CONVERSACION
INEDITA CON JUAN
BOSCH
Noviembre de 1977
Víctor
Grimaldi (VG): ¿Qué se planteaba
Ud. Como objetivo
central al regresar
al país en
abril de 1970?
Juan
Bosch (JB): Dos cosas, una
inmediata y otra
mediata. La primera
se debió a una
información que me
llegó desde Madrid
procedente de fuentes
muy seguras según
la cual en
la República Dominicana
se les iba
a dar muerte
a 175 dirigentes
políticos de los
partidos de izquierda
y el PRD.
Recibí la noticia
al comenzar el
mes de abril,
en el momento
en que doña
Carmen estaba aquí
por razones familiares
y yo no podía
dejar a Bárbara,
que entonces era
muy joven, viviendo
en un hotel
en París. Entre
la dirección del
PRD y yo no podía
dejar a Bárbara,
que entonces era
muy joven, viviendo en
un hotel en
París. Entre la
dirección del PRD
y yo había
un compromiso de
que yo vendría
después de las
elecciones porque de
esa manera se
evitaba que se
despertaran falsas ilusiones
de que yo iba
a ser candidato
presidencial.
VG: Nunca
se había dicho
la razón de
que su llegada
se pospusiera.
JB: Porque
yo no se
la expliqué a
la dirección del
PRD; lo que
le dije fue
que no podía venir
antes del 16
de mayo porque
tenía trabajo que
hacer, y efectivamente
estaba escribiendo en
ese mes de
abril la “Breve
Historia de la
Oligarquía” que consideraba
importante y necesario
para otros planes
que tenía en
la mente y
de los cuales
tal vez hable
luego. Pero cuando
supe la noticia
que me enviaron
desde Madrid me
decidí a venir
y llamé aquí
para que me
enviaran el pasaje.
De manera confidencial
Peña Gómez estaba
aquí en una
situación difícil porque
consideraba que sus
gestiones al frente
del PRD habían
terminado en fracaso,
y así me
lo decía en
carta que me
envió con un amigo que
llegó a París
muy pocos días
antes de que
llegara doña Carmen.
Recuerdo que Peña
decía en esa
carta que la
situación política no
era para un
discípulo sino para
un maestro y
que yo tenía
que venir a
hacerme cargo de la
dirección del PRD.
Así, mi solicitud
resultó coincidente con
el interés de
Peña Gómez y
se me envió
el pasaje a
París y además
fue doña Carmen,
lo cual era
muy importante para
mí porque si
ella no iba yo no
podía venir. Por
cierto que doña
Carmen llegó enferma
y a pesar
de eso como
ya mi pasaje tenía
día señalado o
fecha fijada yo
salí para acá
sin esperar que
ella mejorara. La
idea de que
había un plan
de matar a
175 dirigentes políticos
de la izquierda
del PRD me
tenía muy preocupado.
Me daba cuenta
de que los
muertos iban a
ser principalmente líderes
del MPD, del
PCD y del
PRD y pensaba,
creo que con
razón, que si
eso sucedía aquí
iba a quedar
aniquilado el movimiento
revolucionario.
VG:
¿Le
explicó la fuente
que le suministró
la información qué
cosa se perseguía
con la muerte
de esos dirigentes
políticos?
JB:
No. Sólo
se me dijo
que después de
las elecciones, que
iba a ganar
el Dr. Balaguer
de todas maneras,
iban a matar
ese número de
dirigentes.
VG:
¿Cree
usted que iban
a matarlos porque
esperaban alguna reacción
de esos dirigentes
a la reelección
de Balaguer?
JB: No me
explicaron nada. Sólo
me enviaron la
noticia, y como
la noticia era
de fuente confiable,
no la puse
en duda, y
meses después empezó
a cumplirse el
plan puesto que
fueron muertos Otto
Morales, Amín Abel,
Amaury Germán y
tantos otros.
VG:
Y al
Moreno, aunque había
salido del país.
JB:
Sí había
salido antes de que yo
llegara. Los muertos
fueron muchos, unos
conocidos y otros
no. Algunos eran
miembros de otros
partidos. Narciso Isa
Conde salvó la
vida porque yo
obligué prácticamente al
PCD a sacarlo
del país.
VG: ¿No
se daba cuenta
el PCD del
peligro que corría?
JB: Creo
que no se
daba cuenta, pero
cuando vieron que iban
cayendo uno a
uno todos aquellos
que yo había
mencionado como amenazados
de muerte, se
dieron cuenta de
que la cosa
iba en serio
y lo sacaron
del país. Como
ves, mi vuelta
al país era
necesaria para salvar
vidas porque si
se producía la
muerte de 175
jóvenes dirigentes, como
se me había
informado, el movimiento
revolucionario dominicano desapareciera. Con 25 que
mataran quedarían los
grupos revolucionarios sin
dirección, y para
evitar que eso
sucediera yo tenía
que venir sin
pérdida de tiempo
a detener la
ola terrorista que
se había adueñado
del país.
VG: Cuando
usted habla de
ola terrorista, ¿se
refiere también a las actividades
de algunos grupos
de izquierda que
llevaron el terror
al campo político?
JB: Si,
y por eso
mismo al venir
al país traía
un plan que
consistía básicamente en
hacerle frente primero
al terror de
las izquierdas. ¿Por
qué? Porque si
llegaba a enfrentarse
primero que nada
con el terror
de las derechas
las izquierdas iban
a pensar que
yo apoyaba a
los grupos izquierdistas
que ejercían el
terror, y eso
podía intensificar el
terror, hacer más
fuerte la ola
terrorista, y si
ellos hacían eso
las derechas iban
a responder haciendo
más intenso y
más extenso el
terror oficial.
VG: ¿Por qué?
¿Porqué las derechas
iban a pensar
también que usted había
venido a apoyarlas?
JB:
No;
las derechas no
podían pensar eso
y no tenían
necesidad de hacerlo
porque naturalmente, si les mataban
más policías o
más guardias, ellas
iban a responder
matando más jóvenes
de la izquierda.
Por eso se
explica que al
hacerle frente a
la ola de
terror fuera acusado
y calumniado al
mismo tiempo por
las izquierdas y
por las derechas,
y como aquí
no hay todavía
suficiente madurez política
para analizar las
situaciones concretas y
llegar a las
conclusiones correctas, era
muy difícil que
las izquierdas y
las derechas llegaran
a tener un
criterio político definido
y claro en
relación con lo
que venía a
hacer. Recuerdo que
el día que
llegué aquí, o
tal vez al
siguiente, Wessin y
Wessin hizo en
televisión unas declaraciones
violentas contra mí,
pero también las
hacía El Caribe,
y eso sucedía
porque ni Wessin-Wessin
ni El Caribe
se deban cuenta
de la situación
en que estaba
viviendo el pueblo
dominicano y de
la tragedia que
amenazaba caerle encima.
Aquí faltaba, y
falta todavía, la
experiencia política, pero
yo sabía lo
que era el
terror y las
consecuencias que dejaba
y había visto
a muchos revolucionarios pasarse
al campo del
gansterismo y sabía
que eso iba
a suceder aquí.
VG:
¿Ud. Conocía la
experiencia de Guatemala?
JB: No
la de Guatemala,
que estaba pasando
por esa situación
en esos mismos días,
por cierto a
costa de muchos
sufrimientos y miles
de muertos, pero
conocía la de
Cuba, que había
sido anterior a
la de Guatemala.
VG:
Guatemala vivió
un proceso parecido
como consecuencia de la
intervención norteamericana de
1954.
JB: Pero
la verdadera crisis
de Guatemala comenzó
más tarde, con
la actividad de
las guerrillas campesinas
y urbanas.
VG: Lo
cierto es que
en Guatemala no
se detuvo el
terrorismo y tras
él vino la
matazón de lado
del otro y la situación
política no ha
evolucionado hacia condiciones
favorables para el
pueblo.
JB: No
ha evolucionado porque
cuando el terrorismo
es ejecutado de
parte y parte
no hay posibilidad
de hallarle solución
a la crisis
política que le
dio origen al
terrorismo. Aquí, por
ejemplo, no podía
haber salida para
esa crisis porque
la crisis fue inducida con
el propósito de
conseguir que asustada
por el terror,
la derecha dominicana
se reuniera alrededor
de Balaguer. Así,
además de que la derecha
se fortalecía a sí misma
a la sombra
del poder público,
fortalecía a Balaguer
porque este era
la garantía de
que la gente
de la derecha
no iba a
ser asesinada, de
que no iban
a expropiarlas. Al
mismo tiempo que
Balaguer resultaba fortalecido
por la derecha,
que le proporcionaba
un amplio terreno
de apoyo político,
la derecha iba
haciéndose económicamente más
fuerte porque el
gobierno pagaba aquel
apoyo con concesione
de tipo económico.
Nunca llegó a
darse cuenta de
eso la izquierda
dominicana que escogió
el terror como
arma política.
VG:
Una indicación de l o
que dice Ud.
es que el
día 26 de
marzo de 1970,
cuando Balaguer anunció
que aceptaba ir
de candidato de
su partido a la
reelección, estaba secuestrado
el coronel Crowley,
Balaguer apareció por
televisión rodeado de
militares y parecía
que todos ellos
sentían que la
única solución para
el extremismo de
la izquierda era la reelección
del Dr. Balaguer.
JB:
Sí. Yo
estaba en París
y desde allá
podía ver cosas
que no se
veían desde aquí.
Balaguer aprovechó muy
bien el secuestro
de Crowley para
justificar la necesidad
de su primera
reelección. Pero quiero
decir en este
momento algo que
ya había dicho
públicamente, y es
que esa situación
de terrorismo que
se creó en
la República Dominicana
aprovechando el estado
de ánimo que
quedó una parte
de la juventud
como resultado del
aplastamiento de la
Revolución de Abril
no fue obra
del espontaneísmo sino
de la CIA.
La CIA tenía
desde los tiempos
de la intervención
militar norteamericana el
plan de que
Balaguer durara en
el poder por lo
menos ocho años,
y yo recuerdo
que en el
año 1966 las
tropas yanquis pasaban
por la puerta
de mi casa
gritando “Balaguer ocho
años, Balaguer ocho
años”. Para fortalecer
a Balaguer, la CIA estimuló
el terrorismo en
este país, y
ciertos sectores de
la izquierda se
dejaron guiar en eso de
la CIA
así como se
habían dejado conducir
políticamente de la
Embajada norteamericana, también
engañados, en el
1961 y el
1962, según expliqué
en mi libro
“Crisis de la
Democracia de América”.
VG: ¿Y
cómo cree Ud.
que influyó la
CIA sobre los
grupos de izquierda
para que éstos
organizaran equipos terroristas?
JB:
Las
organizaciones como la
CIA tienen agentes
en los partidos
políticos de los países
donde ellas operan,
así como los
tienen en asociaciones
económicas, científicas, populares,
artísticas; es decir,
donde quiera que
puedan recoger infracción
y ejercer influencias.
En el caso
de los partidos
políticos, los agentes
de la CIA
o de cualquiera
otra organización similar
a la CIA
están siempre en
los niveles de
mando o dirección
pueden también influir
en que se
adopte tal o cual
política; desde los
niveles de mando
o dirección pueden
saber y decir
qué cosa está
haciéndose, pensándose o
planeándose. No es
en los niveles
bajos de un
partido político o
de las organizaciones en
que funcionan esos
agentes donde pueden
enterarse de cosas
que le interesan
a la CIA
ni desde donde
pueden ejercer influencia.
En el caso
del terror en
nuestro país, los
agentes colocados en
los niveles más
altos de los
grupos políticos podían
convencer a los
líderes de que
el terror era
la línea política
adecuada para resolver
la situación dominicana.
VG: Y
naturalmente, aparecían como
los más revolucionarios y
chantajeaban a todo
el mundo, sobre
todo por esa
situación que se
creó después de
la revolución según
ha dicho Ud.
JB:
Exacto. Aquí se
llegó a tales
extremos que cuando
vine de Europa
encontré que el
PRD estaba envuelto
y comprometido en
la línea del
terrorismo y se
hallaba dirigido por
sectores terroristas de
otros partidos o
grupos, pero también
tenían dentro de
sus filas terroristas.
Lo primero que
tuve que hacer,
antes de enfrentar
el terror de la
izquierda, fue limpiar
el PRD de los
terroristas perredeistas, a
muchos de los
cuales tuve que
sacar no sólo
de sus filas
sino además del
país.
VG: Quiere
decir que ese
era su objetivo
inmediato cuando volvió
al país en
abril de 1970.
JB:
Sí, ése
era el objetivo
inmediato.
VG: Yo,
y conmigo varias
personas que nos
preocupábamos por la
situación, pensé que
Ud. traía otro
objetivo, que era
el de sacar
al PRD del
atolladero en que
se había metido
en sus negociaciones
con los partidos
de oposición.
JB: No.
Esa gestión estaba
ya fracasada y
no había nada
que hacer en
relación con ella.
VG: ¿Creía
Ud. que ese
fracaso fue de
la dirección del
partido que actuaba
en el país?
JB: Sí,
pero fue un
fracaso de poca
importancia porque no
fue el fracaso
de un plan
político del cual
dependiera la vida
o la muerte
del PRD. Además,
Peña Gómez reconoció
el fracaso de
esa política en
una carta que
me envió a
París y que
está en mis
archivos. En realidad,
lo dañino para
el PRD no
era que las
negociaciones con los
partidos de la
oposición fracasaran; lo
dañino era su
alianza secreta, y
especialmente sin mi
conocimiento, con sectores
terroristas, porque lo
que podía llevar
al perredeísmo era su alianza
con los grupos
terroristas. Y tal
vez sea oportuno
decir aquí que
la persecución empezó
con la muerte
de varios perredeistas
que fueron dedicados
a trabajar con
esos grupos, pero
que amenazó extenderse
a los niveles
más altos de
la dirección del
PRD, y no
sólo de parte
de los sectores
terroristas a que he hecho
alusión. Por ejemplo,
y recibí numerosas
veces amenazas de
muerte del Servicio
de la Policía
y en una ocasión
se hicieron circular
muchos millares de
una hoja impresa
que partía del
Servicio Secreto en
la cual se
ofrecían 5 mil
pesos por mi
cabeza, pero también recibía
muy a menudo
amenazas de muerte
que partían de
los grupos terroristas.
VG:
¿Eran amenazas telefónicas?
JB: Telefónicas
y escritas, y
en algunas ocasiones
eran informaciones que me traían
afiliados a organizaciones políticas
que habían recibido
órdenes de matarme o
de participar en
un plan para
matarme. Naturalmente, antes
de salir de
París yo había
previsto que eso
iba a suceder,
de manera que
sabía de antemano
qué precauciones debía
tomar. Cuando decidí
volver a Santo
Domingo hablé con
doña Carmen y
con Barbarita y
les dije más
o menos esto:
“Voy para Santo
Domingo y no
puedo dejar de
hacerlo porque la
situación dominicana está
complicándose. Ustedes saben
o deben imaginarse
que al ir
pasaré a correr
peligro, el peligro
de que me
maten, y si
no lo sabían
ahora se lo
digo, y quiero
que ustedes sean
conscientes de eso
y sepan también
que si eso
sucede no será
una sorpresa para
mí y no
debe serlo para
ustedes. Las dos
respondieron de manera
muy hermosa, diciendo
que ellas sabían
que yo corría
peligro pero que
si me tocaba
lo peor ellas
confiaban en que yo
caería con dignidad.
Al llegar aquí
me di cuenta
de que la
situación se complicaba
día por día;
que las amenazas
contra mí eran
muchas, pero que
peor era lo
que pasaba en las
calles, porque la
lucha había degenerado
en matanzas diarias
que se daban
no ya sólo entre
jóvenes de izquierda
y agentes policiales,
sino también entre
sectores de la izquierda.
VG:
Sí, también hubo
matanzas entra las
mismas izquierdas.
JB: Así
fue, y ese
agravamiento de la
situación me llevó a
adelantar un plan
que traía de
Europa en el
cual había estado
pensando desde el año 1969.
Hay que aclarar,
y éste es
el momento de
hacerlo, que ya
en 1969 yo
me consideraba marxista
aunque me faltaba, y
todavía me faltaba,
mucho que aprender
de Marx y
de sus seguidores,
y al darme
cuenta de que
era marxista me
daba cuenta también
de que no
tenía nada que
hacer en el
PRD, pero también
comprendía que en
el PRD había
cantidad de gente
de todas las
edades y de
varias clases y
capas sociales a
los que valía
la pena rescatar,
digamos, salvar para
la revolución que
algún día se
haría en la República Dominicana.
VG:
Por
cierto, algunas veces
hemos oído decir
que usted estaba
convencido, tal vez
en el 1963
o en el
1964, de que
era necesario convertir
al PRD en
una verdadera organización
política que sirviera
para defender los
intereses del pueblo.
JB: Quizás
usar la palabra
convencido no sea
lo más correcto,
por lo que
sí es cierto
es que cuando
supe, a principios
de 1963, que
los locales del
PRD se habían
cerrado el día
siguiente de las
elecciones de 1962
y no habían
vuelto a abrirse,
salvo el de
la Casa Nacional,
que estaba entonces
frente al Parque
Colón caí en
la cuenta de
que el PRD
no era ni
llegaría fácilmente a
ser lo que
yo pensaba que
debía ser un partido
político dominicano, y
ese pensamiento fue tomando cuerpo
en mí hasta
que culminó en
1968 con mi
renuncia al PRD,
que envié en
una carta desde
Benidorm.
VG: Recuerdo
eso porque la
carta suya se
publicó en El
Nacional, y me
parece que su
renuncia condujo al
llamado Pacto de
Benidorm. Pero antes
de hablar de
ese plan con
que dijo usted
que venía, ¿qué
lo llevó a
convencerse de que
el PRD no
era el partido
que usted quería
dirigir?
JB: Lo
primero fue la
falta de capacidad
de la dirección
del partido para
hacer las cosas
que debía hacer
el PRD; lo
segundo era la
atmósfera de mentiras
en que vivía
la mayor parte
de los líderes
del PRD. Vivían
una vida falsa,
una vida doble
que en fin de cuentas
no eran ni lo
que decían ser
ni lo que
querían ser. Por
ejemplo, aparentemente eran
políticos y en la realidad
no lo eran
porque lo que
ellos habían hecho
era dedicarse a
la actividad política
era escoger un
camino que debía
conducirlos a ser
conocidos del país
o de su provincia
o de su
municipio, y eso
era lo que en verdad
querían, ser personajes
nacionales o provinciales
o municipales, no
ser líderes políticos.
¿Y qué diferencia
hay entre una
cosa y la
otra? Pues una
diferencia muy importante:
que lo primero
les facilitaba obtener lo
que ellos se
proponían, esto es,
privilegios de tipo
personal, y lo
segundo, ser líderes
políticos, les exigía
sacrificios, luchas en
defensa del pueblo,
y esto último
no era lo
que ellos buscaban
en la vida;
lo que buscaban
era lo otro.
Para hacer sacrificios
y mantener una lucha
en favor del
pueblo, no en
beneficio propio, se
necesitaba vocación, que
ellos no tenían,
y capacidad, que
tampoco tenían.
VG:
¿Y cuándo se
dio usted cuenta
de eso?
JB:
Empecé
a darme cuenta
a principios de
1963, y para
el 1968 lo
sabía ya. Y
el hecho de
saberlo para el
1968, junto con
otras razones, me
llevó a estudiar
a Marx y
Engels, cosa que
hice tan pronto
llegué a París,
y ya para
1969 me consideraba
un marxista, aunque
todavía muy verde.
Pero así verde
tuve la idea
de organizar los
círculos de estudios
para desarrollar políticamente
a los jóvenes
el PRD. Todavía
en esa época
no sabía que
Lenin había fundado
círculos de estudios
en Rusia, y
curiosamente, hasta el
nombre de los que
yo estaba planeando
era el mismo
que les había puesto Lenin
a los suyos;
pero yo no estudié
a Lenin en Francia. Estando
en España recibí
su obra acerca
del imperialismo, pero
no tuve tiempo
de leerla porque
entonces estaba escribiendo
la historia del
Caribe y le
dedicaba a esa
tarea todas las
horas del día,
empezando a la s 5
de la mañana
y terminando a
las 8 de la
noche. Más tarde
me di cuenta de que si les puse
a esos organismos
el mismo nombre
que les había
dado Lenin era
porque en ambos
casos se perseguían
propósitos iguales, los de
darles capacidad política
a los que
debían ser en
un futuro miembros
del Partido, en
el caso de
Lenin, del Social
Demócrata Obrero Ruso y
en el mío,
del PRD; pero
con una diferencia,
la de que
los círculos de estudios que
yo planeaba eran
organismos y los que
formó Lenin eran
grupos de estudio
que no estaban integrados
en un partido
porque para entonces
todavía no existía
el Partido Bolchevique.
La verdad es que los
círculos que yo planeaba en
París eran indispensables para
que los jóvenes
del PRD aprendieran
lo que debían
aprender si querían
dedicarse a la
política y si
aspiraban a llegar
a posiciones de
dirección en el
PRD. En el
mes de agosto
de 1970, estando
aquí, escribí el
folleto número uno
de la colección
de Estudios Sociales,
que iba a
ser el material
de estudio de
los círculos. Así
pues, la formación
de l os círculos empezó
ese año bajo
la dirección inmediata
del compañero Rafael
Alburquerque.
VG: Quiere
decir que él
fue el coordinador
de los primeros
círculos.
JB: No
el coordinador porque
todavía no teníamos
elementos humanos que
pudieran servir de
coordinadores. Los coordinadores
tendrían que salir
de los círculos.
El compañero Alburquerque
fue el organizador
de los primeros
círculos. Pero antes
se había formado
un círculo de
alto nivel en
el cual tomaron
parte el compañero
Antonio Abréu, actual
secretario general del
PLD, y los
compañeros Bidó Medina,
Rafael Alburquerque, Diómedes
Mercedes, Milagros Ortíz
de Basanta, Franklin
Almayda y otros
cuyos nombres no
recuerdo en este
momento. Ese círculo
de alto nivel
estuvo reuniéndose varios
meses y de
él salió lo
que iba a
ser la Comisión
Permanente del PRD.
VG:
Me
parece entender que
ese plan que
usted elaboró en
Parí se dirigía
a la formación
de cuadros para
colocarlos en los mandos
del PRD. Si
eso era así,
¿qué le impidió
que ese plan
se llevara a
cabo? Hablando conmigo
hace algún tiempo
usted se refirió
a que el
sector de derechas del
PRD impidió la
propagación de los círculos por
todo el país.
¿Fue eso lo
que obstaculizó su
plan?
JB: Efectivamente, fue eso; y
como sabía que
la organización de
los círculos iba
a ser frenada
por esos sectores,
los círculos no
figuraron en los estatutos
del PRD cuando
éstos fueron reformados.
VG:
¿En
qué año fue
esa reforma?
JB: Me
parece que fue
en el 1971,
pero puede haber
sido entre el
1971 y el
1972. De todos
modos, el caso
es que los
círculos no figuraron
nunca entre los
organismos que establecían
los estatutos. Para
la recha en
que éstos se
reformaron ya la
lucha de clases
dentro del PRD
era muy fuerte,
y hay una
serie de discursos
míos dichos ante
el Comité Ejecutivo
Nacional y publicados
en la revista Política
en los que hablo
de esa lucha
de clases, que
se manifestaba sobre
todo como la lucha
de clases, que
se manifestaba sobre
todo como la
lucha de lo
viejo contra lo
nuevo. Ahora bien,
la ruptura de los
partidarios de lo
nuevo no se hizo
presente en esos
años porque los
partidarios de lo
viejo no tenían
todavía un líder.
Ese líder acabó
siendo Peña Gómez,
que volvió al
país en el
año 1972 y vino con
un plan muy
bien elaborado con
su participación, aunque
él no era
el autor.
VG:
¿Quiénes cree
usted que elaboraron
ese plan?
JB: Lo
dice muy claramente
la inclinación que
tiene ahora el
PRD: lo hicieron
los llamados liberales
de Washington, entre
los cuales estaban
funcionarios del Departamento
de Estado y
de otros departamentos
del gobierno norteamericano así
como algunos legisladores.
VG: ¿Cree
usted que Peña
Gómez tenía condiciones
para convertirse en
el líder de las
derechas del PRD?
JB: Sí,
pero hasta cierto
punto. Por ejemplo,
Peña Gómez había
sido desde hacía
por lo menos
seis años secretario
general del partido
y desde esa
posición había establecido
nexos muy estrechos
con todos los
perredeístas que tenían
posiciones de dirección
a cualquier nivel; además,
el PRD no
es un partido
de militantes y
por esa razón
sus miembros no
tienen determinada posición
política sino que
son perredeístas de
manera emocional. En
cuanto a la
gran masa de
ese partido, se le dirige
por radio, y
Peña Gómez tiene
buena voz para
un micrófono, no
importa lo que
diga o que
no diga nada
que valga la
pena; lo importante
es que la
voz salga por
la radio con
tonos que alteren
la emocionalidad del
oyente. Por otra
parte, Peña era
fácil de manejar
por esa gente
de Washington debido
a su doble personalidad,
que es la
de una persona
que desea ser
reconocida como revolucionaria por
la gente del
pueblo y por
los sectores de
izquierda pero que
necesita al mismo
tiempo ser halagada
por la gente
de poder, sea
ese poder económico
o sea político.
Peña vive constantemente esas
dos vidas opuestas,
como lo demuestra
el hecho de
que en uno
de los viajes
que ha hecho
a Washington con
el exclusivo propósito
de visitar el
Departamento de Estado,
además de ir
a esa dependencia
del gobierno norteamericano, y
después de salir
de ella, se
fue a Nueva
York a visitar
la Embajada de
Cuba en las
Naciones Unidas desde
donde le envió
un mensaje de
felicitación a Fidel Castro
“por su heroica
lucha contra el
imperialismo”; y al
volver aquí de ese
mismo viaje anunció
que iría con
un grupo de
miembros del Comité
Ejecutivo Nacional del
PRD a Pekín,
para visitar a
Mao Tse-Tung. Esa
oscilación perpetua entre
izquierda y derecha
ha sido propia
de Peña Gómez
y lo es
de la capa
social a la
cual pertenece, la
pequeña burguesía y
en vista de
que no lo logra
odiar a esa
clase pero al
mismo tiempo teme
a caer en
el proletariado. El
pequeño burgués ocupa
un lugar muy
estrecho en las
relaciones de producción,
y se tambalea
como el maromero
equilibrista que camina
por un alambre
cuanto más fino
es el alambre
más inseguro se
siente y más
se mueve de
un lado para
otro. En el
caso de Peña
eso se agrava
porque él pertenece
a una pequeña
burguesía, que no
es productiva y
ni siquiera intermediaria. Sin
embargo debemos reconocer
que la situación
de Peña ha
empezado a cambiar
recientemente porque ya
se siente capaz
de hacer declaraciones
derechistas, cosa que
no hacía antes.
VG:
Pero
según tengo entendido,
después de haber estado
en Washington en ese viaje
a que usted
se ha referido,
Peña y otros
miembros del Comité
Ejecutivo Nacional del
PRD fueron invitados
a ir a
Cuba.
JB: Sí,
esa fue una
invitación hecha por
instigación del Partido
Comunista Dominicano que
quería convencer a
los cubanos de
que la fuerza
revolucionaria de este
país era el
PRD. Pero eso fracasó.
VG: Hasta
ahora usted nos
ha hablado principalmente de
los Círculos de
Estudios y hay
otros asuntos de
interés de que
usted se ocupó
cuando volvió de
Europa, como La
Banda y su línea
política contra la
represión. ¿Podría hablarnos
de eso?
JB:
Sí,
como no, pero
quisiera decir antes
que ya a
finales de 1970
y sobre todo
en 1971 estaba
en su desarrollo
el plan de
la creación de
los círculos, y
sin embargo el
terror estaba en
sus buenas. Para
combatir el terror
tuvimos que luchar
no sólo aquí,
en el país,
sino también en
el exterior, porque
el mundo no
se enteraba de
nada de lo que
estaba sucediendo en la República
Dominicana. Yo lo
sabía mejor que
nadie puesto que había
pasado más de
tres años en
Europa y a
Europa no llegaban noticias
de los crímenes que
se cometían aquí.
Lo que sí
se publicó fue
el secuestro de
Crowley, hecho muy
significativo.
VG:
¿Cuál
fue la causa
de que el
Dr. Balaguer lo
amenazara con la
expulsión del país
en aquel discurso
con motivo de
la huelga de
San Francisco de
Macorís?
JB: La
causa fue su
creencia de que
yo iba a ser
el candidato presidencial
del PRD en
las elecciones de
1974, y en lo
que se refiere
a su disfrute
del poder, el
Dr. Balaguer no
tolera la menor
amenaza. Eso sucedió
en el 1971,
ahora no recuerdo
en qué mes,
pero debió ser en
febrero o en agosto, porque
dos o tres días
después el Dr.
Balaguer habló ante
el Congreso. Alguien
le dijo que
yo era el
organizador de la huelga
de San Francisco
de Macorís, lo que era
incierto, y él
aprovechó la oportunidad
para lanzar por
radio la amenaza
de mi expulsión
y al día
siguiente empezaron a
aparecer en los
periódicos los avisos
de los jefes
militares y de los
jefes industriales y
comerciales del país
apoyando su amenaza,
que por algo
había él dicho
en ese discurso
que los que
tenían algo que perder
descolgaran sus armas
para salir en
defensa del gobierno,
que estaba a
punto de ser
derrocado por mí.
VG: Pero
el momento era
difícil para Ud.
porque todavía estaba
actuando La Banda.
JB: Sí,
La Banda estaba
en todo su
esplendor, cometiendo actos
de terror en
todo el país,
y precisamente en
esos días estaba
yo denunciando esos
hechos de La
Banda en una
serie de discursos
que decía por
radio, y en
el discurso del
día anterior había
dicho que La
Banda había sido
organizada por la
CIA, y me
parece que eso
fue lo que estimuló
al Dr. Balaguer
para hablar y para aprovechar
la oportunidad de
desatar las fuerzas
de la reacción
derechista contra mí
con el objetivo
final de sacarme
del país.
VG:
¿No
fue en esos
días cuando salió
Narciso Isa Conde
del país?
JB:
Sí,
pero bajo presión
mía.
VG:
¿Puede
explicar eso?
JB:
Como
no. Si haces
memoria recordarás que
desde el año
1970 empecé a
denunciar que había
un plan para
matar a varios
jóvenes y di lo
s nombres de Amín
Abel, de Otto
Morales, de Amaury
Germán y de
otros, y entre
ellos también el
de Narciso Isa
Conde se mantenía
escondido; sin embargo
yo estaba convencido
de que un
día sacaran del
país, y al
fin ellos lo
sacaron. Por cierto,
cuando Isa Conde
llegó a Europa
se unió a
los trabajos de
denuncia del terror
que se ejercía
aquí; esa denuncia,
como dije antes,
se hizo en
varias partes del
mundo porque se
perseguía el propósito
de que en Washington
se dieran cuenta
de que nosotros
sabíamos qué papel
estaban jugando los
Estados Unidos en
el mantenimiento del
terror.
VG: ¿Usted
se refiere a
la misión que
fue a Europa
para denunciar los
crímenes políticos? ¿Y
el jefe de
esa misión no
era Peña Gómez?
JB: Sí,
era él, pero
él estaba ya
en París cuando
los componentes de la
misión llegaron allá.
Peña se fue
antes que todos
y se dedicó
a estudiar en
París nada más y
nada menos que
Derecho Constitucional. Después
se le ordenó
pasar a Washington
para encabezar un
gran acto que
habían organizado los perredeístas
de New York
bajo la dirección
de Milagros Basanta
y fue en
ese viaje cuando
se pasó del
lado yanqui “con armas
y bagajes”, como
se dice en el
lenguaje de los
militares. Al llegar
a Washington lo
sedujeron Crimmins y
Hurwitch, esto es,
el que había
sido embajador aquí y el
que lo es
ahora. Recuerdo que
al salir del
Departamento de Estado
me llamó por
teléfono y me
decía a gritos
que le habían
dado trato de
jefe de Estado,
y lo repetía
y lo repetía como
si hubiera estado
endrogado; me dijo
también que iba a
hacer unas declaraciones
para la prensa
y yo le
respondí que cuando
un jefe de
Estado habla con
diplomáticos extranjeros no
puede hacer declaraciones
a espaldas de
ellos, y que
si él las
hacía se exponía
a que los
funcionarios del Departamento
de Estado desautorizaran lo
que dijera. Por
esa razón no
hizo declaraciones, y
quizás el hecho
de que él
no hablara de lo
que ellos le
había dicho les
dio a Crimmins
y a Hurwitch
la impresión de
que Peña era
un hombre discreto;
pero lo era
tan poco que
al llegar aquí
les dijo a
los compañeros Euclides
Gutiérrez y Norge
Botello que el
Departamento de Estado
le había ofrecido
apoyo y le
había insinuado que
con él podían
entenderse pero que conmigo no.
Por esa razón
cuando vino al
país en noviembre
de 1972, traía
ya el plan que
puso en ejecución
pocos meses después.
VG:
Sí,
eso fue cierto
porque me lo
dijo también a mí
en New York
en presencia de
otras personas; me dijo
que le ofrecieron
respaldo para formar
un partido democrático
porque usted era
muy radical y que
ese partido democrático
porque usted era
muy radical y
que ese partido
tendría más posibilidades
que el PRD
porque Juan Bosch
había abandonado el
sendero de la
democracia; pero me
dijo también que
él no podía
aceptar esa oferta
porque él no
podía traicionarlo a
usted.
JB: Sin
embargo, fue traidor.
Cuando vino en
noviembre de 1972
llegaba protegido por
el poder norteamericano. Recuerdo
que me llamó
desde San Juan
de Puerto Rico
y empezó a
decirme, también a
gritos como lo
había hecho desde
Washington, que Ben
Stephansky acababa de
llamarlo por teléfono
y le había
informado que de
la Casa Blanca
habían hablado con
Balaguer para decirle
que mucho cuidado
con lo que le pasara
a Peña Gómez;
y Peña gritaba:
“¡Profesor, profesor, Balaguer
no puede hacerme
nada; no puede
ponerme la mano
Profesor!; y esas
mismas palabras les
dijo a las
autoridades de Inmigración
cuando llegó al
aeropuerto.
VG:
¿Y
puso su plan
a funcionar tan
pronto llegó al
país?
JB: No,
desde antes; empezó
a ponerlo en
práctica en Nueva
York, pero cuando
en realidad lo
desplegó a todo
meter, jugando su
papel de aliado
íntimo y secreto
del Departamento de
Estado, fue cuando
se presentó la
crisis que desató
la llegada de
Caamaño. En ese
momento huyó a
esconderse lejos de
mí y desde
su escondite empezó
a actuar de
lejos como líder
del PRD ignorando
mi existencia y
mis facultades legales
de presidente del
PRD, y en
esa actividad estuvo
en todo momento
en contacto con
el jefe de
la AID en el país,
que era al
mismo tiempo el
jefe de la CIA aquí.
VG: Entre
el momento en
que él regresó
al país y el desembarco
de Caamaño pasaron
más o menos
dos meses. ¿Qué
tipo de contacto
mantuvo él en
ese tiempo con
usted y el
partido?
JB: Un
contacto muy sospechoso.
Andaba por los
barrios hablando con
los perredeístas y
decía que él
no quería reasumir
su posición de
secretario general mientras
no estuviera bien
enterado de cómo
andaba el partido.
Recuerdo que me
costó trabajo hacer
que fuera a
una reunión del
Comité Ejecutivo Nacional
y cuando fue no quiso
hablar ni media
palabra; estuvo allí
con actitud de
fiera enjaulada; decía
que Antonio Abréu
era enemigo suyo,
que Rafael Alburquerque
era enemigo suyo, que Bidó
Medina era enemigo
suyo; en fin,
para él todo
el mundo era
su enemigo.
VG: Permítame
que le haga
una pregunta explicada.
Yo he estado
haciendo cálculos y
he encontrado que
durante todos los
años de la
vida común en
el partido, Peña
Gómez y usted
tuvieron contacto tal
vez tres años
y medio, y
eso, un contacto
accidental, no continuo.
¿No cree usted
que eso tiene
algo que ven
en el hecho
de que Peña
Gómez no alcanzara
el desarrollo ideológico
que debió haber
alcanzado?
JB: No
lo creo. El
caso de Peña
Gómez no es
de tipo sicológico
a la manera
en que ven las
cosas los sicólogos
norteamericanos o ingleses.
Los problemas de
Peña se originan
en su posición
de clase. Peña
es un típico
pequeño burgués de
origen pobre que
tiene necesidad violenta
de ascender socialmente,
y esa necesidad
de ascender se
le complica con
su color, que
él aborrece. Pero
lo importante no
es lo último;
es lo primero.
Si Peña hubiera
podido ascender en
la escala social
siendo cantante, jugador
de pelota o
recitador, hubiera escogido
esas vías, pero
la que encontró
abierta fue la
vía de la política, en
la que no
tenía que hacer
esfuerzos de ninguna
especie porque la
política en el
PRD se hacía
hablando ante un
micrófono y él
tiene buena dicción,
no importa que
lo que diga
carezca de sustancia.
En cuanto a
su desarrollo ideológico,
eso no le
interesaba a él
para nada; lo
que le interesaba
era convertirse en
personaje nacional. Ahora
bien, su posición
de clase lo
hacía íntimamente débil
porque se sentía
atraído por la oligarquía y
su vida de
lujos y placeres,
pero a la
vez necesitaba el
aplauso de la juventud y
para eso tenía
que presentarse como
partidario de las
izquierdas. Por eso
tenía constantemente un
pie en Washington
(porque Washington es la
base mundial de la oligarquía)
y otro en
Pekín ya que
Mao Tse-Tung era
el líder con
más gancho entre
la juventud pro-marxista
de la República
Dominicana. Al fin,
se ha quedado
con Washington, pero
definirse le ha
costado mucho trabajo
y yo diría
que mucho sufrimiento.
VG: Se
ha dicho varias
veces que Peña
Gómez era su
hijo político, pero
si uno se
pone a analizar
el contacto que
ha habido entre ustedes, el
contacto ha sido
en realidad de
muy poco tiempo,
no de padre
e hijo.
JB: Eso
de padre y
de hijo es
una superficialidad. Peña
no tiene nada
que ver conmigo
ni yo tengo
nada que ver
con Peña. Nosotros
somos dos seres
totalmente diferentes. A
Peña no le
interesa la política
sino las ventajas
que pueda ofrecerle
la política, y
a mí no
me interesa nada
que no sea
la política. Hasta
la literatura la he
visto siempre como
medio de expresión
de una sociedad, y
todo lo que
se relaciona con
la sociedad es
pura política aunque
mucha gente no lo entienda.
VG: Pero
él dice que
nunca le ha
interesado ocupar cargos
públicos.
JB: Porque
él sabe que
ningún cargo en el
país le
va a proporcionar
las ventajas que le da
ser líder del PRD. Nadie
sabe todo lo
que Peña recibe
de esa posición,
pero si se
preguntaran de qué
vive un hombre
que viste con
lujo y come
en los mejores
restaurantes del país
y no tiene
trabajo conocido, hallarían
la respuesta: Peña
vive de la
política y vive
bien. Si tuviera
que vivir con
un sueldo de
senador, que es
lo más a
que él puede
llegan en el
país (porque afuera
puede ser embajador,
y eso sí
le gustaría ser),
se vería en el caso
de dar gran
parte de los
500 pesos a
los pedigüeños, que
en el PRD
abundan mucho. Es
mejor, pues, conservar la
imagen de que
es un hombre
sin ambición de
cargos y arreglárselas
para vivir de
su posición de
líder.
VG: ¿Podría
usted explicar cuál
era el nivel
de desarrollo del
PRD cuando Peña
volvió al país
en noviembre de
1972?
JB: Ya
los Círculos de
Estudios estaban funcionando
en la capital,
de manera que
cuando se presentó
la crisis de
la llegada de
Caamaño se presentó
inesperadamente y la
vida política nacional
quedó revuelta, por
lo menos para
los sectores revolucionarios. En
cuanto al PRD,
fue en esa
oportunidad cuando Peña
resolvió apoyarse en
el poder norteamericano para
cumplir su parte
en el plan
que había sido
elaborado en Washington.
VG: ¿Cuál
era el plan?
JB:
Originalmente, desmontar
la Comisión Permanente
para rodearme de
gente del ala
derecha del PRD
y llevar entonces
el PRD hacia
la derecha, peor
en ese plan
no se pensó
en lo que yo
podría hacer cuando
comenzaran a aplicarlo.
Ahora, déjame explicarte
los hechos, que
son más elocuentes
que los conceptos:
Al irse a la clandestinidad, Peña
estableció una línea
de comunicación con
sus amigotes de
Washington que funcionaba
en la siguiente
forma: La línea
de Peña a
Majluta, de Majluta
a Robinson, que
era el jefe
de la AID
y por tanto
de la CIA
en el país,
y a través
de Robinson llegaban los
documentos y las
órdenes de Peña
hasta el grupo
de perredeístas que
él había dejado
organizado clandestinamente dentro
del PRD de
Nueva York. Peña
había formado ese
grupo para que
le sirviera de
punto de apoyo
en el plan.
A veces las
órdenes o los
documentos llegaban a
manos de José
Ovalles o de
Winston Arnaud y
de ahí iban
a dar a
Washington, y otras
veces iban directamente
a Robinson a
Washington, y mientras
tanto Peña se
mantenía en la
clandestinidad y desde
ella hacía declaraciones
como si él
fuera el líder
del PRD, sin
consultar a nadie
porque ya él
se sentía todopoderoso
con el respaldo
que le daban
los altos funcionarios
yanquis. La verdad
es que en
esos meses, que
fueron de principios
de febrero a
principios de mayo,
se produjo de
hecho la ruptura
del PRD porque
un partido político
que tiene dos
cabezas no es
una unidad; y
Peña sabía lo
que estaba haciendo.
Su papel no
era el de
un instrumento inconsciente:
era el de
un traidor que
trabajaba en beneficio
de un tercero
que le había
prometido el liderazgo
de un partido
si trabajaba para
él.
VG: ¿Qué
tipo de comunicación
era el que
mandaba por esa
vía que usted
ha mencionado?
JB: Naturalmente,
confidencial, como la
carta en que
Peña le hacía
saber a Stephansky,
para que éste
le hiciera saber
más arriba, que
quien estaba en
las lomas de
San José de
Ocoa era Caamaño.
VG: Usted
escribió en VANGUARDIA
sobre eso.
JB: Sí,
escribí un artículo
titulado: “La Historia
de una Carta”
en la que
expliqué cómo se
las arregló Peña
para hacerles saber
a sus amigos
del Departamento de
Estado a través
de Stephansky que
quien estaba en
las lomas era
Caamaño.
VG:
¿Y
cómo supo él
que quien estaba
en esas lomas
era Caamaño?
JB: A
mí me envió
una nota en
la que decía
que él lo
había sabido porque
lo oyó en
Radio Habana.
VG: Pero
no es cierto
que Radio Habana
dijera en ningún
momento que Caamaño
estaba ahí. Además,
tanto Peña como
Majluta se presentaron
posteriormente como defensores
por l o menos de
la memoria de
Caamaño y mandaron
a poner su
busto en el
patio de la
Casa Nacional del
PRD.
JB: Sí,
pero eso es
lógico porque así
se tapaban contra
cualquier acusación basada
en l as relacionas que
mantenían con el
Departamento de Estado
en los mismos
días de la
actuación de Caamaño.
Además, no olvides
lo que te
he dicho que
Peña tiene una
debilidad propia de su
origen de clase
y necesita estar
al mismo tiempo
aliado a la
derecha y aliado
a al izquierda.
Por ejemplo, cuando
estuvo hace poco
en Venezuela le
pidió una entrevista
a Héctor Mujica,
que es el
candidato presidencial del
Partido Comunista Venezolano,
pero al mismo
tiempo se presenta
en Venezuela como
el aliado dominicano
de Acción Democrática.
Por ese origen
de clase de
que he hablado,
Peña es profundamente
débil; tiene una
debilidad ideológica abrumadora
y además necesita
tener la certeza
de que la
derecha lo quiere
más o al
revés.
VG: ¿Y qué pasó
con los Círculos
de Estudios?
JB: A
pesar de la
crisis que desató
la llegada de
Caamaño, siguieron funcionando;
no se destruyeron.
Pero recuerda que
te había dicho
que sólo funcionaban
en la capital;
fuera de la
capital no había
Círculos. Por ejemplo,
de Santiago venían
a comprar los
folletos para los
Círculos; venía Ambiorix
Díaz y los
pagaba y se
los llevaba pero
los Círculos no s e
formaban. Esa era
la actitud de
la derecha del
PRD, pero sólo
simularlo e impedir
en los hechos
que ese propósito
se llevara a
cabo.
VG: Los informes
que se tenían
en ciertos círculos
de izquierda del
país era que
Ambiorix Díaz era
un tipo avanzado:
incluso se dijo
que tiempos atrás
había estado muy
cerca del PCD.
JB: Todo
eso era mentira.
Lo que hacía
la generalidad de los dirigentes
del PRD era
mostrarse públicamente como
muy boschistas porque
necesitaban tener mi
respaldo para ser
lo que se
proponían: senadores, diputados,
síndicos. Casi todos
creían que yo
iba a ser
presidente de la
República y ellos
serían embajadores y
secretarios de Estado,
y por eso apoyaban
lo que yo
dijera. Pero nunca
me engañaron; yo
sabía qué había
detrás de su
cacareado boschismo.
VG: Usted
mencionó hace poco
la revista Política.
Ese fue un
esfuerzo serio de
difusión de las
ideas políticas, el
más serio que
se ha hecho
en el país.
¿Por qué Política
no siguió saliendo?
JB: Política
jugó un papel
y servirá para
cuando aquí se
hagan análisis serios
de la vida
política; por ahora, VANGUARDIA
cumple otra misión
y la cumple
muy bien.
VG: ¿No
había alguna relación
entre Política y
los Círculos de
Estudios?
JB: Sí,
desde luego.
VG: ¿Y por
qué los Círculos
siguieron existiendo y
Política no?
JB: Porque
los Círculos fueron
la base de
apoyo del PLD
en le momento
de su nacimiento
y durante por
lo menos el
primer año y
medio de su
existencia.
VG: ¿Y
por qué prefirió
usted organizar el
PLD en vez
de quedarse en
el PRD y
dedicarse a convertirlo
en un partido
como es el
PLD?
JB: Mira,
Víctor, déjame explicarte
algo que nunca
he dicho: Cuando
Crimmins, Hurwicht y
Stephansky estaban trabajando
a Peña para
que Peña actuara
como al fin
lo hizo, no se
daban cuenta ni
ellos ni él
de que estaban
facilitando mis planes;
es más, estaban
haciéndolos posibles porque
yo no podía
salir del PRD
sin una justificación histórica
y política. Estando
en Europa podía
hacerlo, pero estando
aquí no.
VG: ¿Eso
lo ha visto
usted retrospectivamente?
JB:
No.
Lo que ocurría
era que un
político no debe
hablar ciertas cosas;
puede hablar de
ellas después que
han pasado, peor
no antes ni
en el momento
en que están
sucediendo. De ninguna
manera podía yo
insinuar siquiera que
deseaba dejar el
PRD porque la
hacerlo les abría
los ojos a
la derecha y
a Peña, que
estaba llamado a
ser su líder,
y yo tenía
que dejar el
PRD de manera
sorpresiva porque de
otra manera no
me dejarían hacerlo
y ya me
resultaba imposible seguir
en el PRD;
ideológica y moralmente
yo no tenía
nada que ver
con el PRD
y estaba ahogándome
en él. En
realidad, desde un
punto de vista
abstracto, casi no
humano, yo tendría
que agradecerles a
Peña y a
sus amigos de
Washington y a
la derecha del
PRD lo que
hicieron, esto es,
la facilidad que
me dieron para
dejar ese partido.
Gracias a ellos
pude actuar por
sorpresa y saltar
la muralla en
que me tenían
encerrado sin romperme
el pescuezo. A
pesar de eso,
la gente no
entendió lo que
pasaba y quedó
confundida a tal
extremo que en
muchos sitios me
echaban maldiciones y
me calificaban de
traidor. Hubo un
médico perredeísta que
salió a las
calles a decir
que yo me
le había vendido
a Balaguer por
cinco millones de pesos;
pero a mí
no me importaba nada
de eso. Yo
me había liberado
de un anillo de
inmoralidades y de
atraso político que
estaba acabando conmigo,
y al lado
mío estaban en
ese momento lo s que
se habían desarrollado
políticamente gracias a los Círculos
de Estudios, y eso era
suficiente para iniciar
una nueva vida
política.
VG: ¿Pero usted no
se sentía preocupado
por lo que
podía pasarle a
su imagen? ¿Por
qué nunca le
respondió a la
campaña de prensa que
hizo Peña Gómez
en contra de
la Comisión Permanente?
JB: Porque
esa campaña, que
era de discursos
de radio reproducidos por
algunos periódicos, iba a ser
y será algún
día lo que
en realidad explique
el trasfondo del
problema, lo que había
por detrás de
esos discursos.
VG: ¿Y
qué era lo
que había a
juicio suyo?
JB:
Lo
que había era el poder
de los Estados
Unidos, sin el
cual Peña no
se hubiera atrevido
a comenzar y
mantener la campaña
contra la disciplina
del PRD, contra
los estatutos, contra
todos los principios
orgánicos. Pero Peña
sentía que detrás
de él estaba
la totalidad del
poder norteamericano, cosa
que les ocurre
a todos los
que tienen de
aliado a ese
poder: ahí están
los miles y
miles de millones
de dólares, los
acorazados, los aviones,
las bombas atómicas,
en fin, una
sensación de omnipotencia
que embriaga a los ambiciosos
y a los
débiles. Con ese
respaldo Peña se
sentía todopoderoso, y
como yo no
le respondía no
llegaba a darse
cuenta de que
mi plan era dejarlo
que
avanzara para que
se colocara públicamente
como lo que
era: el responsable
de mi salida
del PRD. Por
eso le sorprendió
tanto esa salida,
a tal punto
que ofreció irse
el país y
no volver si yo retiraba
mi renuncia. En
realidad, lo que
hicieron el Departamento
de Estado y
Peña Gómez con
su campaña contra
la Comisión Permanente fue
facilitar mis planes
de abandonar el
PRD, organización en
la que ya
no podía seguir.
Los últimos años
que pasé en el
PRD fueron para
mí los más
amargos de mi
vida.
VG: ¿Por
qué entonces no
salió de él
antes?
JB: Porque
un líder tiene
responsabilidades que no
se ven a simple vista;
responsabilidades con la
gente que lo
apoya y lo rodea
y también responsabilidades históricas.
VG: Pero
hay personas que
creen que el
PRD era y es un partido
fuerte con el cual
podrían y tal
vez puedan hacerse
algunas cosas importantes.
JB: Si
así hubiera sido
no habría salido
de él. En
realidad, el PRD
es un mito alimentado por
la radio y
la prensa, pero
el PRD no
tiene capacidad para
nada, y si
llegara al poder
algún día no
sería mejor que
el Partido Reformista, y
quizás sería peor.
Y puedo decirlo
con la autoridad
que me da
haber sido de
sus fundadores y
con la de
saber que entre
otras razones, el
gobierno de 1963
fue derrocado porque
no había un
partido que lo
apoyara. En esa
ocasión, a sólo
nueve meses de
las elecciones en
que había ganado
el poder, el
PRD era ya
inexistente desde el
punto de vista
orgánico. Tenía un
nombre, pero nada
más.
CAAMAÑO Y PEÑA
VG: ¿Cree
usted que si
no se hubiera
desatado la crisis
que provocó el
desembarco de Caamaño
no hubiera usted
tenido la oportunidad
de salir del
PRD? ¿No piensa
que fue esa crisis
la que le
permitió a Peña
Gómez actuar como
lo hizo?
JB: En
realidad, lo que hizo
la crisis que
mencionas fue precipitar
los acontecimientos, per o el plan
estaba en marcha
desde hacía tiempo.
Cuando Caamaño desembarcó
ya la política
norteamericana en relación
con el PRD
estaba definida. Antes
de que Peña
Gómez viniera la
país Casimiro Castro
era visita constante
de Bumpus, que
era el Agregado
político de la
Embajada y vivía
por Arroyo Hondo.
Casimiro se pasaba
horas enteras bebiendo
whisky con Bumpus
y muchas veces salía
de su casa
con una botella
de whisky regalada
por el Agregado
político. Una vez, hablando
con un joven
del PRD en
Barahona, Casimiro dijo
que el PRD
no podía ir
al poder mientras
yo fuera su
presidente porque los
Estados Unidos no
iban a aceptar
que yo fuera
presidente de la
República, y eso lo
dijo Casimiro antes
de que Peña
volviera al país.
Pues bien, cuando
Peña vino, estando
en la casa
de Joselín Rodríguez
Conde, les dijo a
Euclides Gutiérrez y
Norge Botello lo
mismo que había
dicho Casimiro en
Barahona. En el
caso de Casimiro,
el joven con
quien hablaba, que
se llamaba Ignacio
pero cuyo apellido
no recuerdo, le
respondió a Casimiro
que entonces había
que eliminarme, y en
el caso de
Peña, Euclides reaccionó
preguntando: ¿Pero tú te das
cuenta de lo
que significa lo
que has dicho,
Peña? ¿Te das
cuenta de que
si hay una
división entre tú
y Juan Bosch,
eso podría costarle
la vida la
profesor?. A lo
que Peña contestó
que sí se
daba cuenta pero
que él nunca
iba a romper
conmigo. Eso es
propio de Peña:
no prever cuál
va a ser
el resultado de sus palabras
o de sus
hechos. Igual que lo
que les sucedía
a los señores del
Departamento de Estado
que no pensaron siquiera
que yo saldría
del PRD, Peña
no le dedicó
ni cinco minutos
a pensar cuál
iba a ser
mi conducta ante
su comportamiento, y
por eso cada
vez atacaba a
la Comisión Permanente
con más fuerza.
Creía que mi
silencio era señal
de debilidad o
de que yo
aprobaba su actitud
frenética o, lo
que hubiera sido
una tontería, que
no me daba
cuenta de que él estaba
siguiendo un camino
que le habían
trazado en Washington.
VG:
Hay
gente que cree
que cuando Peña
Gómez volvió al
país en el
año 1972 vino
a ejecutar un
plan combinado con
el coronel Caamaño,
pero eso está
en contradicción con
el Departamento de
Estado para poner
al PRD al
servicio de la
política norteamericana.
JB: Las
dos cosas se
contradicen y aparentemente
al contradecirse debe
quedar descartada una
de las dos,
y sin embargo
el que conoce
a Peña Gómez
tal como él
es y no como aparenta
ser, sabe que
la contradicción es
la esencia misma
de su vida
y por eso
lo que habría
que rechazar serían
los actos de él que
no se contradijeran. Marx
explicó las causas
de las vacilaciones
de la pequeña
burguesía, y Peña, que es
un típico pequeño
burgués, lleva sus
vacilaciones a un
punto tan alto
que sólo puede
resolverlas convirtiéndolas en
contradicciones que conviven
dentro de él.
Nosotros, y me
refiero a la alta dirección
del PLD, tuvimos
siempre sospechas de
que entre Caamaño
y Peña Gómez
hubo algún tipo
de entendimiento que
Peña nos escondió,
pero ahora lo
sabemos porque al
cabo de un
largo trabajo de
investigación hemos dado
con los testimonios que buscábamos y
podemos afirmar que
sí, que cuando
Caamaño vino al
país contaba con
Peña para llevar
a cabo sus
planes guerrilleros, y
eso no lo
sabía nadie en la
dirección del PRD, y yo
menos que nadie.
Ahora bien, como
en Peña viven
siempre dos personas
que se contradicen,
al mismo tiempo
que pretendía quedar
bien con Caamaño
haciéndole propaganda de
que estaba en
las lomas de Ocoa
a fin de que
se le unieran
jóvenes perredeístas, informaba
al gobierno norteamericano, a
través de Stephansky,
de que Caamaño
estaba aquí. De
esa duplicidad de Peña
Gómez vamos a
hablar un día
de estos en VANGUARDIA del
pueblo.
VG: recuerdo
que en el
periódico El Nacional Peña
Gómez desmintió un
cable de la
UPI que había
sido enviado desde
Caracas en el
cual se decía
que Caamaño había
muerto en La
Habana. ¿Cree usted
que esa mentira
de Peña Gómez
tenía alguna relación
con el acuerdo
con Caamaño que
usted le atribuye?
JB: Tú
te refieres a
una declaración de
Peña que publicó
El Nacional del 20
de enero de 1973, es
decir, dos semanas
antes de la
llegada de Caamaño
al país. Sí,
había una relación
estrecha. Peña sabía
que Caamaño estaba
vivo y que
venía para acá.
Seis días después
de haber hecho
esa declaración anunciaba
en Puerto Plata
que pronto iban
a sonar las
metralletas en las
calles de la
capital, y esas amenazas tenía
su origen en su conocimiento
de la próxima
llegada de Caamaño.
VG: ¿Y
cómo explica usted
que él mismo
denunciara de manera
tan indirecta sus
relaciones con Caamaño?
¿No cree usted
que si el
gobierno analizaba esas
declaraciones podía descubrir
que entre él
y Caamaño había
un acuerdo?
JB:
Es
que Peña es
muy emocional y
por ser emocional
no puede reprimir
sus emociones, lo que lo
convierte en persona sumamente
indiscreta. Pero además,
si se tiene
en cuenta su
doble personalidad se
explica que en
el momento en
que negociaba con
Washington sus servicios
políticos quisiera justificarse
ante las izquierdas
del país trabajando
para Caamaño. Todo eso
es posible en
el caso de
las personas como
él, y tal
vez eso explica
también por qué
tan pronto el
PRD consiguió dónde
montar su Casa
Nacional el propio
Peña ordenó que
en el patio
de esa casa
se le hiciera
un busto a
Caamaño. Con ese
busto de Caamaño
en el patio
se sentía autorizado
a visitar cuantas
veces quisiera el
Departamento de Estado,
pero además calmaba
su conciencia por
haberle escrito una
carta a Ben
Stephnsky, par a dejar constancia
de que él era tan
buen amigo del
gobierno norteamericano que
le comunicaba por
escrito que quien
estaba en las
lomas de Ocoa
era el coronel
Caamaño y nadie
más que él.
HAMLET HERMAN
VG: Sin
embargo, en las
declaraciones de Hamlet
Herman que publicaron
las Fuerzas Armadas
aparece Hamlet diciendo
que Caamaño no
tenía confianza con
Peña Gómez por su
coqueteo con los
liberales.
JB: No
sería extraño que
Hamlet Herman dijera
eso para defender
a Peña Gómez
; esto es,
para que los
militares dominicanos no
dudaran de él.
Debemos recordar que
Peña hizo una
ardiente defensa de
Hamlet Herman sin
que hasta ahora
haya habido explicación para ella.
De todos modos,
si Hamlet Herman
dijo de Peña
lo que tú
dices, cosa que
no tengo en
mis recuerdos, habrá
que buscarle una
explicación, porque lo
que puedo asegurar
basándome en testimonios
muy serios, es
que desde el
mes de noviembre
de 1972, cuando
todavía se hallaba
en Nueva York,
Peña Gómez sabía
que aquí iban
a sonar los
tiros en el mes
d e febrero de 1973,
y en ese
mes estaba tan
seguro de que
quien se encontraba en
las lomas de
San José de Ocoa
era el coronel
Caamaño que así
se lo hizo saber
por carta a sus
amigos del Departamento
de Estado. Ahora
bien, y esto
es algo que
debe tenerse en
cuenta a la
hora de juzgar la extraña
conducta que mantuvo
Peña en esos
días, aunque no
es realmente extraña
si se sabe
que es un hombre
de doble personalidad,
Peña inició su
ruptura conmigo en los
días en que
nos hallábamos en la
clandestinidad, lo que
da idea de
la conmoción que le
produjo la muerte
de Caamaño. ¿Por
qué esa conmoción?
¿Qué ilusiones había
puesto él en
una posible victoria
de Caamaño? NO
lo sabemos. Sólo
sabemos que inmediatamente después
de haberse escondido
en la casa
de unos amigos
escribió un discurso,
y se lo
aprendió de memoria
y lo recitaba continuamente, y
ese discurso era
para ser dicho
en el acto
en que Caamaño
iba a tomar
posesión del poder.
VG:
¿Cómo?
Pero usted no
había dicho eso
nunca.
JB: Porque
no tenía en
mi poder todos
los elementos de
juicio acerca de
la conducta de
Peña en los meses que
transcurrieron desde comienzos
de febrero de
1973, cuando Caamaño
vino al país,
y el 18 de noviembre
del mismo año,
cuando unos pocos
perredeístas abandonamos el
PRD para fundar
el PLD, y
sin todos los
elementos de juicio
en mis manos no
podía hacer la
historia verdadera de
los hechos realizados
por Peña en
esos meses.
VG: ¿Y
nunca se le
ha ocurrido pensar
que Peña les
fingió a los
altos funcionarios norteamericanos que
se entendía con
ellos para poder
así engañarlos mientras
en realidad él
llegaba a un acuerdo
con Caamaño?
JB:
No.
Peña no es
el tipo que
piensa detenidamente y
planea lo que
va a hacer.
Todo lo que
él hace surge
de su emotividad.
Sus emociones se producen
antes que sus
ideas. Las ideas
y los planes
están en él
determinados por sus
emociones, y a
su vez sus
emociones, en el
terreno político, son
contradicciones porque reflejan
una personalidad dividida
en dos sectores
que se oponen
entre sí y
al mismo tiempo
se compensan. Por esa
razón, si a
Peña lo halaga
un personaje de
la derecha se
siente emocionado y
esa emoción lo
impulsa a ser
derechista, pero al
mismo tiempo la
composición dual o
doble de su personalidad lo
lleva, también emocionalmente, a buscar en
el acto a
una personalidad o
un sector de la izquierda
al cual servirle, y de esa
manera se compensa
a sí mismo para
seguir siendo una
personalidad compuesta de
dos Peñas que
se oponen en
su interior.
VG: Es comprensible que
con colaboradores como
Peña usted se
sintiera mal en
el PRD.
JB: La
verdad es que
el PRD era algo
demasiado atrasado ya
para mí; en
los últimos años
no respondía a
mis concepciones políticas,
sociales o históricas,
pero además de
eso era una
carga demasiado pesada
porque como era,
y estoy seguro
de que sigue
siéndolo, un partido
sin organización, sin métodos
de trabajo, formado
por simpatizantes que
buscan en él
alguna ventaja personal,
desde que tenían un
problema corrían donde
mí para que yo
se lo resolviera, y
mi función era
pasarme los días
resolviendo esos problemas,
buscando dinero para
atender a las
necesidades de Fulano
o de Mengano
y también a
los gastos del
partido, y no
para hacer algo útil.
Si hice algo
útil fue la
revista Política, pero
eso sí, con
un gran esfuerzo
porque en el
PRD no había
posibilidad de tener
colaboradores. De todos
modos, de mi
trabajo en el
PRD lo único
que quedó fue
esa revista.
VG: Y
los escritos de
la colección Estudios
Sociales que hizo
para los Círculos
de Estudios.
JB: Sí,
per esos folletos
no fueron hechos
para el PRD
sino para el
partido que debía
sustituir al PRD,
porque cuando se
formaron los Círculos
de Estudios ya
sabía que no
íbamos a poder
seguir viviendo en le seno
del PRD, y
de ahí los
artículos y discursos
sobre la lucha
de clases dentro
del PRD publicados
en la revista
Política.
ENCUENTRO CON
EL MARXISMO
VG: ¿Podríamos
hablar ahora algunas
cosas que hizo
usted antes de
la etapa de
que estamos hablando,
como por ejemplo,
de sus viajes
a los países
socialistas y su
encuentro con el
marxismo?
JB: en
lo que se
refiere a mi encuentro
con el marxismo debo
decir que mis
primeros contactos con
marxistas fueron hechos en
Cuba, donde conocí
y traté a
toda la alta
dirección del Partido
Comunista como Juan
Marinello, Nicolás Guillén,
Lázaro Peña, Blas
Roca, Carlos Rafael
Rodríguez y varios
más. Tal vez
te sorprenda saber
que ninguno de
ellos hizo nunca
el menor esfuerzo
para que yo me
convirtiera en marxista
ni me hablaron
de eso ni
me prestaron libros ni
discutieron conmigo en
el terreno ideológico;
pero éramos amigos
y manteníamos buenas
relaciones hasta el día en
que Carlos Prío
rompió con ellos
porque creyeron que yo había
influido en él
para llevar a
cabo esa ruptura,
y no fue cierto.
Lo que llevó
a Prío a
romper con el
Partido Comunista fue
la presión del
obrerismo auténtico (del
partido llamado Auténtico,
que era el
Revolucionario Cubano), que
se hallaba bajo
la dirección de
Eusebio Mujals. Recuerdo
el caso de
mi libro “Cuba,
la Isla Fascinante”,
que estaba escrito
cuando Carlos Prío
fue derrocado por
Batista, y cuyos
originales estaba él
leyendo. Pues bien,
en ese libro
le dediqué varias
páginas a Nicolás
Guillén, que era
un destacado militante
comunista, y lo
hice con la
admiración natural hacia
un gran poeta
pero también con
el sentimiento fuerte
de amistad que
siempre tuvimos el
uno para el
otro. Yo pasé
por la vida
política de muchos
países y durante
largos años como un
creyente sincero en
la democracia, recibiendo
a veces ataques muy
fuertes de los
comunistas dominicanos y
cubanos, pero también
tuve muchos buenos
amigos comunistas en
Cuba y en
Venezuela, donde conocí
y traté a
Gustavo Machado y
a Héctor Mujica,
el mismo que
ahora es candidato
del Partido Comunista
de su país
a presidente de
la República, y
naturalmente a muchos
más, pero debo
decir que no
conocía el marxismo
y que ninguno
de esos amigos
trató de que
yo me hiciera
marxista. Cuando me
dije a mí
mismo que debía
estudiar a Marx
porque los hechos
me demostraron que
los comunistas tenían
razón al llamar
imperialistas a los
Estados Unidos fue
a raíz de
la invasión militar
de 1965. Ese
hecho, y nada
más, fue lo que
me levó a
estudiar a Marx.
VG: Precisamente,
en estos días
estuve leyendo de nuevo
el discurso de
Fidel del 1ro.
de mayo de
1965, en el
cual dice que
Juan Bosch no
era comunista ni
cosa parecida, pero
quien sabe lo
que será después
de lo que
han hecho los
yanquis en nuestro
país.
JB:
Sí,
Fidel dijo más
o menos que
de ahora en
adelante veremos lo
que va a
ser Juan Bosch;
y es que
Fidel Castro se dio cuenta
de que yo no
me había dedicado
a la lucha
política para conseguir
posiciones o dinero.
Fidel me conocía
y sabía qué
clase de vida
era la mía,
y pensó, con
razón, que yo
me iba a
plantear la pregunta
de cuál era la causa
de esa grosera
invasión militar de
1965; y efectivamente, me
la planteé, y
al hacerlo me
dije a mí mismo: “Pero
los que tienen
la razón son
los comunistas. Y
he sido hasta
ahora un equivocado
y no me
pasó por la
cabeza ni siquiera
la idea de
que los yanquis
iban a invadir
esta país o
cualquier otro de
la América Latina;
eso era algo
que no concebía”.
VG: ¿Cuándo
llegó usted a
esa conclusión?
JB: Fue
un proceso largo.
Al principio estaba
indignado contra Johnson
y sus cómplices;
después, al volver
al país el
25 de septiembre
de 1965, empecé
a decirme eso
de que los
que habían tenido
razón habían sido
los comunistas, y
esa etapa fue
muy rica en observaciones porque
en ella empezó
el llamado escalamiento
de la guerra
de Vietnam, que
fue una escuela
de crímenes. Debo
decirte que los
hechos de Vietnam
jugaron un papel muy
importante en mi
acercamiento al marxismo.
VG:
¿Y
España? ¿Qué papel
jugó España? Se
lo pregunto porque
allá escribió usted
el libro sobre el
Caribe y el
Pentágono.
JB:
En
España hice la decisión
de estudiar a
Marx, pero no
pude hacerlo mientras
estuve en ese
país porque tenía
mucho trabajo. Fue
en París donde
compré libros marxistas,
una colección de
tres tomos de
trabajos de Marx
y Engels publicados
en español por una
editorial de La
Habana. Los compré
en la Librería Maspero,
que está cerca
del Boulevard Saint
Michel, lo recuero
bien.
VG:
¿Puede
decirse, entonces, que
en esos libros
halló usted el
camino hacia el
marxismo?
JB:
Sí;
en ellos empecé
a estudiar a
esos dos padres
del socialismo científico
llamados Carlos Marx y Federico
Engels. Leyéndolos directamente,
no a través
de intérpretes suyos
que a veces
dicen tantas tonterías,
me di cuenta
de que la
verdad era la
de ellos y
yo era el
equivocado. Ya había
estado en Yugoslavia
y en Rumanía
donde me convencí
de que en
los países socialistas
no se comían
los niños crudos,
como afirmaban en los
Estados Unidos, y
además estaba lleno
hasta la boca
de los crímenes
que se cometían
en Vietnam.
VG: Pero
usted no había
ido todavía a
Vietnam.
JB: No,
pero era como
si hubiera ido
porque al propaganda
norteamericana se encargaba
de informarnos todos los
días de
los miles de
muertos que causaban
sus aviones y sus tropas
en Vietnam. ¿No
te acuerdas de
eso, de los
cables de la
AP y la UPI dando
cuenta de las
bajas diarias que tenían
los vietnamitas? Los
norteamericanos hablaban de
sus matanzas con
una tranquilidad que
me llenaba de
indignación. No era
que los vietnamitas
los acusaban de
esos crímenes; eran
ellos mismos quienes
los contaban todos
los días.
VG: ¿Quiere
decir que la propaganda
de la guerra de
los Estados Unidos
contribuyó en algo
para que usted
se hiciera marxista?
JB: Sí,
y también las
acusaciones de marxista
que se me
hacían, sobre todo
las que me
hacía el Dr.
Balaguer. Recuerdo por
el año 1968
o tal vez
en el 1969,
en l a Memoria presentada
al Congreso por la Secretaría
de las Fuerzas Armadas, supongo que
el 16 de
agosto, se decía
que yo iba
a Rusia a
buscar armas para
organizar la revolución
comunista en la
República Dominicana. Todo
eso me llevó
a leer a Marx y
Engels, porque si se me acusaba
de Marxista sin saber
yo lo que
era el marxismo
debía estudiarlo para
saber a qué se debían
esas acusaciones, y
leyendo a Marx
y a Engels
me di cuenta
de que le
marxismo era la
verdad histórica, la
verdad filosófica, la
verdad teórica, y en fin
la verdad universal.
Debo confesar que
tengo que agradecerle
también a la propaganda
sucia de
los norteamericanos el hecho
de haberme llamado
la atención sobre
el marxismo; y
lo agradezco porque lo
cierto es que
el conocimiento del marxismo
me ha convertido en un
hombre nuevo; nuevo
en ideas, en
la concepción de
la vida y
del mundo, pero
también nuevo fisiológicamente porque
la renovación de
la máquina de pensar que
tenemos en la
cabeza se refleja
en una renovación
de todo el
cuerpo.
VG:
¿Qué
papel jugó en
su paso al
marxismo el viaje
que hizo a
fines del 1969 a
países socialistas del
Asia?
JB: En
ese viaje vi
el marxismo funcionando como
sociedades organizadas en
Estado, y eso
me impresionó mucho.
VG:
¿Le
impresionó la Unión
Soviética?
JB:
No,
porque no fui
a la Unión
Soviética; solo pasé
por su territorio de
camino hacia Corea
en el viaje
de ida, y como de
Corea me fui
a China y
de China a
Vietnam para volver
a China, por
Cantón y Shangai,
no volví a
pasar por la
Unión Soviética.
VG: ¿Y
lo que vio
en esos países
le confirmó lo
que había pensado
cuando leyó a
Marx y Engels?
JB: Sí,
y esa confirmación
aparece en los
artículos que escribió
con el título
de Viaje a
los Antípodas.
VG: Por
lo que usted
dice, parece que
fueron muchas las
cosas que lo
llevaron al marxismo.
JB: Sí;
yo diría que
fue la vida
misma, incluyendo como
parte importante de
la actitud de
los enemigos, con
sus persecuciones ideológicas
y materiales. En
mi caso no
hubo influencias de
marxistas aunque tuve muchos
amigos de categoría
en el campo
marxista de varios
países de la América
Latina.
LLEVAR EL
GOBIERNO A SU LEGALIDAD
VG: Quisiera
que usted explicara
la política de
llevar al gobierno
legalidad, que usted
estuvo sosteniendo mucho
tiempo y que
provocó interpretaciones muy
encontradas. ¿En qué
consistía realmente esa
política desde el
punto de vista
de un análisis
de la situación
política y la
lucha de clases
en la República
Dominicana y cuáles
cree usted que
fueron sus resultados?
JB: Pues
mira, tú conoces
la alcachofa, pero como
la gran mayoría
de los dominicanos
no la conoce
tendré que describirla.
La alcachofa es
un producto vegetal
que se come
igual que si
fuera verduras; está
compuesto de varias
hojas que forman
algo así como
una piña pequeñita
formada por el
corazón y unas
hojas casi triangulares
que cubren ese
corazón. Las hojas
se comen mojándolas
en aceite y
vinagre y a
medida que se
van arrancando va
quedando descubierto el
corazón, que es
blando y se come entero.
Pues bien, la
línea política de
llevar al gobierno
a su propia
legalidad se parecía
a una alcachofa
en el hecho
de que tenía
varias etapas, que
es como decir
varias hojas. La
primera etapa estaba
compuesta por las
hojas de afuera,
esto es, por
todo lo que estaba
ocurriendo en ese
momento en el
país. La lucha
de clases había
degenerado hasta convertirse
en una actividad
terrorista permanente. La
policía mataba un
revolucionario o mataba
dos o tres,
y hubo noches
en que mató
cinco juntos; los
revolucionarios mataban un
policía o dos,
pero también mataban
choferes, pulperos, billeteros,
porque necesitaban dinero
para llevar a
cabo sus planes;
dinero para comprar
armas y
para mantenerse, comer,
comprar ropa, movilizarse;
y sucedía que
al Policía y
los revolucionarios mataban
gente que o
estaba atravesada en
el camino ni
de la una
ni de los
otros. Al terrorismo
de las derechas
respondían las izquierdas
con terrorismo, y
al terrorismo de
las izquierdas respondían
las derechas con
más terrorismo. Para
darle un alto
a esa situación
había que sacar
la primera rueda
de hojas de
la alcachofa, es
decir, había que sacar de
cuajo la raíz
del terrorismo en
su aspecto inmediato,
y esa raíz
había pasado a
La Banda. Con
la formación de
La Banda y
las atrocidades que
estaba cometiendo La
Banda estábamos colocándonos
a la altura
de Guatemala, donde
funcionaba la Mano
Blanca, y la
que se presentaría
en la Argentina
años después con
la Triple A;
de manera que
esa primera rueda
de hojas de la
Alcachofa era muy
amarga y había
que enfrentarse con
ella, para lo
cual se necesitaba
de alguien que
fuera capaz de
sacrificar su prestigio,
su influencia en
el país o
su vida, porque
el que lo
hiciera se exponía
a que lo
mataran el mejor
día o las
izquierdas o las
derechas; y como
el único dominicano
que estaba dispuesto
a sacrificar lo
que fuera y a
que lo mataran era
yo, a mí me
tocaba la tarea
de arrancar la
primera rueda de
hojas de la
alcachofa; y eso
se hizo. Pero
una cosa era
liquidar esa primera
etapa del terrorismo
y otra era
liquidar la ilegalidad
gubernamental, porque para
ejercer el terror
las fuerzas de
izquierda se refugiaban
en la clandestinidad y las
de la derecha
crean la legalidad
gubernamental ya que
sin apoyarse en
el poder del
gobierno no podrían
organizar el terror.
Esa etapa no
se liquida en
ninguna parte de
golpe y porrazo,
y el que
no lo crea
que se fije
en la situación
del Brasil, de
Uruguay o de
Chile, donde el
terror popular, si lo hubo,
desapareció hace tiempo,
pero no así
el terror oficial.
Había, pues, que
hacer un esfuerzo
para llevar al
gobierno a su propia
legalidad, es decir, hacerlo que
respetara sus propias
leyes, su propio
Código Penal, su
propia Constitución; y una vez
logrado eso había
que dar un
paso más, que
era la política
de la Concordia
Nacional, pero esto
último vinimos a
proponerlo cuando nos
hallábamos en el
PLD.
VG: ¿Por
qué razón no
la propusieron estando
en el PRD?
JB: Porque
mientras estuvimos en el PRD
no llegó a
liquidarse totalmente la
etapa de la
ilegalidad del gobierno,
y eso se
debió a la
presencia de Caamaño
en el país.
La llegada del
coronel Caamaño fortaleció
de tal modo a
los partidarios gubernamentales de
la aplicación de
medidas ilegales que en
pocos días pasaron
a ser dominantes,
y eso es lo que
explica la muerte
de Goyito García
Castro, y antes
de eso la
conducta que siguieron
conmigo, la rotura
de dos puertas
de esta casa
y la cantidad
de registros que
hicieron en el
país en busca
mía. Todo eso
era expresión del
estado de ilegalidad
en que vivía
el gobierno. Pero
al fin, la
política de llevar
al gobierno a
su legalidad se
impuso y después
de la formación
del PLD propusimos
la Política de
la Concordancia Nacional,
que era la
tercera fila de
hojas de la
alcachofa. Detrás de
esa fila estaba
el corazón de la alcachofa,
o lo que
es lo mismo,
hasta ahí debía
llegar el plan que
he llamado Política
de la Alcachofa.
¿Me he hecho
entender?
VG:
Sí,
pero para tener
una idea clara
de su manera
de planear la
política me gustaría
que usted dijera
si esa Política
de la Alcachofa
fue planeada en
conjunto o parte
a parte.
JB: Pues mira,
en conjunto y
también parte a
parte, porque cualquier
plan político debe
hacerse tomando en
cuenta la realidad política
del país, y
la realidad es
cambiante; a veces
la hace cambiar
el enemigo o el adversario
y a veces
la haces cambiar
tú. La política,
he dicho muchas
veces, se parece
a la guerra,
y a menudo
la situación de la
guerra cambia en
su totalidad debido
a una sola
batalla.
VG: Podría
explicar qué cambios
se operaron aquí
mientras usted aplicaba
su plan político
de la alcachofa?
JB:
A
grandes rasgos, sí.
Partamos de lo
que ya conocemos:
que el plan
o la línea
política tuvo tres
etapas. Esas tres
etapas eran al
parecer diferentes y
sin embargo estaban conectadas
entre sí como
lo están la
niñez, la juventud
y la vejez
de una persona,
que al fin
y al cabo
son sólo manifestaciones externas
de un proceso
de cambios que
tienen lugar en
un mismo cuerpo
humano. Al llegar
aquí en abril
de 1970 no
tenía noticia de que se
pensaba dar muerte
a 175 líderes
de la oposición. ¿Por
qué se pensaba
hacer eso; Qué
finalidad se perseguía
con ello? La
conclusión a que
llegué fue ésta:
Se planea establecer
un gobierno de
extrema derecha muy
duro, o encabezado
por Balaguer o
por otra persona
si éste se
niega a hacerlo.
Un plan así
no respondía al
concepto de gobierno
que tenía Balaguer.
Balaguer quería conservarse
en el poder toda
la vida pero
dando siempre una
imagen de gobierno
democrático y haciéndose
reelegir cada cuatro
años, pero alguien
quería aprovechar los
planes de Balaguer
de quedarse para
toda la vida
en el poder a
fin de hacer
en la República
Dominicana lo que estaba
haciéndose en Guatemala
y lo que
después se haría
en Uruguay y
la Argentina, y
para hacer eso
había que fomentar
el terrorismo de
las izquierdas dominicanas.
Al venir al
país me di
cuenta de que
quien estaba haciendo
eso era la
CIA que se
había dedicado a
reproducir en la
República Dominicana lo que sucedía
en Guatemala porque
de esa manera
la lucha de
clases pasaba a
mantenerse en el
terreno en que
la oposición era
más débil. ¿Por
qué? Porque el
terrorismo llevaría al
gobierno, como primera
etapa de su lucha
contra él, a
sacar las fuerzas
militares a la
calle, y después,
a crear organizaciones civiles
armadas. A mi llegada
al país se estaba en
la primera etapa;
estaban militarizados los
barrios pobres de la
Capital y la
Universidad Autónoma; las
muertes eran diarias;
en la casa donde
yo vivía fue
asesinado Julio Guzmán
y gravemente herido
su pare José Delio. Así
pues, la situación
que hallé al
volver al país
determinaba por sí
misma la primera
parte del plan
político, y a
su vez la
realización de esa
primera parte, una
vez cumplida, pediría
que se le
complementara con otra,
y si era
necesario, de esa
otra saldría una
más. ¿Me he
hecho entender?
VG:
Claro
que sí. Ahora
me gustaría que
usted dijera si
está o no
satisfecho de haber
llevado a cabo
su Política de la
Alcachofa.
JB:
Naturalmente que
estoy satisfecho; primero
por haberla concebido
y después por haberla
llevado a su
final, cosa que no
era fácil porque
si una sola
persona se hubiera
enterado del plan
general, éste hubiera
fracasado, y en
ese caso aquí
estaríamos como están
en la Argentina,
en Uruguay; y
a esta hora
en el PCD
no estaría legalizado
ni la Línea
Roja estaría formando
la Unión Patriótica
porque aquí no
habría izquierdas ni
cosa parecida.
VG: Sin
embargo, Carlos Dore
publicó hace tiempo en
la revista Impacto
un artículo en
que hablaba de que
usted había caído
en contradicciones en la política
de llevar al
gobierno a la legalidad.
JB:
Carlos
Dore puede decir
eso y todo
lo que quiera
porque tiene la
autoridad de la ignorancia,
y el que
lo ignora todo
puede sentar cátedra
acerca de todo
debido a que
nadie puede reclamarle
responsabilidad sin ser
injusto. Por lo
demás, aquí hay
un sinnúmero de
jóvenes o de
medio jóvenes como
Carlos Dore, que
son militantes de un
partido de izquierda
pero sólo ejecutan
hechos y órdenes
sin saber por
qué actúan. Ser
miembro de un
partido marxista no
le da a
nadie categoría de
político. La política
no se aprende
leyendo biografías de
líderes, y ser
empleado de la
Gulf and Western
no implica que
se es capaz
de comprender la
política de esa
empresa.
LEYES AGRARIAS
VG: Para
terminar esta entrevista
podríamos hablar de
las leyes agrarias
del Dr. Balaguer.
Varias personas, entre
ellas la dirección
del Partido Comunista
Dominicano, lo han
acusado de que por
no haber apoyado
usted las leyes
agrarias de 1972,
no se han
desatado en el
campo dominicano las
contradicciones de clase
como debieron haberse desatado. Si
no lo han
dicho con esas
palabras, se es
el fondo de su posición.
¿Qué puede usted
responder?
JB: Bueno,
también podrían acusarme
de ser responsable
de la sequía en
los años en
que no ha
llovido. Si las
leyes agrarias del
Dr. Balaguer no
han tenido éxito,
en cambio los
que las apoyaron
tan militantemente con el
PCD fracasaron, y
esa no es
mi culpa sino
la de ellos
que todavía no
se han enterado
de que en el sistema
capitalista la reforma
agraria no funciona,
no da frutos,
y da menos
aun si se
lleva a cabo
en un país dependiente como
es la República
Dominicana. Si el
PCD apoyó la reforma agraria
del Dr. Balaguer
pro razones doctrinarias
como ha estado
diciendo y sigue
diciendo, hay que
poner ese partido
en observación porque
eso quiere decir
que ha abandonado
su línea de
partido marxista y ha adoptado
la de partido
democrático burgués. Esto
último parece ser
cierto según se
desprende de unas
de las declaraciones
de Narciso Isa
Conde publicadas hoy, 22 de
noviembre, en un periódico
de esta capital,
las cuales, recogidas
por ese periódico
entre comillas dicen
que el PCD
“se acoge a
la forma de
gobierno establecida por
la Constitución de
la República, esencialmente
republicana, democrática y
representativa”. ¿Qué tal?
VG:
Una
última pregunta. Usted
fue el líder
político que primero
se manifestó y
luego mantuvo con
más coherencia la
lucha contra la
Gulf and Western.
¿Lo hizo por
razones políticas o
de principio?
JB:
De
principio, porque ningún
pueblo pequeño puede
permitir que sus
tierras sean propiedad de
compañías extranjeras y
la Gulf and
Western es la
más grande propietaria
de tierras de
este país. Una
nación está compuesta por
hombres y mujeres
asentados en un
territorio determinado, y si el
territorio, en todo
o en parte,
es propiedad de
extranjeros que se
hallan bajo la
protección de su
bandera, es decir,
de un gobierno
extranjero, viene de
hecho a suceder
lo mismo que
si una parte
de los dominicanos,
aún viviendo en
su país, se
hallaran bajo la
autoridad de otro
gobierno. Y fíjate
si eso es
como estoy diciéndolo
que las leyes
agrarias no se
aplican en tierras
de la Gulf and
Western y sin
embargo se aplicaron
en tierras de
dominicanos, aun en
muchas cultivadas de
arroz. El Dr.
Balaguer dijo que
las leyes agrarias
no podían aplicarse
a las tierras
sembradas de cañas
porque eso sería
poner en peligro
la industria azucarera,
que genera divisas;
y bien, ¿qué
cantidad de divisas
no ha habido
que disponer para
pagar el arroz
que estamos importando
desde que se
les aplicaron esas
leyes a los
terrenos arroceros? Y por
otra parte, ¿cómo
puede explicar nadie
la existencia en
este país de
un poder como
el de la
Gulf and Western,
que es mayor
que el poder
del gobierno nacional?
Eso es peligroso
para el país;
altamente peligroso, y
no debemos consentir
que esa situación
se prolongue de
manera indefinida.
Santo Domingo,
21 y 22
de noviembre de
1977.
El 30 de Junio se define como un proyecto democrático y progresista. Tiene por propósito preservar el legado teórico de Juan Bosch, expresado en sus obras de investigación política, sociológica, histórica y cultural como en su praxis política sustentada en los valores éticos, humanistas y patrióticos que por igual sustentaron Juan Pablo Duarte, Gregorio Luperón y todos aquellos dominicanos que amaron y aman esta patria quisqueyana.
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