JUAN BOSCH:
LA TÁCTICA Y LA ESTRATEGIA.
Luis Simo
Luis Simo
Cuando se habla de estrategia y táctica
relacionando esas dos palabras con la actividad política se aplican a esa
actividad conceptos que tradicionalmente se usaron durante mucho tiempo sólo
para tratar temas militares, y más propiamente, en la descripción de batallas o
en el estudio de una guerra.
El uso de tales palabras en el lenguaje
político tiene su razón de ser en el hecho de que nada se parece tanto a la
guerra como la política, o para decirlo en sentido opuesto, nada se parece
tanto a la política como la guerra; pero ese parecido no figura ni en los
textos militares ni en los libros de política, si bien hay un postulado muy
conocido, aquel en que se afirma que la guerra es una forma de acción política
que se lleva a cabo por medios diferentes a los que se utilizan en la política,
y también se dice que la guerra es una continuación de la política que se hace
necesaria cuando se cierran todos los caminos de las soluciones políticas a los
problemas que se presentan entre naciones o entre partidos, a lo que nosotros
agregamos, o entre clases antagónicas.
Los compañeros de la dirección del PLD
nos han oído decir muchas veces que una buena manera de explicarse ciertos
hechos políticos es analizándolos como si fueran actos de guerra. Así,
por ejemplo, unas elecciones son una batalla, y una batalla en regla debe darse
llenando todos los requisitos que demanda una acción de esa categoría.
Naturalmente, a veces hay que dar batallas improvisadas porque así lo
determinan las circunstancias; digamos, que el enemigo atacó donde no se
esperaba que lo hiciera, que puso sobre el terreno tres batallones y nosotros
disponíamos sólo de uno y medio, pero tenemos que sacarles a nuestras fuerzas
todo lo que puedan dar porque no podemos abandonarle el terreno al enemigo.
Del parecido entre las dos actividades,
la militar y la política, proviene el uso de voces del lenguaje militar
aplicadas a la política como son estrategia y táctica a pesar de que lo que
ellas significan no es ni puede ser en la vida política exactamente lo mismo que
significan en la lengua de los hombres de armas. Para estos, estrategia es el
arte de conducir una guerra; y como los que aplican ese arte son los jefes
militares, esto es, los generales, a los generales vencedores se les llama
estrategas, mientras que la táctica es la suma de las reglas que deben seguirse
para llevar a buen fin los planes estratégicos, y quienes saben aplicar esas
reglas en los campos de batalla se ganan el título de tácticos.
Un estratega hace planes y los tácticos
los ejecutan. El estratega es siempre un táctico natural, pero el táctico,
aunque lo sea en grado excepcional, no es habitualmente un estratega, a pesar
de lo cual los grandes tácticos pueden llegar a ser figuras militares de primer
orden como lo fue Maceo en la guerra de independencia de Cuba.
Los grandes estrategas no podrían ganar
guerras si no contaran con la ayuda de buenos tácticos, pues una guerra es una
sucesión de batallas entre las cuales las hay grandes, medianas y pequeñas, y
las hay fáciles y difíciles, importantes y de poca monta; pero las hay también
decisivas. Así se llaman las que determinan el curso de la guerra y por tanto
las que deciden cuál de los ejércitos combatientes se llevará la victoria.
A veces una guerra política se hace muy
larga, tanto que los estrategas que la planearon mueren de viejos antes de que
llegue la hora de la victoria. Eso le sucedió a Carlos Marx y Federico Engels,
que no alcanzaron a ver el triunfo del socialismo en la guerra que ellos habían
iniciado. El general Francisco de Miranda comenzó su guerra política y de armas
contra España y por la libertad de América en marzo de 1806 y la terminó diez
años después, cuando murió preso en un castillo español sin haber alcanzado la
victoria; Simón Bolívar comenzó la suya en 1808 y durante 22
años probó numerosas veces el licor de los triunfos y la hiel de las derrotas
hasta el día de su muerte, ocurrida el 17 de diciembre de 1830 cuando iba en
busca de un barco que lo sacara de la tierra en la que había fundado nada menos
que cinco repúblicas.
Pero el hecho de que estrategas de la
revolución socialista como Marx y Engels o de la guerra de la independencia de
América, como Miranda y Bolívar, fracasaran porque no alcanzaron la victoria
que se habían propuesto o porque su victoria fue pasajera, no significa que sus
fines no fueron logrados. Lo fueron, y de eso no hay la menor duda, porque
tanto en el caso de la revolución socialista como en el de la independencia de
los países americanos, las concepciones estratégicas fueron acertadas aunque en
determinados momentos no lo fueran los planes tácticos; pero podemos estar
seguros de que si a la hora de llevar a cabo la revolución socialista y la
independencia de América se hubieran confundido las concepciones estratégicas
con los planes tácticos, a esta hora no se habrían alcanzado ni una cosa ni la
otra debido a que en las realizaciones humanas ni la táctica puede sustituir a
la estrategia ni la estrategia puede sustituir a la táctica.
La táctica tiene su razón de ser en la
necesidad de implantar la estrategia, de realizarla, no de suplantarla, y por
esa razón la elaboración de un plan táctico no depende de la naturaleza de la
estrategia sino de los medios de que dispongan aquellos que ejecutarán ese
plan, y si se trata de un plan táctico político, no militar, los medios
decisivos son los que pueda aportar el pueblo del país en que se ejecutará ese
plan.*****
En la oportunidad de las elecciones
nacionales de este año, la estrategia que concibió la dirección del PLD fue la
del fortalecimiento del Partido, y eso no podía obtenerse predicando la
revolución socialista ni nada que se le pareciera; pero además, los que no son
peledeístas y por tanto no conocen cómo es, qué es y qué se propone el PLD no
pueden estar al tanto de cuáles son los medios, las fuerzas, los recursos de
diversa índole de que puede disponer la dirección de nuestro partido a la hora
de llevar a la práctica un plan táctico, y quien desconoce todo esto carece de
la autoridad indispensable para hacer crítica sana acerca de la táctica peledeista.
Puede hacer crítica malsana, pero tal tipo de crítica no habla precisamente
bien de quienes la ejercen.
¿Qué autoridad pueden tener para
criticar la táctica electoral del PLD unos marxistas-leninistas que proponen la
reforma de la Constitución de la República, no para que pase a ser una
Constitución marxista-leninista sino para que limite el latifundio y les
conceda a los militares el derecho a votar? ¿Cuándo propusieron Marx y Lenín
medidas de ese tipo?
15 de junio de 1982.
LENÍN APLICÓ UN PROGRAMA DE DERECHAS*
La ideología burguesa forma en nuestro
país una atmósfera tan espesa que la pequeña burguesía de inclinación
revolucionaria la respira sin darse cuenta de que su sustancia la alimenta como
alimenta el oxígeno a la sangre. Es la ideología burguesa la que, sin que ellos
se den cuenta, lleva a los grupos de la izquierda dominicana a creer que es una
obligación suya ir a las elecciones de este año con un programa socialista
porque de esta manera le hacen un servicio a la revolución.
¿Cuál servicio?
El de propagar el marxismo en el
pueblo; y no se percatan de que al actuar así están pensando como burgueses
porque están utilizando métodos de acción propios de la burguesía.
La burguesía usa la propaganda para
vender lo mismo Coca-Cola que aviones de combate o pantalones de jean unisex;
pero sobre todo vende su ideología a todas horas y en todas partes, hasta en
los países socialistas. Solidaridad, el sindicato polaco que en cuestión de
meses afilió a más de 9 millones de obreros, fue producto de esa propaganda, y
lo curioso del caso es que hay partidos comunistas que en el enfrentamiento del
Estado polaco con Solidaridad están del lado de Solidaridad alegando que lo
hacen porque el gobierno de Polonia es stalinista.
*
Vanguardia del Pueblo, Año VIII, N°
328, Santo Domingo, Organo del PLD,
27 de enero de 1982, p.4.
241
Leyendo sin analizar lo leído se cae a
menudo en confusiones, como por ejemplo en la de no advertir que los métodos de
la propaganda burguesa sirven para vender la ideología burguesa, no la
marxista, porque el marxismo sólo penetra y se arraiga en una minoría de
hombres y mujeres de excepción: los que tienen un amor tan profundo por la
humanidad y una capacidad tan alta de militancia que no titubean ante ninguna
exigencia de la lucha en favor de los oprimidos y explotados, y aun en el caso
de las personas que tienen esas cualidades, una parte de ellas las usa para
combatir en favor de los opresores y de los explotadores, no en las filas de
sus víctimas.
Las revoluciones son hechas por las
minorías militantes, pero no por todas esas minorías, y no por los pueblos.
Cuando las minorías revolucionarias interpretan cabalmente las ansias de los
pueblos, no sólo las históricas sino también las de un momento dado de su
existencia, los pueblos apoyan a esas minorías, pero es difícil, sino
imposible, que la totalidad de un pueblo se integre en un proceso
revolucionario; y eso lo enseña la experiencia, de manera muy especial la de
las revoluciones de este siglo. Si todo el pueblo apoyara una revolución no
sería necesario hacer esa revolución en su etapa de conquista del poder.
Se equivocan los que creen que el uso
de programas socialistas educará al pueblo dominicano en el sentido de hacerlo
partidario del marxismo. El partido de Lenin, que antes de llegar al gobierno
de Rusia —la actual Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, URSS— se
llamaba Social Demócrata Obrero Ruso, no le presentó
al pueblo de Rusia ningún programa socialista sino sólo una consigna, la de
Paz, Tierra y Pan. Es más, en uno de los discursos que pronunció en el III
Congreso de la Internacional Comunista, celebrado en Moscú entre el 22 de junio
y el 12 de julio de 1921, Lenín explicó que una de las razones
por las cuales su partido pudo mantenerse en el poder después de la Revolución
de 1917 fue el apoyo de “las nueve décimas partes de las masas campesinas” y
aclaró:
“...vencimos porque adoptamos y pusimos
en práctica, no nuestro programa agrario, sino el eserista. Nuestra victoria
consistió precisamente en que aplicamos el Programa eserista; por eso fue tan
fácil esta victoria”.
Antes de preguntarnos qué cosa quería
decir eso de “programa agrario eserista” debemos aclarar que cuando Lenin usa
la palabra vencimos lo hace porque la Revolución Rusa tuvo que defenderse de
sus enemigos combatiendo contra varios ejércitos enemigos, entre ellos dos de contrarrevolucionarios
rusos y otros extranjeros, como el japonés, el inglés, el francés,y antes de la
paz de Brest-Litovsk, el alemán.
Los eseristas eran los miembros del
partido llamado Socialista Revolucionario, dos palabras que significaban en
Rusia en esos años lo mismo que significan aquí Revolucionario Social Cristiano
o Revolucionario Dominicano, en este último caso, de manera especial después
que el PRD ha pasado a ser parte de la Internacional Socialista.
En cierto sentido, el Partido
Socialista Revolucionario deRusia, fundado a principios de este siglo, era más
derechista aún que el PRD porque llegó incluso a producir un levantamiento
contra el gobierno de la Revolución, y de él formaban parte hombres como
Alejandro Kerenski, que fue jefe del gobierno ruso antes de la Revolución y
murió en 1970 enEstados Unidos, donde se había exiliado. La dirección del
partido de los eseristas era de origen pequeño burgués, pero en él había
terratenientes y otros tipos de burgueses, de manera que podemos clasificarlo
como un partido policlasista.
Lenín había analizado y criticado el
programa agrario o campesino de los eseristas, y sin embargo en julio de 1921,
desde las alturas de jefe del gobierno revolucionario, decía que la victoria
contra los enemigos de la Revolución se debió, entre otras cosas, “precisamente
a que aplicamos el programa eserista”. En ese mismo discurso había dicho poco
antes: “En agosto y septiembre de 1917 decíamos: ‘Teóricamente
seguimos luchando contra los eseristas, pero prácticamente estamos
dispuestos a adoptar su programa, porque sólo nosotros podemos aplicarlo. Y
como lo dijimos, lo hicimos’”.
Si lo que define la posición ideológica
y el carácter de un partido, de un gobierno y de un movimiento revolucionario
antes de que éste llegue al poder, es su programa, entonces tenemos que admitir
que la Revolución Rusa fue pequeñoburguesa porque estando en el poder hizo
suyo, y lo aplicó, el programa agrario del Partido Socialista Revolucionario
(eserista).
24 de enero de 1982.
LENÍN, EL PROGRAMA Y LA TÁCTICA*
Para hacer una guerra hay que elaborar
un plan estratégico, y para ganarla hay que vencer al enemigo en las batallas,
que pueden ser numerosísimas, como sucedió en Viet Nam;
y el que quiera resultar vencedor en esas batallas tiene que aplicar medidas
tácticas apropiadas para cada una de ellas.
Entre la estrategia —planes generales
para ganar una guerra— y la táctica —conjunto de medidas que se aplican en los
campos de batalla— hay la misma relación que hay entre una cadena y sus eslabones,
pero debe entenderse que así como la cadena no puede sustituir a los eslabones
ni estos a la cadena, así tampoco puede la estrategia sustituir a la táctica ni
la táctica a la estrategia.
Hemos dicho numerosas veces, aunque tal
vez no lo hayamos escrito antes de ahora, que la actividad humana que más se
parece a la política es la guerra y que la guerra es lo que más se parece a la
política, de manera que las concepciones estratégicas y tácticas inventadas
para ser usadas en las guerras tienen su equivalencia en la política. Esa
equivalencia la exponía Lenin con estas palabras, dichas en el discurso que
pronunció el 1º de junio de 1921 en el III Congreso Mundial de la Internacional
Comunista: “Los principios no son el objetivo, ni el programa ni la táctica ni la
teoría. La táctica y la teoría no son los principios”
¿Qué cosa eran, pues, los principios
para Lenín?
Él mismo lo dijo en la ocasión a que
acabamos de referirnos; lo dijo de esta manera: “Los principios del comunismo
consisten en el establecimiento de la dictadura del proletariado y en
la aplicación de la coerción por el Estado durante el período de transición”.
Si esos eran los principios, ¿qué era
entonces el objetivo; qué eran la táctica, la teoría, el programa?
Debemos entender que el objetivo era la
toma del poder, pues sin el uso del poder no podían aplicarse los principios, y
la táctica tenía que ser necesariamente el conjunto de medidas que debían
aplicarse para ganar las batallas que debían darse para conquistar el objetivo,
esto es, el poder. En cuanto al programa y la teoría, no hay que hacer
esfuerzos de interpretación puesto que todo el mundo sabe qué cosas son un
programa y una teoría políticos. Lo que parece evidente es que ni el programa
ni la teoría tenían para Lenin una importancia comparable con la de los
principios y el objetivo, en lo cual no están de acuerdo con él los que en la
República Dominicana no desperdician ninguna oportunidad de proclamarse sus muy
fieles devotos.
¿A qué teoría aludía Lenín en la frase
que le hemos copiado?
¿No debía ser necesariamente a la
marxista? Y si era así, ¿por qué no le daba importancia?
Porque desde el punto de vista de la
actividad práctica no era necesario que el pueblo la conociera; la conocían los
miembros de su partido y eso era suficiente. Con esas mismas palabras lo dijo
él en el discurso del 1º de julio (1921): “Es suficiente un partido muy pequeño
para conducir a las masas. En determinados momentos no hay necesidad de grandes
organizaciones”, y a seguidas aclaraba: “Mas para la victoria es preciso contar
con las simpatías de las masas”.
El pueblo ruso no conocía la teoría
marxista pero conocía muy bien los problemas que lo agobiaban: la guerra con
Alemania, en la cual sus padres, hermanos, hijos, maridos y novios morían o
quedaban heridos o caían prisioneros; el hambre que pasaban los pobres porque
cada día eran más escasos los productos que necesitaban para alimentarse, y en
el caso de los campesinos, la falta de tierras en que trabajar. Por eso el
partido bolchevique —el que dirigía Lenin, o sea, el Social Demócrata
Obrero Ruso— levantó como bandera de lucha la consigna de Paz, Tierra y Pan, y
no un programa socialista que le sirviera para hacerle propaganda al
socialismo.
El pueblo ruso estaba padeciendo males
de los que necesitaba librarse. El remedio de esos males se resumía en tres
palabras: Paz, Tierra y Pan. Para movilizar a ese pueblo ninguna doctrina,
ninguna teoría, era más útil que esas tres palabras.
En la guerra política llamada
Revolución Rusa se daban batallas y combates diarios en forma de mítines,
desfiles, reuniones de trabajadores en sus lugares de trabajo. Esas batallas
debían ser ganadas por los cuadros bolcheviques en la mente de los hombres y
las mujeres del pueblo, y para ganarlas había que aplicar una táctica. ¿Cuál?
La de explicar en todos sus aspectos las ventajas para las grandes masas de una
política que le proporcionara al pueblo la paz, la tierra y el pan.
Nadiezhda Krupskaya, la mujer de Lenín,
escribió un libro que se ha publicado en español con el título Lenin y el
Partido, editado en el año 1975 en Cuba, en el cual se lee lo siguiente
(páginas 103 y 104):
“El Partido leninista lanzó estas
consignas:
‘¡Abajo la guerra de rapiña!
‘¡La tierra para los trabajadores!
‘¡Todo el poder para los soviets!
‘Estas consignas se hallaban en el
corazón de cada obrero y campesino, expresaban sus más recónditos deseos.
‘Los obreros y campesinos vieron que el
partido leninista defendía su causa vital, y mientras más abrían los ojos más
crecía la confianza en Lenín y su partido”.
El autor de este artículo no es
leninista, y lo ha dicho varias veces; ha dicho que es marxista pero no
leninista. En cambio, los leninistas que enarbolan la consigna de Unidad con
Programa Socialista afirman sin descanso que son leninistas.
¿Pero en qué sentido lo son? ¿Siguen
sus enseñanzas y las aplican?
Ninguna de las dos cosas. Algunos de ellos
se proclaman leninistas por razones puramente emocionales, pero otros lo hacen
porque así pueden confundir a los simpatizantes del socialismo que conocen a
Lenín sólo de nombre.
25 de enero de 1982.
El 30 de Junio se define como un proyecto democrático y progresista. Tiene por propósito preservar el legado teórico de Juan Bosch, expresado en sus obras de investigación política, sociológica, histórica y cultural como en su praxis política sustentada en los valores éticos, humanistas y patrióticos que por igual sustentaron Juan Pablo Duarte, Gregorio Luperón y todos aquellos dominicanos que amaron y aman esta patria quisqueyana.
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