partido que había hecho yo, con la ayuda de Gautreaux y García Guzmán, no había sido aplicado sino en sus aspectos superficiales, como el de denominar con las letras del alfabeto los comités perredeístas. 

Para los líderes del PRD la política se había reducido a actividades de tipo personal, llevadas a cabo a niveles de amigos o enemigos. Mis conclusiones eran realmente negativas y deprimentes, pero yo no podía darme por vencido; no podía abandonar a las masas del pueblo renunciando al partido que me había hecho su líder y me había llevado a la presidencia de la República, y al fin tomé la decisión de luchar para convertir el PRD en una organización viva, creadora, consciente de que tenía un compromiso con los fundadores de la República: el de convertir en hechos lo que ellos soñaron cuando organizaron La Trinitaria. Mi estado de ánimo era indescriptible porque sabía que tenía que tomar decisiones muy serias, pero ignoraba cómo tenía que actuar, qué planes elaborar, qué líneas seguir.

 Una desorganización política



En ese estado de ánimo, nos fuimos Carmen y yo a París y allí nos alojamos en la casa que ocupaba Héctor Aristy, y fue en esa casa donde empecé a concebir las reformas que debían hacérsele al PRD. Lo primero que pensé fue en la formación de círculos de estudio que se encargarían de enseñarles a los miembros de los comités de base, empezando por los de la Capital, qué era la actividad política, cómo debía ser llevada a cabo y con qué métodos debía ser aplicada en cada caso, esto es, cuando se trataba de gente del pueblo analfabeta o de profesionales y estudiantes universitarios. Yo ignoraba que Lenín había formado círculos de estudio en Rusia en los primeros años del siglo XX, de manera que la idea de crear unos cuantos en la República Dominicana fue una idea mía; pero no me quedé en eso. En primer lugar, los círculos de estudio del PRD tendrían como material de estudio folletos que escribiría yo, y fundamentalmente esos folletos serían de temas históricos, en cierto sentido, una adaptación de lo que había dicho en Composición social dominicana pero presentada en pocas páginas y además pequeñas. El primer círculo sería organizado con una parte de los miembros del Comité Ejecutivo Nacional, que era el organismo más alto del partido, y pensaba que con una parte nada más porque sabía que entre ellos los había que carecían de la base cultural indispensable para leer y asimilar el material que iba yo a escribir. 

Yo había vuelto al país el 17 de abril de 1970 y el folleto número uno fue escrito el 2 de agosto de ese año; el 10 de ese mes escribí el número dos, el número tres fue escrito en septiembre y el cuarto en octubre; el número nueve lo fue un año después. Los folletos se vendían sin beneficio para el partido ni, naturalmente, para su autor, pero los círculos de estudios no se formaban, excepto en el caso de los cuatro o cinco que organicé yo mismo. La dirección del PRD no se daba cuenta de la importancia que tenía, para un partido político, formar intelectual e ideológicamente a sus miembros. La creación de métodos de trabajo, que debía ser una tarea de los círculos de estudios, no se llevaba a cabo, salvo en el caso del denominado unificación de criterios que ha sido tan fecundo en el PLD.

El PRD que encontré a mi vuelta al país era, en vez de una organización política, una desorganización política y social. La Casa Nacional, local de la dirección partidista, estaba prácticamente en ruinas; en la parte baja de una construcción de dos plantas que había en el patio, unos vivos pusieron un expendio de mercancías de mesa, y en la parte alta vivía, con toda su familia, el secretario de asuntos campesinos del Comité Ejecutivo 

Nacional; por lo demás, en la parte principal vivían y dormían hombres y mujeres; si llovía, el agua caía en el piso como caía en el patio o en la calle. Para reparar el edificio les pedí a mis hermanos que vendieran una de las propiedades que nos habían dejado en herencia nuestros padres y de la parte que me tocaba yo quería sólo 2 mil pesos —entonces el peso equivalía al dólar estadounidense—, cantidad que usé en reparar la Casa Nacional, de la cual ordené sacar, cargado, al secretario de Organización del Comité Ejecutivo Nacional porque compartía su puesto en la alta dirección del PRD con la dirección del PACOREDO (Partido Comunista de la República Dominicana) y lo hacía con un desparpajo increíble. 

De la oficina secreta a la revista Política 

A Domingo Mariotti, que salía de España hacia Santo Domingo, le pedí que me trajera cien ejemplares del libro De Cristóbal Colón a Fidel Castro, el Caribe, frontera imperial, para venderlos a quienes pudieran pagar por cada uno de 50 a 100 pesos porque el partido no había organizado una recaudación de fondos que le permitiera pagar la renta del local, la luz eléctrica, el teléfono y un salario para las dos mecanógrafas que echaban allí sus días y a menudo también los sábados y los domingos, y mucho menos se le cubrían sus necesidades a la persona que actuaba como director de la Casa Nacional. Los libros se vendieron, pero del dinero que me enviaron los compradores llegaron a mis manos sólo 250 pesos. El desorden era de tal naturaleza que para agenciar fondos con que atender a las necesidades de la dirección del partido monté una oficina secreta, que establecí, bajo la dirección de Nazim Hued, en el último piso del edificio de la calle del Conde donde estaba la Ferretería Morey y ahora está la Ferretería Cuesta. En el montaje de esa oficina se trabajó con tanta sutileza que ningún dirigente del PRD se enteró de ello, ni siquiera los que yo sabía que eran honestos porque alguno podía contarle a otro que no tuviera esa condición que en el tercer piso del edificio ocupado por la Ferretería Morey estaba funcionando un local del partido dedicado a la recaudación de fondos, y nadie sabía lo que podía pasar si esa noticia caía en oídos de gente como ciertos perredeístas de cuyos nombres no quiero acordarme. 

Para crear la afluencia de fondos, aunque fueran reducidos pero seguros, organicé con algunos amigos, entre ellos médicos respetados, reuniones semanales en las que participaban posibles cotizantes, la mayoría de los cuales aceptó comprometerse a dar una cuota mensual para el PRD, y de los miembros de fila del partido dos fueron escogidos para llenar las funciones de cobradores, y uno de esos dos sustrajo 800 pesos —que insisto, equivalían a dólares— que cobró de los cotizantes pero no llevó a la oficina secreta que dirigía Nazim Hued. Empeñado en producir al mismo tiempo educación y fondos para el partido ordené la publicación de un libro mío, escrito en 1959 en Venezuela, donde tuvo dos ediciones: Trujillo: causas de una tiranía sin ejemplo, y la publicación de la revista Política: Teoría y Acción, Organo Teórico del Partido Revolucionario Dominicano, cuyo primer número correspondió a mayo de 1972. De esa revista se publicaron doce números, todos ellos no sólo dirigidos sino hechos por mí a tal extremo que lo que se publicaba en sus páginas sin firma era obra mía, y los artículos traducidos del inglés y del francés también eran obra mía porque yo tenía que hacer el papel de mecanógrafo, de traductor, de director, de corrector de originales y composición debido a que en el PRD, salvo algún que otro artículo de Franklin Almeida, Arnulfo Soto, Amiro Cordero Saleta, Máximo López Molina y uno de José Francisco Peña Gómez, que ya era doctor y lo firmó con ese título, nadie se ofreció a colaborar para mantener en circulación la revista. Hasta la sección titulada “Teoría y acción en el ejemplo histórico”, que apareció en diez de los doce ejemplares de la revista que se publicaron, tuve que escribirla yo, así como la contraportada de las carátulas de los doce ejemplares. 

Esa revista demandaba trabajo, porque era de cien páginas, pero ningún dirigente perredeísta se ofreció a escribir para ella. Es más, Peña Gómez hizo su único artículo a petición mía. 

Peña Gómez había vuelto al país, desde Nueva York, tras una larga estancia en Francia y luego en Estados Unidos. Creo recordar que su regreso tuvo lugar el 2 de noviembre de 1972, y a poco de llegar anunció en Puerto Plata que pronto iban a sonar en la capital de la República los estampidos de las metralletas. Eso sucedía en los primeros días de enero de 1973, y en febrero llegaba al país Francisco Alberto Caamaño. El día de su llegada se supo en Santo Domingo, por transmisión de rumores, no porque Caamaño se lo hiciera saber a alguien. 

Ese día era lunes y para analizar el cúmulo de rumores que se movía con la rapidez y el secreto de los ríos subterráneos nos reunimos en la casa de Jacobo Majluta varios miembros de la dirección del PRD, entre ellos Peña Gómez, que desapareció de la sala después que él y Majluta se separaron del grupo para ir a esconder sendos revólveres que habían estado exhibiendo de manera ostentosa seguramente con la intención de impresionar a los que estábamos reunidos con ellos haciéndose pasar por hombres dispuestos a morir combatiendo como leones si se aparecían por allí agentes de la fuerza pública. Cuando se nos dijo que la policía estaba registrando la casa vecina, yo, y conmigo dos personas más, pasamos a la casa que se hallaba en dirección opuesta a la que estaba siendo registrada, y en la que entramos había buscado refugio Peña Gómez, que salió de esa casa, a poco de llegar nosotros, y fue a refugiarse a varias cuadras de distancia. A partir de ese momento, Peña Gómez, secretario general del PRD, y yo, presidente del mismo partido, el único presidente que había tenido esa organización política, mantuvimos alguna relación, muy débil y al mismo tiempo muy desagradable debido a que él se sentía respaldado por una fuerza superior, un poder extrapartido que lo llevó a proclamar que él era un astro con luz propia, palabras arrogantes con las cuales se situaba en un mundo aparte, ocupando un trono que lo colocaba por encima de los estatutos y por tanto de las autoridades legítimas del PRD. 

No había que ser un lince para darse cuenta de que las arrogancias de Peña Gómez estaban dirigidas a mí, y ni él ni ninguno de los miembros del Comité Ejecutivo Nacional del partido se daban cuenta de que yo sabía ya que el PRD había dejado de ser lo que diez años atrás creí que podía ser. La posibilidad de ir al poder con el PRD de 1973 era algo que me preocupaba seriamente. ¿Cómo podía yo exponerme a ser candidato presidencial perredeísta para las elecciones de 1974? ¿Qué podía sucederme si era elegido presidente de la República? ¿Con quiénes iba a gobernar si en el PRD no llegaban a cien los hombres y las mujeres que tuvieran desarrollo político, conocimiento de los problemas del país y que además fueran incapaces de usar los cargos públicos en provecho propio? 

Ni Peña Gómez ni ninguno de los miembros del Comité Ejecutivo Nacional del PRD se dieron cuenta de cuál era mi estado de ánimo, y por ignorarlo varios de ellos se quedaron petrificados cuando en la reunión del 14 de noviembre de 1973, al lanzarse Peña Gómez contra mí en lenguaje irrespetuoso y con la mirada cargada de odio respondí sin palabras, poniéndome de pie y saliendo del pequeño salón en que se reunía el Comité Ejecutivo Nacional, que formaba parte de la construcción de la que yo había sacado al secretario de Asuntos Campesinos del partido y a su familia. Salí de allí y del PRD para siempre, y a los cuatro días de eso hice llegar a los periódicos la noticia de que había renunciado a la presidencia y a la militancia del Partido Revolucionario Dominicano. 

Dos días después de haber hecho pública mi renuncia a la membresía del PRD nos reunimos en la casa de Franklin Almeida doce personas. Allí propuse la formación de un partido que se llamaría de la Liberación Dominicana y que se organizaría en forma diferente al PRD, a partir del establecimiento de Círculos de Estudios. Esa reunión terminó acordando que cada uno de los presentes convocaría a amigos y miembros del PRD que hubieran dado demostraciones de apoyo al propósito de fundar un partido distinto al PRD para que se reunieran en mi casa, la misma en que hoy están las oficinas de la presidencia del PLD; de esa reunión salió el acuerdo de celebrar un congreso de fundación del nuevo partido. Los que se reunieron en mi casa, que no pasaron de treinta personas, acordaron que el Congreso llevaría el nombre de Juan Pablo Duarte y se llevaría a cabo el 15 de diciembre. Al acuerdo se le hizo publicidad y el día señalado unas sesenta y cuatro personas, que en realidad no formaban un congreso porque no eran delegados de nadie, aprobaron la propuesta de dejar fundado el Partido de la Liberación Dominicana y eligieron su primer Comité Central, su presidente —que fui yo— y su secretario general —que fue Antonio Abréu—. El Comité Central tenía veintiún miembros y eligió cinco de ellos para formar el Comité Político. 

En realidad, el Comité Central era tal vez la tercera parte de la totalidad de los miembros del partido, y se reunía en el local que había sido la Casa Nacional del PRD, la misma que catorce años después el PLD compraría a sus dueños pagando por ella 250 mil pesos, pero pesos del año 1987, que tenían un valor dos veces superior al actual. 

Nosotros éramos un grupo pequeño de militantes de un partido que no tenía el menor peso en la sociedad dominicana, (…)

(…) que aunque su congreso de fundación se llevó a cabo el 15 de diciembre de 1973, todavía a mediados de marzo del año siguiente el PLD no era un partido sino un proyecto de partido tratado como tal por grupos partidistas tan mínimos como él. Eso que se acaba de decir está documentado en la primera de las publicaciones del PLD, un folleto de 24 páginas del cual se tiraron 5 mil ejemplares que se venderían a razón de 20 centavos cada uno para recaudar fondos con que pagar la impresión de ese folleto y cubrir algunos gastos, como los de agua y luz de la Casa Nacional. 

(Continuara)



El 30 de Junio se define como un proyecto democrático y progresista. Tiene por propósito preservar el legado teórico de Juan Bosch, expresado en sus obras de investigación política, sociológica, histórica y cultural como en su praxis política sustentada en los valores éticos, humanistas y patrióticos que por igual sustentaron Juan Pablo Duarte, Gregorio Luperón y todos aquellos dominicanos que amaron y aman esta patria quisqueyana.

lunes, 17 de julio de 2017

Así pensaba Juan Bosch


CITAS DE JUAN BOSCH
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“Los hombres y las mujeres que tienen calidad humana le sirven al pueblo sin esperar de él ni siquiera gratitud, porque no debe pedírsele a la madre que le agradezca al hijo lo que éste haga por ella”.
“Pongamos todos juntos el alma en la tarea de acabar con el odio entre los dominicanos como se acaba con la mala yerba en el campo que va a ser sembrado; pongamos todos juntos el alma en la tarea de edificar un régimen que dé amparo a los que nunca lo tuvieron, que dé trabajo a los que buscan sin hallarlo, que dé tierras a los campesinos que la necesitan, que dé seguridad a los que aquí nacen y a todos los que erran por el mundo en pos de abrigo contra la miseria y la persecución”.
“Si no puedo ver por mí mismo la liberación de este pueblo, la veré a través de mis ideas”.
“Nuestra aspiración es que un día, cuando los niños que están empezando hoy a hablar sean hombres viejos y de nosotros no quede si no una cruz sobre una tumba, esos viejos les digan a sus hijos que el compañero Juan vivió y murió pensando cada hora de cada día en servir a su pueblo”.
“Nadie se muere de verdad si queda en el mundo quien respete su memoria”.
“Hay personas que creen que los hechos históricos son producidos por los grandes hombres, y resulta que es al revés; son los hechos históricos los que producen a los grandes hombres”.
“Ningún hombre es superior a su pueblo”.
“No hay arma más potente que la verdad en manos de los buenos”.
“La verdad no es un artículo que se compra y se vende con beneficios”.
“El valor por sí sólo sirve para matar y morir, no para dirigir y triunfar”.
“La lucha de los pueblos es constante; nacen mártires donde muere uno: florecen las ideas allí donde las persiguen; un pasado heroico, cuajado de nobles hombres, estimula a los jóvenes e ilumina el porvenir”.
“Los hombres no saben vivir aplastados por el terror, y allí donde sufren, allí alimentan la esperanza de vencer al infortunio”.
“Los pueblos dignos, como los hombres con estatura moral, buscan dar, no recibir; buscan ayudar, no pedir ayuda”.
“El hombre no puede cumplir su destino en la sociedad si no convierte sus ideas y sus deseos en hechos, porque sólo los hechos tienen verdadero valor en la vida social”.
“Lo perfecto es enemigo de lo bueno, y el hombre no debe aspirar a ser perfecto sino bueno nada más. Cuando se pasa de los límites de lo bueno y se entra en el afán de la perfección, lo que se hace es cultivar la vanidad, la vanidad individual; cultivar un sentimiento realmente mezquino, porque es un sentimiento que se limita a la persona que lo tiene. Por tanto, no se debe ser perfeccionista, pero se debe tratar de hacer las cosas bien”.
“El destino de cada uno está en la educación que se le haya dado. Para que su conducta sea buena, el hombre tiene que ser mejor educado”.
“Hay que educar al hombre para que respete las leyes. Sin leyes no hay sociedad humana, y las leyes sólo tienen valor si cada persona las acepta, las respeta y las hace respetar”.
“La libertad es un bien que no puede ponerse en peligro por debilidades, y el aire de la libertad se contamina de sutiles venenos allí donde en su nombre se permite que florezca la villanía”.
“No es ciudadano el que ignora cuáles son sus deberes y cuáles son sus derechos (…) No puede haber paz donde no hay consciencia cívica y no hay consciencia cívica donde no hay cultura”.
Los jóvenes que aspiran a ejecutar su obra de un día para otro se exponen a desencantos dolorosos, pues nada que no tenga sus raíces en el tiempo puede perdurar. Y la única manera conocida de enraizar algo en el tiempo es trabajando”.
“Cuando se está ante una tarea larga y complicada, es mejor madrugar lo más que se pueda y acostarse sólo cuando ya no queden fuerzas para seguir en pie”.
“Toda obra de la creación –del hombre o de la naturaleza- se realiza en el seno del tiempo, y hay una sola manera de llevarla a cabo, que es trabajando. El creador, pues, está obligado, por la misma fuerza que lo lleva a crear, a sumergirse en el tiempo para trabajar”.
“No podría haber disciplina donde faltara la mística, pero tampoco podría haber mística donde faltara la disciplina, y nadie puede imponer la disciplina allí donde trabajando en una misma tarea cada quien la lleva a cabo como le parece, no como debe hacerse”.
“Sin amor es imposible hacer algo creador. La gallina, que es considerado el más cobarde de los animales domésticos, se lanza como pequeña fiera emplumada sobre el que se acerque demasiado a sus polluelos. El amor hace fuerte a los débiles y valientes a los cobardes. El amor obra milagros”.
“El escritor es un hombre de su tiempo, y siendo un hombre de su tiempo tienen que afectarle las condiciones en que vive el pueblo, la situación general del mundo, y estas preocupaciones se van a reflejar en su obra”.
“Prefiero al escritor comprometido, pero comprometido con la causa buena, y la causa buena es la lucha por la liberación de los pueblos, por la liberación de los hombres. La causa buena es la que señala un rumbo, un camino hacia el futuro, un camino hacia el mayor bienestar de la humanidad, no de una minoría que viva a expensas el resto de la humanidad, sino de la humanidad completa. El escritor debe tener una conciencia bien clara de que el mundo mejor sería el mundo donde todos pudieran ser escritores, pintores, músicos, bailarines y cantantes. Es decir, el mundo donde las facultades humanas, las mejores facultades humanas, se expresaran con mayor intensidad y mayor brillo”.
No creo que la literatura puede cambiar el mundo, pero creo que la literatura, como toda actividad humana, contribuye a iluminar la mente de los hombres, y puede embellecer, enriquecer mucho la vida del hombre. La literatura no puede escapar de ninguna manera a la realidad social, económica, política y cultural de los seres humanos”.
“A la patria no se le usa, se le sirve”.

viernes, 14 de julio de 2017

Increíble pero cierto

Los cuidados que sostienen al mundo


La agricultura industrial se enfoca solo en 12 especies. Un nuevo cultivo biotecnológico puede llegar a costar 136 millones de dólares. Las redes campesinas manejan más de dos millones de variedades y las desarrollan sin costos comerciales.





María Antonieta González y José Ángel Martínez, migrantes de Carranza, Chiapas, retiran los tallos y empaquetan las cebollas en Lamont, California

El acuciante problema de la crisis de alimentación en el mundo se esboza en muchos lados como insuficiencia de alimentos pues la población crece exponencialmente y “no habrá comida que alcance”. Según los expertos, más de 800 millones de personas padecen hambre y más de la mitad de la humanidad tiene problemas relacionados con la alimentación. Quienes brindan una solución a esa crisis, quienes subsanan la subsistencia de la mayoría de la humanidad, son esos pueblos y comunidades campesinas, acusadas de atrasadas e ineficaces, los pueblos vernáculos del mundo.

Más del 90% de las y los agricultores del mundo son campesinos e indígenas, pero acceden a menos de la cuarta parte de la tierra agrícola mundial, según datos de GRAIN. Y sin embargo, con ello producen entre el 50 y el 70 por ciento de la comida que mantiene viva a la gente. Sustentos básicos (cereales, leguminosas, tubérculos) pero también animales, frutas y hojas verdes que se distribuyen en mercados locales en cantidades importantes, total o parcialmente al margen del mercado, y llegan a sitios inaccesibles para los contenedores rodantes que distribuyen los paquetes de alimentos procesados.

Si asumimos la perspectiva de Adolfo Gilly sobre los historiadores a contrapelo que develan que casi la totalidad de la actividad económica la realiza una inmensa mayoría de seres humanos sin lugares prominentes en las cifras oficiales, ni en las inteligencias de derecha o izquierda, ni en los liderazgos de opinión, ni en los debates entre élites, es fácil comprender que la mayoría de la alimentación que nos mantiene con vida la provee esa miríada de redes campesinas y urbanas de subsistencia, rompiendo así el monopolio radical del pensamiento que presupone que sólo la industria puede resolver el problema de alimentar a una población planetaria cada vez más numerosa.

Se trata de pueblos con diversos grados de autonomía, de soberanía en lo que permanece de sus mundos vernáculos, pero también se trata —y esto es muy sorprendente— de colectivos que quieren darle la vuelta a vivir comprando todo: organizaciones en el campo y en la ciudad, personas y colectivos que de alguna forma quisieran ser como los pueblos vernáculos.

El Grupo de Acción sobre Erosión, Tecnología y Concentración (Grupo ETC) se planteó recientemente preguntas como quién nos alimenta hoy, cuánta diversidad alimentaria tenemos y cuidamos, cuál es el estado de los bosques, qué nos está ocasionando la industrialización de la comida, cómo se usa la energía para producir alimentos, cuánta comida se desperdicia, cuál es la relación entre trabajo, salud y producción industrial o campesina. Y estas son algunas de las respuestas:

Hoy, con un cuarto de la tierra agrícola a nivel mundial y con 30% de los recursos mecánicos, hídricos, fertilizantes y combustibles, las redes de subsistencia (campesinos, pastores, pescadores artesanales, recolectores y sus combinaciones), junto con la agricultura urbana, producen mayor cantidad, diversidad y calidad de alimentos que las cadenas de la agricultura industrial.

La agricultura industrial se enfoca sólo en 12 especies. Un nuevo cultivo biotecnológico puede llegar a costar 136 millones de dólares. Las redes campesinas manejan más de dos millones de variedades de plantas y animales, y los desarrollan sin costos comerciales. La pesca industrial captura 360 especies y cultiva en cautiverio otras 600. Los pescadores artesanales cosechan 15.000 especies de agua dulce y un número desconocido de especímenes marinos. Más de 1.500 millones de habitantes se alimentan de pesca no comercial.

El mercado de productos maderables promueve plantaciones de 450 especies mientras que los habitantes de los bosques cuidan más de 80.000 tipos de árboles, arbustos, trepadoras y plantas medicinales.

Se calcula que 1.600 millones de personas habitan esos espacios “ociosos” que el capital no ceja en agredir para meterlos al mercado de tierras. 80% de las poblaciones de los países en desarrollo acuden, para satisfacer o complementar sus necesidades terapéuticas, a plantas crecidas en los bosques, selvas y humedales o cultivadas en traspatios, balcones o azoteas. Estos lugares “subutilizados” son clave para enfrentar el caos climático por su capacidad de absorción de gases contaminantes.

La comida procesada ha ocasionado que desde 1950 se pierda infinidad de nutrientes del suelo; que las dietas se uniformen, que la diversidad se reduzca, y que haya un aumento dramático de enfermedades crónicas como obesidad y diabetes, hipertensión, y ciertos tipos de cáncer relacionados con la alimentación.


La emisión de gases con efecto de invernadero provenientes de la alimentación industrial (con los desmontes para monocultivos, el uso de fertilizantes —cuya fabricación es origen de gases en sí misma— el transporte, el embalaje, la refrigeración y la basura resultante) dan cuenta de un 50% de los gases que ocasionan el calentamiento planetario. 
Casi 80% del agua dulce disponible en un año se utiliza en agricultura industrial y procesado de alimentos. El agua de este procesado industrial de alimentos y bebidas en un año podría cubrir las necesidades domésticas de 9.000 millones de personas.



Entre 33 y 40% de la comida producida con agricultura industrial se desperdicia cada año por los estándares de producción, en la transportación y almacenamiento, en los procesos de producción y en los hogares donde llega no se consume.

Más de 2.000 millones de personas en el planeta tienen deficiencias nutricionales y más de 400 millones tienen sobrepeso u obesidad. El consumo de carne en los países ricos rebasa en más de dos veces las recomendaciones de la Organización Mundial de Salud. Por cada dólar que pagamos en comida industrial, la sociedad planetaria paga otros dos dólares en remediar desastres ambientales y enfermedades.

¿Cómo es posible que con menos de un cuarto de toda la tierra agrícola del planeta, los pueblos y comunidades campesinos provean casi 70% de la alimentación que nos mantiene con vida como humanidad?

Esos pueblos, comunidades y colectivos calumniados de obstaculizar la modernización, despliegan una potencia que no se enfoca solamente en arrancarle la comida a los suelos. Son quienes aún mantienen un tramado de prácticas y saberes que pese al embate modernizador de los gobiernos, de las agencias de financiamiento y de las mega-corporaciones, persiste a veces como aparente inercia, con una reflexividad impresionante, en el flujo del desastre, en medio de la vorágine y la incertidumbre.

El tramado de cuidados que sostienen al mundo no se reduce a sembrar y cosechar “cosas que se coman”. En México, los pueblos campesinos no sólo conservan el maíz (cuyo futuro es objeto de debates mundiales). Los pueblos campesinos son quienes resguardan la diversidad de bosques, y con ellos, los ciclos del agua y del aire, y en esos territorios cuyo eje es la milpa, las comunidades tienen la posibilidad de negarse al extractivismo y la imposición de megaproyectos. Así que los pueblos vernáculos de México no sólo arrancan alimentos a la tierra. Con sus pertinentes relaciones con sus territorios, que se materializan en lenguas, modos, ropas, músicas, ritos, celebraciones, organización, luchas, los pueblos de México son núcleo de soberanía nacional.

Conocimos hace poco en Holanda un “bosque comestible”: en dos hectáreas de tierra yerma, destruida por la agricultura industrial, alguien removió el suelo, construyó declives y se puso a reunir especies de latitudes hermanas, de lugares separados por glaciaciones, por el aumento de los océanos, por desertificación, por reacomodo de las placas tectónicas; pero también separados por guerras o tratados de paz, o lugares con especies extinguidas por revoluciones verdes, por agricultura comercial y por mera urbanización. Comenzamos la caminata por el bosque comiendo rosas de Mongolia, directas del rosal. Seguimos con manzanas silvestres de Azerbaiján, membrillos de Turquía, peras japonesas; recogimos para la cena unos 20 tipos de hongos; para el desayuno, avellanas, moras rojas, negras, grandes, chicas, ácidas, dulces; kiwis, nueces, castañas, grosellas. Había frijoles silvestres de varios tipos, almendras, higos, lentejas… Ese bosque brinda según temporada más de 400 especies comestibles. Tiene más especies de insectos y aves que los parques naturales holandeses. Lo que pide este lugar, dicen sus propiciadores, es acompañar los procesos libres que hacen los bosques para crecer y mantenerse. En 6 años ocurrieron procesos que quienes hicieron este bosque esperaban en 10 o más años. Están abriendo el entendimiento para alimentarse de otros cultivos además de los 12 “más famosos” en los que se enfoca el sistema industrial de producción de alimentos. Calculan que el ciclo de restauración total de los bosques puede reducirse 50 años de lo que ahora se piensa.

Acá en México, durante la presentación de un libro con recetas de platillos elaborados con lo que hay en la milpa “estándar”, un campesino mixteco de Oaxaca dijo que estamos acostumbrados a ver al bosque como algo muy grandioso y a la parcela campesina como algo pequeño en comparación. Dijo que la milpa es precisamente un bosque donde convive todo, lleno de matices y de espesura, donde todos los seres pueden existir y potenciarse.

Entre 1992 y 2010 el Estado mexicano dirigió una cruzada contra la propiedad colectiva de la tierra, una campaña nacional para que las tierras de cultivo se “regularizaran” en títulos de propiedad individuales, y que toda esa tierra entrara en el mercado, junto con la proletarización de sus habitantes. A la vuelta de 20 años, mucho menos del 30% de los campesinos registró sus tierras a título individual para poder venderlas, lo que tiene francamente intrigado al Banco Mundial.

En México se siembran y cosechan casi 22 millones toneladas de maíz, de las cuales 14 millones de toneladas se cultivan con semillas que provienen de la cosecha propia, en tierras colectivas. Más de 8 millones de toneladas se destinan a la subsistencia de las comunidades sin pasar por el mercado, señala la investigadora Ana de Ita. Eso es sumamente subversivo.

Tal vez es un momento de la historia en que ya no estudiamos las dinámicas económicas campesinas como parte de una etnografía de los sistemas económicos “alternos” o “subalternos”, o en el registro de aquello que está por extinguirse. Es muy visible, muy evidente, el proceso de reflexiones y de acciones desde lo profundo de las comunidades vituperadas, calumniadas de ineficaces, desgarradas por las migraciones, arrinconadas en las megaurbes.

Aún sigue sin comprenderse plenamente la distinción que hizo Iván Illich sobre la subsistencia autónoma (con sus límites y sus problemas a resolver) y la miseria en la que caemos cuando se nos imponen los planes de desarrollo, las tecnologías, la modernización, y lograr ese entendimiento es una tarea urgente.

Andrés Barreda dijo al resumir una discusión de la Red en Defensa del Maíz en 2016:


“La resistencia campesina tiene un claro significado universal para toda la humanidad porque defiende y muestra el sentido de la subsistencia autónoma, de la posibilidad de ser libre manteniendo relación con la tierra, con el territorio. Pero tiene un significado más, referido al peor drama de nuestro tiempo, el peor drama que vive toda la humanidad en el momento actual, que es el de la ruptura entre naturaleza y sociedad. Ruptura que tiene a la humanidad no sólo al borde del cambio climático, la tiene al borde de desaparecer.

“La separación entre sociedad y naturaleza, que avanzó durante siglos, en los últimos 80 años alcanzó niveles brutales que ponen en peligro la vida de todos los seres humanos. Los campesinos son quienes detentan en vivo y en directo qué significa la relación entre la sociedad y la naturaleza. Es muy importante subrayar este punto para percibir de otra manera la situación de guerra social en la que estamos hundidos. Los campesinos se sienten solos. Los indígenas se sienten solos en sus territorios. Imagínense cómo se sienten 9 millones de compañeros indígenas que ya se fueron a trabajar como jornaleros, lejos de sus tierras, a los ranchos de agro-exportación. Sobre todo los que caen en ranchos en los desiertos, nadie puede escaparse de allí. Cómo se sentirán los obreros, sin el sentido de organización comunitaria de las comunidades campesinas; cómo se sienten las mujeres víctimas de asesinatos masivos. O cómo se sienten los jóvenes que no tienen ni en el campo ni en la ciudad —ni en la tierra ni en el cielo— ninguna oportunidad de nada.

“Todos nos estamos sintiendo solos, pero los campesinos tienen un fuego entre las manos. Es la relación con la naturaleza. Tienen la brújula de cómo se compone el mundo. Si algo define al capitalismo, es que separa a la sociedad respecto de la naturaleza. Y esta separación está llegando a un nivel que implica el suicidio de la humanidad. En esta situación de suicidio civilizatorio, la vida campesina tiene algo que sí es significativo para toda la humanidad: la única posibilidad de futuro”.

María Verónica Villa Arias (del Grupo ETC) presentó una versión más amplia de este texto en Cuernavaca en el simposio “Iván Illich: lo político en tiempos apocalípticos”, agosto de 2016.









El 30 de Junio se define como un proyecto democrático y progresista. Tiene por propósito preservar el legado teórico de Juan Bosch, expresado en sus obras de investigación política, sociológica, histórica y cultural como en su praxis política sustentada en los valores éticos, humanistas y patrióticos que por igual sustentaron Juan Pablo Duarte, Gregorio Luperón y todos aquellos dominicanos que amaron y aman esta patria quisqueyana.